Ahora que los millennials estamos poniendo de moda la expresión “poco se habla de…” para referirnos a la escasa repercusión que a veces le damos a un tema que en realidad debería estar en la palestra por meritos propios, quiero hacerla mía e introducirla en el lenguaje cofradiero para referirme a ese sector tan denostado como es el de los capataces y cargadores. Y es que parece como si los que van debajo de los pasos jugaran en una liga diferente a la que juegan los cofrades de corbata y pañuelo Cachemir. Y créanme que en esto de las cofradías como dijera el comparsista Iván Romero: “Ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos”.
El sábado, la cuadrilla de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia celebró en la Asociación de la Prensa de Cádiz, con motivo de su XX aniversario, una interesante mesa redonda titulada “La carga de Jesús de la Sentencia en Andalucía”. Un coloquio en el que participaron cofrades de la talla de Ernersto Sanguino, Miguel Ángel Jaén y Francisco Gallardo, capataces de las hermandades de la Sentencia de Sevilla, Jerez y Cádiz, respectivamente.
Una convocatoria ésta a la que ya de entrada hay que valorarle el esfuerzo de reunir en un mismo estrado, a cofrades de tan reconocido prestigio y de tan diferentes culturas cofradieras. Sí, se dedican a lo mismo pero con estilos muy dispares, devociones distintas y sociedades con espíritus diferentes.
Lo cierto es que ya quisieran algunos cofrades de chanel demostrar tal poder de convocatoria para los actos de determinadas hermandades. La hermandad de la Sentencia en concreto lleva veinte años llevando por bandera el nombre de su cofradía. Y algunos se preguntarán que cómo se hace eso de bregar con un colectivo de tanta gente durante tantos años consecutivos. Pues la respuesta es bien sencilla, porque ese colectivo está formado por personas de la propia hermandad. Porque juegan en la misma división y porque antes y después de pasar por debajo de los pasos, vistieron y volverán a vestir su túnica penitente.
Está claro que de todo hay en la viña del señor y lo mismo nos duele la vista cuando vemos a un cargador sin camiseta pasearse por un cortejo, que cuando la prensa nos saca los colores hablando de comisariados, elecciones truncadas o peleas de sotanas. Así que hoy quiero romper una lanza a favor de los cargadores. Porque también ellos son embajadores de nuestras devociones. Ellos saben como nadie arrancarnos el pellizco al llegar Semana Santa a través de sus refinados andares.
Mi reconocimiento desde esta humilde tribuna de opinión para todas esas cuadrillas consagradas de nuestra capital que cada año son representadas por cofrades de raza y con letra mayúscula: Julio Reyeros, Gerardo Navarro, Joaquín Cortés, Paco Álvarez, Juan Manzano, Ramón Velázquez, hermanos Martín, Francisco Gallardo, Adolfo Morera, José Luis Pájaro, Melchor Mateo, Manolo Ruiz y tantos otros apellidos anónimos, que igual desde dentro que desde fuera de los pasos se dejaron y se seguirán dejando la piel por nuestras benditas cofradías.