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Notas de un lector

Las flores adornan nuestra impaciencia

La autora ovetense Teresa Soto ha tenido a bien reunir en esta compilación una significativa muestra de su quehacer poético.

Publicado: 12/06/2023 ·
11:54
· Actualizado: 12/06/2023 · 11:54
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Bajo el título de “Raso”, la editorial Balduque da a la luz en su colección Caminante una antología de Teresa Soto (1992). La autora ovetense ha tenido a bien reunir en esta compilación una significativa muestra de su quehacer poético.

Desde que en 2007 recibiera el Adonáis por “Un poemario”, su obra ha ido creciendo de forma pausada: “Erosión en paisaje” (2011), “Nudos” (2013), “Caídas” (2016), “La silva” (2020) y “Crónicas de I” (2020) -premio Margarita Hierro-  .

Revela la propia escritora que los textos aquí incluidos “no siguen un orden cronológico”, si bien, su lectura tiene un hilo conductor que converge hacia una sensación de rebeldía y desafío frente a lo convencional. A lo largo de estas páginas, la palabra se torna simbólico río y abre los márgenes para que nada quede fuera de los territorios de lo posible. Espacios míticos, líneas oníricas, atmósferas enigmáticas, comportan aquí y ahora un mensaje de cromática trascendencia: “Rescoldos. En la caja negra/ de la chimenea, sacudidas/ de luz, roja, agitándose/ como un dragón./ Mirarte desde las chispas,/ avivarlas”.

La vulnerabilidad de lo puro asoma desde un yo íntimo y personal que dota al conjunto de una sensualidad libre, desinhibida; la misma que permiteentrelazar esa alianza donde se aúnan los anhelos y las sombras: “En el suelo lunar de granito/ extendimos los brazos y las piernas/ nos sonreímos/ un poco/ con cautela/ estábamos siendo felices/ entre tanta ruina/ y tanta pérdida/ qué miedo nos daba/ el puro contento del agua dorada/ del aire limpio, las bocas llenas de besos/ El Dorado”.

Consciente del valor de la existencia, del ilimitado potencial humano para superar todo aquello que pueda ser sufrimiento o adversidad, la poeta asturiana se reescribe en su verbo y, desde él, impulsa una escritura que alcance la semántica común, que adivine la senda de una voluntad cómplice.

En su epílogo, Esther Ramón afirma que en la poesía de Teresa Soto surgen “fragancias delicadísimas que salen de sus libros y parecieran emerger desde el escanciamiento de sucesivos sentimientos, roturando un surco muy preciso al transcurrir de la experiencia, que se detiene y se reinicia con cada lectura”.

Hay, en esta década y media de lírica, un tiempo que no se desvanece, un reloj incesante que susurra su tit-tac, su hipnótico mensaje junto a la neblina del corazón, que se desliza entre las audacias del ser y trae hasta el lector verdades ocultas. Y hay, también, en este libro de libros, un eco de mañana y de pretérito, una luz que guía en la oscuridad y abre, de par en par, las puertas de lo hacedero: “Escucha, tú o tú, ¿eso que construís/ es un jardín? ¿Sabréis esperar a/ que se caliente y riegue la tierra?/ Las flores adornan nuestra impaciencia./ encontramos filamentos/ de calma por cada voluta de pétalo”.

 

 

 

 

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