Mes de junio. Llega el momento de la retirada. Las tardes más largas del año dan paso a la reducción paulatina del trabajo. Se reducen las jornadas para combatir el calor que se ha comido a la primavera. Llega la feria chica y los días grandes de nuestra Patrona, la Virgen de la Capilla, pues no olvidemos que “el 11 de junio por siempre ha de ser el día más grande de todo Jaén”.
Y con todo ello, los últimos repasos, el sudor frío, las expectativas puestas en un incierto futuro y toda la carne en el asador. Nuestros chicos se enfrentan a la PEVAU, o PAU, o EBAU…, bueno, Selectividad. Junto con llamar X a Twitter, no ha habido peor campaña de marketing.
El entorno educativo actual pretende desechar el aprendizaje memorístico en favor del desarrollo competencial de los alumnos. Esta exigencia recae sobre los maestros, que durante 15 años se dejan la piel para formar a los futuros honrados ciudadanos mientras tratan de descifrar el entramado legislativo, o chapuza farragosa, que los rige. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando se necesita baremar el desempeño de estos chicos para lanzarlos al mundo universitario y laboral, se les somete a diversas pruebas escritas más o menos memorísticas de materias parceladas para darles una nota numérica.
Toda su corta vida trabajando a través de proyectos interdisciplinares, rutinas de pensamiento, tareas de inteligencias múltiples, AbP, gamificación, y demás herramientas utilísimas, y en el momento decisivo, el sistema les pide que olviden todo eso y vuelvan a los exámenes tradicionales.
O bien la actualización definitiva de los métodos de evaluación para acceder a enseñanzas superiores está tardando más de la cuenta en llegar, o bien quieren convertir los colegios en guarderías que supervisen el aborregamiento general de la población que recibirá el ingreso mínimo vital por no dar un palo al agua y el bono cultural joven para gastar en actividades formativas tales como videojuegos, conciertos o servicios de streaming.
A pesar de todo, sigue habiendo maestros que apuestan por el trabajo bien hecho, por el valor del esfuerzo y, sobre todo, que quieren que sus alumnos tengan las herramientas necesarias para desenvolverse en el mundo en el que les toque vivir, porque la vida es otra cosa. Aunque sean una inmensa minoría –que diría Juan Ramón Jiménez–, hagan el favor, y no los tomen por tontos.