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Desde mi azotea

Las puertas de la vida

Iremos descubriendo que en cada compartimento al que accedamos encontraremos vivencias que han podido ser agradables o desagradables

Publicado: 11/07/2024 ·
19:05
· Actualizado: 11/07/2024 · 19:06
Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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A lo largo de nuestra existencia, desde que nacemos hasta que abandonamos este mundo dispondremos de varias puertas que están en nuestra conciencia y que si las abrimos y accedemos al interior de cada compartimento, descubriremos cosas buenas y malas de nuestra vida. ¿De cuantas puertas disponemos? Pues dependerá de nosotros mismos. Todas las que queramos, excepto una, el fin de nuestra vida, el pase a la luz eterna.

Como os decía, todos disponemos de varias puertas a lo largo de nuestra vida. Yo voy a citar solo algunas. Una, la puerta que nos de acceso a nuestra familia más cercana, los hijos, hijas y esposa o esposo. Otra, de la familia de la que procedemos, como nuestros abuelos, padres, madres, tíos, primos, etc.. También podemos colocar aquí a la familia política de nuestra pareja. Una tercera nos daría acceso al mundo de los amigos y de los enemigos. La cuarta a los recuerdos y una quinta a nuestra vida laboral. Podemos crear cuantas puertas queramos o necesitemos. De todas las puertas, para mi, la más importante es mi familia directa. Y, finalmente, todos dispondremos -queramos o no- de una última puerta que se cerrará algún día para no volver a abrirla nunca más. Nuestra muerte.

Si vamos abriendo cada una de esas puertas, iremos descubriendo que en cada compartimento al que accedamos encontraremos vivencias que han podido ser agradables o desagradables. La puerta de los amigos y enemigos será quizás una de las más difíciles de abrir porque costará identificar quién es uno y quién es el otro. Quizás, cuando ya estés a punto de irte de este mundo, será cuando te darás cuenta de quién fue realmente tu amigo y quién no.

Con la puerta de la familia pasa algo parecido. No siempre la familia es aquella que te hubiera gustado tener. Ves los intereses de unos y de otros y ves quién está por ayudarte y saber de ti y quien ni te pregunta y se hace el sordo. La familia bien, gracias, como decía una famosa película. Realmente la auténtica familia es aquella que está cuando hay que estar. Los demás vienen cuando se le invitan y si es para comer y beber se apuntan todos.

La puerta de tu familia directa es muy personal y solo tu puedes abrirla y evaluarla. Para ti, tu mujer y tus hijos o hijas serán siempre lo primero. Para mi lo es. Los quiero a todos con locura y son mi vida. Podemos decir pues que abrir esa puerta y respirar el aire fresco y la paz que irradia nos dará vida, esperanza y felicidad. Con sus luces y sus sombras.

La del trabajo solo es eso, trabajo. Una vez que te jubilas ya no eres nadie. Te quedan los recuerdos, pero si te vi no me acuerdo. Quedan conocidos y algún amigo que siempre estará ahí, pero una vez que te vas, mejor dedicarte a vivir la vida fuera de ese ambiente. Cumpliste tu ciclo y no hay otra. Ya nadie se acuerda de ti, aunque algunos aprovechados quieren seguir pidiéndote favores con una poca vergüenza increíble para ver si tu sigues teniendo esa influencia en tal o cual asunto con otros compañeros.

Hay una puerta que nos costará abrirla porque no sabemos que nos vamos a encontrar una vez la traspasemos. Es la puerta de los recuerdos, de las vivencias a lo largo de nuestra vida, que hemos hecho bien y que mal. Si nos detenemos a pensar todo lo que hemos vivido, todos aquellos recuerdos tan bonitos de nuestra existencia, desde que tenemos uso de razón hasta nuestros días los añoraremos y a veces nos entristeceremos porque en ellos aparecerán muchas personas que ya no están con nosotros. Pero también habrá momentos agradables, desde que formaste una familia, te hipotecaste con tu casa, nacieron tus hijos y fuiste creando una familia. En esta puerta también habrá recuerdos amargos, que todos hemos vivido alguna vez en nuestra existencia. Mejor olvidarlos porque lo único que nos harían es daño.

La puerta de tu vida amorosa estará llena de vivencias. Muchas de ellas no puedes contar o no deseas recordar. Otras, sin embargo, son necesarias porque se trata de personas que han pasado por tu vida a las que has amado, aunque al final te quedaste con la pareja que elegiste para vivir; aquella que te ayudó toda su vida a caminar, a vivir y a darte los hijos tan maravillosos que tienes. La que siempre ha estado y está ahí cuando la necesitas.  

En fin, cada uno puede disponer de diferentes puertas que resuman su vida y descubrir lo que un día hubo dentro. Solo hay un pero, y es que te puede gustar más o menos lo que veas en su interior pero no podrás cambiarlo, pero si tienes tiempo puedes rectificarlo. Algunas las cerraremos lo más pronto posible. Otras, aunque la cerremos, su contenido permanecerá en nuestra mente y no podremos olvidarlos. Eso es lo malo que tiene nuestra conciencia, que no nos engañará nunca.

Y, la ultima puerta, esa que daría paso a un gran pasillo donde estarían las demás puertas que hemos ido visitando, la cerraremos para siempre cuando hayamos fallecido. Aunque hay personas a quién se le cierran todas las puertas antes de tiempo y no encuentran manera de abrirlas porque están en el más absoluto de los silencios. Se trata de aquellas personas que el Alzheimer les ha borrado el disco duro de su vida.

Queridos lectores, tengamos las puertas que tengamos cada uno, abran solo las que os agrade para saber y conocer que hay dentro. No abran aquellas que no merecen la pena. Y vivan, vivan todo lo que puedan solo con aquellas puertas que nos hayan aportado0 vida y la libertad de haber hecho lo que nos apeteció. Aunque nuestra conciencia no nos engañará nunca.

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