El pasado lunes 10 de octubre se conmemoraba el Día Internacional de la Salud Mental. Ocasión, pues, para acercarnos a la realidad de las personas que sufren algún tipo de trastorno mental, que luchan en su día a día por ser reconocidas como enfermas y que, en suma, buscan un equilibrio que les permita seguir viviendo en este mundo de estrés, de insatisfacciones, ansiedades y otros factores que tanto influyen en el pensamiento y en la conducta humana.
El arcense Salvador Macías Valle sale del particular ‘armario’ donde en otros tiempos se escondía una enfermedad mental que ingenuamente solo parecía afectar a los llamados antes simple y cruelmente como locos. Desde la asociación de enfermos mentales de Jerez, una de las trece que teóricamente existen en la provincia -en Arcos está el colectivo ‘Nuevo Caminar’-, trabaja para que algún día se pueda constituir una federación andaluza y provincial que aglutine a estas asociaciones para reconocer y visibilizar la enfermedad mental. Pero sobre todo buscar una salida para que las personas afectadas reconduzcan sus vidas hacia el bienestar personal.
10 de octubre, una jornada claramente reivindicativa...
–Hay que darle visibilidad y sensibilidad, porque estamos ante una realidad creciente debido a la pandemia y al modo de vida actual. Tenemos que desestigmatizar la enfermedad mental, darle naturalidad y que no se rechace a las personas a las que, como suelo decir, en algún momento les ha llovido. Pero el charco desaparece, y muchas veces pronto y bien si le prestamos el cariño y el respeto que necesitan.
El ritmo de vida contribuye con gran facilidad a la aparición de alguna enfermedad mental, a depresiones, ansiedades y otros factores. Nadie está libre de enfermar...
–Recuerdo al psiquiatra Luis Rojas Marcos que vivió el atentado a las Torres Gemelas estando en Nueva York. Había sufrido varias depresiones... Ponemos muchas cosas sobre el cristal y a veces ese cristal se rompe. Nadie está exento de eso, ya sea por la autoexigencia o la perfección que buscamos a menudo. Queremos hacerlo todo maravilloso, pero no se puede ni se debe ser siempre perfecto. Nos sentimos heridos, vulnerables...; somos, simplemente, personas. No solo somos personas cuando brillamos, porque la luna también es mundo, la noche es día...
¿Hay, por tanto, que normalizar ir al psiquiatra o al psicólogo?
–Totalmente. Cada vez más se lucha para que la asistencia en la sanidad pública tenga más medios para una mayor calidad, no sólo con la medicación, sino con más profesionales y más horas de dedicación. Pedimos una terapia cognitiva para luchar con esos momentos, con esos chaparrones... Igual que vamos al traumatólogo o al cardiólogo debemos ir al psiquiatra o al psicólogo. Lo que para nosotros es un mundo, lo mismo nos lo resuelven en tres minutos.
Sin embargo, se echa en falta un mayor número de profesionales expertos en salud mental, y además -dicen- el tiempo medio de una consulta es de apenas cinco minutos...
–Es cierto. Faltan tiempo y profesionales. Hay un plan del Gobierno que en el papel está muy bien, porque cada vez hay más gente, gente joven que está en el límite. Es algo de lo que nadie quiere hablar, pero hay gente que pierde la esperanza, que llega al suicidio. Parece que es un tabú hablar de esto, pero sucede. Los padres y madres tenemos que atender a nuestros hijos, quererlos siempre, cuando aprueben y cuando suspendan. No nos tenemos que exigir tanto, sino querernos y acompañarnos. Y ayudarnos unos a otros. Estamos en una sociedad muy individualista y competitiva, y ciertamente nos lleva a eso, a un fracaso cuando no se cumplen los objetivos. Un día se quema el potaje y no pasa nada. Se hacen papas fritas...
Esta semana se han ofrecido datos demoledores. Se suicidan al día once personas en nuestro país. Muchos de ellos jóvenes. Ya se empiezan a vincular muchos casos a la pobreza. ¿Qué opina?
–Se nos exige tener un coche, una casa, tres másters... Nos han metido en el consumismo y capitalismo, pero debemos sentir otro tipo de felicidad. No podemos sentirnos fracasados por no tener esas cosas, y pensar que servimos incluso más que el que tiene un gran coche. No sabes cómo el vecino ha comprado el coche, tú estás todo el día trabajando.... Siéntete honrado y, por tanto, feliz. Había un sacerdote, José Luis Martín Descalzo, que decía que la hierba crece de noche. Hay gente muy importante que mueve el mundo: las madres, las abuelas, la gente que va a trabajar a diario...; gente prudente, que no sale por ningún lado y que nadie tiene en cuenta. Ese modelo de querer no se enseña y es el único válido que te conduce al amor, a la aceptación, a la ternura... Eso entronca con el mensaje del Mesías de amarnos más, de comprendernos más como promulga el papa Francisco... Se evitarían cosas como el suicidio.
¿Cómo van los pasos para crear una federación que reúna a las trece asociaciones de enfermos mentales que al parecer existen en la provincia? Parece que cada una va por libre...
–Están relacionadas más o menos. En mi caso soy representante y nos comunicamos a nivel autonómico y provincial para llevar las necesidades de los enfermos y sus familiares, y pedir al Gobierno que implante una política a este respecto porque la enfermedad mental afecta a mucha gente joven que es nuestro futuro. Mucha gente se queda en el camino... Puede que lleguen a un problema de salud mental por alcoholismo, drogadicción, por juego... Y pueden ser reconducidas si se sacan sus habilidades y, por tanto, ser personas válidas para y en nuestra sociedad.
Para finalizar, ¿abrimos una puerta a la esperanza para los enfermos mentales?
–En mi caso, escribir me salvó. Uno dijo búsquese un amante como solución a sus males. Quiero explicar que es preciso tener algo que nos haga feliz: la jardinería, la cocina... Si nos volcamos con las cosas tenemos menos tiempo para deprimirnos. Todos tenemos alguna habilidad que ofrecer al mundo. Trabajemos en ello y nos reconozcamos un poco más.