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Jueves 25/04/2024  

Una feminista en la cocina

Santas de andar por casa

Penamos de ojeras cotidianas que no borra ni el corrector más caro

Publicado: 10/12/2021 ·
14:41
· Actualizado: 15/12/2021 · 11:57
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Con la venia de Pettenghi , mi prima Belén es una santa. De andar por casa, pero santa. La santidad no ha escatimado ni en torturas ni en vejaciones para los mártires, solo que ahora las retransmitimos en redes sociales. No me digan que una madre cuarentona con hijos adolescidos, con pareja de hecho, con padres clementes y trabajo a destajo, no es –y será por los restos-más que una santa. Nos caemos de la higuera del sueño, ya trabajadas. Penamos de ojeras cotidianas que no borra ni el corrector más caro y solo recibimos de noche una palmadita en la espada del colchón de viscolastica que nos hemos comprado adelantado por el black friday.

No me siento como una santa, aunque puntos tengo hasta para la muñeca chochona. Será el cansancio, la hartura o sin más estas puñeteras fiestas. La covid tampoco me lo pone fácil, porque es una jartible la tía, presentándose primero sin llamar, luego fastidiándolo todo y ahora que ya nos habíamos confiado un poco, vuelve mutada como las influencers con clínica estética nueva. Díganme si no es esta vida para santas. Solo dormimos bien en verano con el sol dándote en toda la jeta, arrebujada bajo una sombrilla, después de haberte paseado media playa por aquello de los michelines piratas. Herminia es otra santa, unida -por estas humedades que nos trae diciembre -al grupo que senderea en los Toruños, armaditos ellos de palos del decatlón para dar bien la pisada.

Digo humedades porque del río San Pedro sube maraña de frío que hace que los cangrejos de pinza se agolpen en agujericos tan pequeños que debes azuzar la vista para que no se te camuflen con la arena. A las gaviotas endemoniadas- esas que comen huevos de otras aves y aloquean el paisaje con gritos de menopaúsica desflorada-no les dan coba, porque no debe haber nada más rico que un cangrejito fresco triturado por tu pico. Supongo que por eso hacen guardias entre mareas que suben y bajan hasta que la Luna se nos harte y gravite en otras oscuridades. Vida de santa hace mi prima Belén trabajando hasta que los costados le duelen, los pies le echan chispas y la cabeza le revienta, pero es lo que hay si quiere pasar al módulo de martirio para encontrar el grado cielo donde ya hay que ser políglota para entenderse con los Ángeles. Pero vamos que prisa no tiene, ni yo tampoco, y juraría que Herminia menos todavía, feliz ella dando paseos a la puesta de sol con una humedad invernal que se te mete por las entretelas a poco que respires.

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