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Lo que queda del día

Mejor, feliz Navidad

Tiene que llegar un momento en el que las necesidades de la clase política dejen de tener prioridad sobre las de la ciudadanía

Publicado: 23/12/2022 ·
13:44
· Actualizado: 24/12/2022 · 01:22
  • Congreso. -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Pío Baroja ambientó El árbol de la ciencia en la España de finales del siglo XIX. En uno de los fragmentos, ya avanzado el recorrido vital de su angustiado protagonista, relata: “Andrés había podido comprobar que, a medida que el individuo sube, los medios que tiene de burlar las leyes comunes se hacen mayores. Andrés pudo evidenciar que la fuerza de la ley disminuye proporcionalmente al aumento de los medios del triunfador”. Y 125 años después igual, don Pío. 

Vivimos en un país que ha acrecentado su querencia por los extremos. Ya no basta con tener que elegir entre Madrid o Barça, o entre PSOE  o PP, o entre derecha o izquierda. Ahora casi te obligan a posicionarte del lado del Tribunal Constitucional o del lado del Gobierno, cuando los dos llevan parte de razón y parte de equivocación. El camino que va entre un extremo y otro es el que no nos atrevemos a andar o a desandar. El camino del (re)encuentro a partir de la sensatez, que es una palabra que ha entrado en peligroso desuso en nuestro país por la vía de la negación.

Posiblemente, como en la novela de Cormac McCarthy, no sea éste país para viejos. En ocasiones hasta yo mismo me siento mayor, cuando no viejo directamente -hace poco nos calificaron en un cursillo de “analógicos”, y más que una acepción sonó a insulto-, aunque todavía me quedan las fuerzas suficientes para alimentar cierta dosis de rebeldía: puede que no tenga nada que ver con la edad física o mental, sino con el marco intelectual en el que nos han situado como sociedad, a la altura de quienes viven de esto.

Pero tiene que llegar un momento en el que las necesidades de la clase política dejen de tener prioridad sobre las de la ciudadanía, porque no es una prioridad confeccionar leyes ni decretos a medida, ni renunciar a tus principios o a tu palabra, ni bloquear el ejercicio democrático como quien mercadea en la kasbah, ni escudarse en la invasión de Ucrania -se acaban de cumplir 300 días de guerra, que es lo verdaderamente aterrador-. ¿Qué ejemplo estamos dándole a la población? Después decimos que si las grandes estrellas del fútbol, que si sus desfalcos a Hacienda, que si sus rendiciones a estados opresores. ¿Quién da lecciones a quién?

Hasta un niño de seis años sabe que la prioridad para que un país salga adelante es el empleo. Es lo que les inculcamos desde pequeños: estudiar, formarse y acceder al mercado laboral. Y sin embargo, frente a la generación mejor formada de nuestra historia hemos optado por abrirles las puertas porque aquí no hay sitio, ni oportunidades, ni sueldos acordes para ellos. Y lo mismo ocurre con la profesionalización de numerosos oficios en los que empieza a echarse en falta el relevo y la capacitación según los nuevos retos de sectores como la industria o la construcción.

En cualquier caso, no busquen en el día a día titulares que aborden esas realidades. Todo ha quedado casi reducido a la bronca, a la desestabilización, en un constante martilleo que no aspira sino a condicionar a la opinión pública para que retroalimente ese mismo espectáculo incendiario, como si hubiera que seguir el ejemplo de los guionistas de los programas del corazón.

Al menos, nos quedan dos días por delante en los que desconectar por completo, o a los que entregarnos por completo, en función de nuestro compromiso emocional con la celebración navideña. Quién sabe, hasta Charles Dickens tenía el encargo de escribir un panfleto contra el maltrato laboral infantil cuando posó la pluma sobre el papel por primera vez para empezar a escribir su Canción de Navidad, y poco a poco fue impregnando su relato de la nostalgia de las antiguas celebraciones victorianas para reinventar buena parte del espíritu navideño que ha llegado hasta nuestros días. Como escribió Chesterton, la Navidad puede llegar a ser todas esas cosas, pero, sobre todo, es “mejor que algo para todos, es algo para cada uno de nosotros”. También para cada uno de ustedes. Feliz Navidad.

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