Pablo Baena anunció este domingo en el Teatro Villamarta la llegada de una Semana Santa que como él mismo dijo “vale por tres” y para la que apenas restan ya unos días.
El Pregón marcó sin duda alguna un punto de inflexión a una cuenta atrás que empezó a correr en la primavera de 2019 y que la pandemia no ha permitido hasta ahora detenerse.
Jamás los versos de la mañana del Domingo de Pasión tuvieron tanto sentido como ayer, porque las circunstancias vividas en estos últimos años hacían más necesario que nunca que alguien recordara desde el atril de Villamarta que los nazarenos volverán a recorrer las calles de Jerez antes de que pase una semana.
Y eso fue básicamente lo que hizo Pablo Baena a lo largo de su prolongada intervención.
El Pregón reivindicó la autenticidad de la Semana Santa jerezana, y tuvo que hacerlo alguien nacido en Bornos que trabaja en Sevilla pero que se fue “enamorando” con el paso del tiempo de una forma de entender la pasión carente de “encorsetamientos”.
“La Semana Santa de Jerez es la mejor Semana Santa del mundo, y lo digo para que os lo creáis”, gritó Pablo Baena desde el atril de Villamarta, el mismo lugar desde el que evocó sus primeros recuerdos de la salida de la Hermandad del Cristo de la Expiración, a la que llegaba tras participar en los oficios del Viernes Santo en su Bornos natal. “Jerez me hizo suyo, y yo me hice de Jerez”, subrayó.
Más adelante tendría oportunidad de hacer alegato público de las singulares formas con las que se muestra en la calle la Hermandad del Nazareno, que reconoció le sumergió en un “desconcierto inicial” que poco a poco fue tornando en “asombro” y “emoción perpetua”.
“Hágase mi procesión y sea al modo jerezano. Silencio, pueblo cristiano. No caben más historias ni inventos. Este es mi mandamiento y aquí no cabe porfía”.
El Pregón siguió un orden cronológico de la Semana Santa jerezana. Justo después de ser presentado por su amigo César Díaz, Pablo Baena se postró ante el obispo de Asidonia-Jerez, José Rico Pavés, a quien pidió su bendición.
Posteriormente besó las tablas del Teatro Villamarta en un gesto de gratitud a la ciudad que le ha acogido y esperado durante más de dos años.
Reconoció no creerse todavía estar cumpliendo su sueño de estar en Villamarta y tuvo cariñosas palabras para su presentador, que felizmente ha superado una enfermedad.
A partir de ahí se lanzó a anunciar la llegada de “la Semana Santa de la ilusión”, esa que “vale por tres”, que es además “el número de la perfección” en las Sagradas Escrituras.
Aludió a la situación que se vive en Ucrania y, mirando al Cristo del Perdón, recordó que “el perdón de Cristo es perenne”, por eso se obliga a perdonar “ayer, mañana y siempre”.
Pablo Baena defendió el valor de la religiosidad popular y de las hermandades frente a quienes las han considerado “de segunda” frente a otras realidades eclesiales.
“Las hermandades no pueden ser el patito feo de la Iglesia, porque nacieron para llevar a Dios a aquellos que no van a los templos”, dijo.
Además, recordó que las cofradías “no son una ONG ni están para hacer obras de caridad, que está muy bien, sino que su fin específico es rendir culto a Dios”.
También replicó a quienes critican que a la Santísima Virgen no se la presente “como una mujer normal”, precisamente porque “no es una mujer normal”.
En ese recorrido cronológico por la Semana Santa de Jerez hubo tiempo para reivindicar pasos de palio para la Virgen de los Remedios y la Virgen de los Mercedes.
En el primero de los casos consideró “justo y necesario” que una dolorosa de esa categoría recupere aquello que nunca debió perder.
En el segundo, abogó por la incorporación de la imagen de Romero Zafra al cortejo de la Hermandad del Soberano Poder.
El capítulo de reivindicaciones también reservó un capítulo para el Sábado Santo, que Pablo Baena sueña con cofradías en la calle.
“¿No es mejor que el día de luto por excelencia la gente acompañe a Cristo en la calle en lugar de irse a comer al campo?”, preguntó en voz alta cuando tocó referirse a la Hermandad de la Piedad y el Santo Entierro.
El Pregón se detuvo especialmente en advocaciones de gran arraigo, como la Virgen de la Amargura o el Señor del Prendimiento, pero también en otras como la Virgen de los Dolores, con mención a aquella iniciativa de sus costaleros que activó un sentimiento de solidaridad que fue mucho más allá de las propias cofradías en el periodo de la pandemia de mayor incertidumbre.
También hubo un hermoso canto dedicado a la Virgen del Mayor Dolor, una de las devociones históricas se la Semana Santa de Jerez y sin duda alguna uno de sus grandes conjuntos patrimoniales.
Pablo Baena no ocultó en ningún momento su especial relación con la Esperanza de la Yedra, a quien dedicó quizá uno de los pasajes más emotivos de toda la mañana, entre otras cosas porque “en la Plazuela, hay que morir”.
Y así, evocó el ambiente de “fiesta” que se vive junto a la capilla de la Yedra desde el mediodía del Jueves Santo para terminar tomando prestados los piropos que Paqui Cortijo dedica a la Virgen de la Esperanza desde la trasera de un paso de palio en el que “no cabe más poderío”.
Después recordó que si Jerez se muere en algún lugar, lo hace sin duda “en la cruz del Cristo de la Expiración”, que “será siempre el rey de reyes, ya sean gitanas o payas las leyes”.
El canto a la Virgen de la Soledad fue en esta ocasión preámbulo a unos versos finales que dedicó a su Virgen del Rosario de Bornos, coronada hace apenas unos meses por monseñor Rico Pavés.
El Pregón finalizó cuando pasaban ya cinco minutos de las dos y media de la tarde de un Domingo de Pasión que ha devuelto ya la esperanza y la alegría al mundo cofradiero, que tiene ya a menos de una semana el final de una larga travesía por el desierto que se ha caracterizado por la ausencia de nazarenos en las calles.
Era obligado que alguien se colocara ante el atril del Teatro Villamarta para recordar que faltan -faltaban ayer- siete días para volver a vivir un Domingo de Ramos de túnicas y antifaces; de cíngulos y espartos... El pórtico de una Semana Santa que “vale por tres”.
La ‘resurrección’ de todos los ritos
El Teatro Villamarta volvió a vivir algo que no acontecía desde el ya lejano Domingo de Pasión de 2019, cuando fue Ángel Luis Rodríguez Aguilocho el encargado de anunciar la llegada de la Semana Santa.
El escenario estuvo presidido por la cruz de carey de Jesús Nazareno. La Banda Municipal de Música de Jerez interpretó las marchas Cristo de la Expiración, de Germán Álvarez Beigbeder; Esperanza de la Yedra, de Andrés Muñoz; y Pasan los campanilleros, de López Farfán.
Fue el primer Pregón de José Rico Pavés como obispo de Jerez, a quien escoltaron la alcaldesa, Mamen Sánchez; y el presidente de la Unión de Hermandades, José Manuel García.
También el primero en el que tanto el público asistente como quienes ocupaban lugar de honor sobre el escenario utilizaron mascarilla, un elemento cuyo uso es ahora común pero que en 2019 apenas se veía en los quirófanos de los hospitales.
Quedaron asientos vacíos en el patio de butacas, quizá por el reparo que todavía existe a la acumulación de personas en el interior de los recintos cerrados.
Pero más allá de todo eso, lo verdaderamente importante es que la mañana del Domingo de Pasión asistió a la recuperación de todo el ritual del Pregón de la Semana Santa.