Ayer me pareció que me había parado en el Penalti. Bajaba como cada domingo a La Victoria. Me metía en fondo gol, en aquella valla donde estaba el Frente Aceitunero y que se movía con vaivén que no se me va a poder olvidar en la vida. Ayer me sentí de nuevo con una juventud insultante. La piel se erizó una vez y así se quedó para el resto de mi vida. Por unos colores, por un escudo, por una pasión y por un amor en mayúsculas. Pero más por una afición que dicen que es de quinta división y es más grande que algunas de Primera División. Lo confieso, derramé hasta alguna lágrima antes del partido por tantas emociones en un par de horas antes del partido.
Las emociones se truncaron en el inicio del partido. Y eso que el Real Jaén comenzó llegando y controlando el balón en los primerísimos compases del partido pero un regalo en el minuto 4 me heló la sangre. Pero mi pensamiento y mi corazón continuaba creyendo porque el Real Jaén necesitaba solo un gol para volver a poner la eliminatoria contra el Almería de Lasarte, el movedor de horarios, en su sitio. Pero otro varapalo en el minuto 7 me hacía frotarme los ojos. Otro regalo. El primero, bien es cierto, que llega tras una falta que no se pita al portero local. Un fallo por no cerrar bien en el lateral izquierdo. Era una bañera de agua fría. Pero mi corazón no paraba de creer.
Fue entonces cuando el Real Jaén se levantó. Impulsado por esa historia que lo empuja hasta el límite y comenzó a poner juego en lugar de especulación. Llegaba Fernando, Mario Martos y hasta Adri tenía una que solo fallan los genios del balón. El Almería no se sentía nada cómodo en el campo porque Óscar Lozano era un auténtico puñal. Un jugador desequilibrante que volvía loca a la defensa visitante, que se estaba cuajando como el flan que fue el Real Jaén en los primeros 7 minutos de partido. Migue García no cazaba otra dentro del área, pero estaba Óscar Lozano para poner una jugada marca de la casa y acercar al Real Jaén al gol que necesitaba para igualar la eliminatoria con casi 20 minutos por delante todavía para el final del primer tiempo. Mario enviaba un balón a la madera y el Almería se ponía tan nervioso que solo hacía faltas que el señor colegiado no castigaba con tarjetas. Eso hizo bajar el ritmo del Real Jaén, que justo antes del pitido final de la primera parte tuvo otra que se marchó lamiendo el poste.
El Real Jaén salió al segundo tiempo en busca de ese tanto con el que igualar la eliminatoria, pero Lasarte nadó y guardó la ropa. Trató de cortocircuitar el partido para un equipo como el blanco en el que la banda izquierda no se utilizaba. El Real Jaén dominaba el partido y el Almería salía con peligro. El empeño de los locales no les daba el premio del empate y el filial del Almería utilizaba el juego de susterfugio que bien conoce su entrenador. Mucho balón al área colgado del Real Jaén pero Bruno lo neutralizaba. Se apagaba el equipo blanco que buscaba recursos en el banquillo. Llegó a tener dos delanteros en el terreno de juego, pero eso no le dio más presencia en ataque. Apretaba los dientes el equipo de Roberto Peragón, pero el Almería paraba una y otra vez el envite con faltitas que el colegiado no castigaba con la necesidad de una tarjeta al teatro que venía después. Están bien aleccionados por su entrenador, otro teatrero de la vida que habla de si las informaciones están contrastadas. Él sabía que sí.
No había ocasiones claras para ninguno de los dos rivales mientras el tiempo y el teatro almeriense era el que ganaba el partido. Hasta el Arconada del Real Jaén tuvo que salvar una a diez minutos de un final que llegaba sin que el Real Jaén creara nada de peligro y el Almería B salía como posesos en busca de la portería de Javi Sánchez. El corazón no aguantaba en un estadio que merecía un mejor arbitraje contra el paupérrimo juego visitante. Se veía una vez más que la afición del Real Jaén no merecía un disgusto como el de caer eliminados de nuevo Mauro hizo un remate que Bruno paró de forma antológica. Era un pin pan pum del Real Jaén con balones al área. A la antigua usanza y con 10.500 corazones empujando. Pero no entraba y el árbitro no veía una mano dentro del área en el 89. Otro que fallaba como lo hacía el Real Jaén que le hizo dos regalos a Lasarte en la primera mitad y de eso vivió. La épica era lo que planeaba en La Victoria. El corazón en un puño en un último saque de esquina que se fue fuera.
El corazón se aceleró, se vivió con una ilusión que en mi piel sigue y continúa erizada. Porque mi corazón continúa creyendo, en la verdad señor Lasarte, en el escudo más grande que Dios ha parido aunque la historia le sea esquiva, porque este club merece un trato mejor de todos los que le dan la espalda y no se dan cuenta que le hacen daño al mismo fútbol y a este bendito deporte que te hace llorar sin remisión ante la injusticia de unos arbitrajes que son para hacérselo mirar. Este año no ha sido tampoco, pero yo sigo creyendo en mi afición, en mi corazón en piel erizada y en mi Real Jaén, por todo lo que demuestra esta enorme afición que merece ascender.