Casi un centenar de poemas ha reunido Francisco Cejudo en “Lugar de residencia” (Ánfora Nova. Córdoba, 2022), una compilación donde se incluyen poemas editados desde 1992 hasta 2020. Una muestra, en suma,de un total de once poemarios, a los que complementan algunos inéditos.
Tiene el verso del poeta sevillano un vínculo vigente con sus antepasados, con el enraizamientoque perdura anclado en la acordanza. Porque lo pretérito es patria del escritor, indisoluble nudo que rodea de su creatividad: “La bruma del tiempo me llama/ y la memoria en la arena se alza. (…) Todo descansa en el recuerdo,/ todo sobre esta playa inmaculada”.
Mediante un cuadro lírico que combina sabiamente una palabra precisa y una cuidada construcción, Francisco Cejudo se sabe portador de un lenguaje pulido, oscilante entre la meditación y lo emotivo. Su decir ahonda en la metamorfosis a la que se somete el espíritu humano para destejer los misterios de las deshoras, para despojarse de los hilos que tantas veces pueden llegar a ensombrecer la existencia: “Ahora sé de la derrota momentánea de lo oscuro/ de esa quietud que ya se precipita.”
Dividido en tres apartados, “La lengua de los relojes”, “Serigrafía de una piel trémula” y “Estación de destino”, el conjunto deviene en una atmósfera en donde se adivina una fabuladora riqueza expresiva. De esa virtud, sabe extraer su verbo más acendrado y de su intensa comunión con loalmado pareciera brotar la semántica mejor de su verso: “Hay algo muy verdadero que se repite/ y que quizá sea este sentir, este acercarse/ del día a su cénit, celebración perdurable/ mientras haya un nombre, un hogar y una tarde”.
La complicidad con el lector llega a través de una realidad verbal que el poeta alienta desde las imágenes, los silencios, los secretos… que giran en su derredor. Su discurso esquiva cualquier oropel y se concentra en textos que se revisten de sólitas hojas de otoño, del metal de las ramas de la primavera, de la leyenda que envuelve los estíos, del súbito color de los inviernos. Y así, bajo la sucesivaesencia de las estaciones que el tiempo va convocando, Francisco Cejudo ofrece su quehacer humilde, hondo,trascendente: “Cada estirpe en su voluntad de ser/ se afana a un propósito de continuidad inconsciente./ Una fe oculta se profesa/ con profunda y clara certidumbre./ Si la vida valor alcanza/ ¿qué meta se persigue en esa descendencia?.
Una antología, pues, sugeridora, oportuna por cuanto acerca la voz de un escritor de profunda condición lírica. Una antología, al cabo, en palabras de su prologuista José María Molina Caballero “tenazmente configurada, en la que late una persistente reflexión sobre los misterios y enigmas de la existencia a través de la realidad vivida, contemplada y, a veces, soñada. El poeta, pleno de sensibilidad, lucidez y oficio, nos sorprende gratamente con su palabra sugerente, equilibrada y auténtica”.