El tiempo en: Jaén

La Vertical

Las tapadas arrebatan la peluca al corregidor

Aquel año 1696 cuando el obispo Brizuela y Salamanca imponía penas a las mujeres que anduvieran con la cara tapada

Tras los intensos días pretéritos del abuelo Lucas, esta semana pretendía pasarla en paz con su arteria principal y base de su existencia, es decir, no pisar la calle. Además, esa tarde, un malestar se había apoderado de su organismo y le había visitado una inapropiada calentura.

Buscaba, entre sus papeles, algún entretenimiento que evadiera sus pensamientos. Por un momento, rozó un cartapacio y sintió algo especial, enigmático. Reanudó el cacheo en los distintos archivadores, pero seguía escuchando esa voz que nos acompaña en ciertos momentos. Volvió sobre el anterior archivador, lo abrió muy despacio y descubrió “La mujer inquietante en el Jaén barroco”, el interesante texto de una conferencia pronunciada por el maestro Manuel Amezcua.

Le estaba esperando su sillón preferido de lectura, junto a la ventana, con luz natural. Ensimismado en los sintagmas del trabajo, le saludó la bilocación, por aquello de verse con la lectura y, a la vez, en aquel año 1696 cuando el obispo Brizuela y Salamanca imponía penas a las mujeres que anduvieran con la cara tapada.

En Jaén se echaban a las calles y plazas en el día del Corpus y la tarde de su víspera, así como en los pasos de San Blas y San Sebastián, extramuros de la ciudad, en los días de la feria y en las fiestas mensuales que se celebraban en algunos conventos al tiempo de sus procesiones, cuando no dentro de la misma catedral.

Sonado fue el lance del venerable corregidor José de Ayala y Roxas, que por querer impedir esta costumbre solo consiguió que las tapadas le tratasen con el mayor vilipendio, ocurriéndole el caso que estando una mañana en la iglesia de San Francisco le derribaron al suelo, le quitaron la peluca y el sombrero y le trataron de viejo.

Esos desajustes pervertidos no podían tolerarse y el gobernador de la diócesis, en 1751, prohibía el esperpento al natural de las tapadas so pena de excomunión mayor y su reclusión, sin distinción de personas, en la Casa de la
Galera o Recogimiento de la Santa Vera Cruz por tiempo indefinido. Desde entonces pocas mujeres se atrevieron a ocultar su rostro tras el embozo, al menos en público y en tales regocijos.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN