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Análisis: Revenge of the Savage Planet

El humor, cómo no, sigue siendo uno de los pilares fundamentales. Pero esta vez no se limita a los vídeos de entrenamiento corporativo

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  • Revenge of the Savage Planet.

Todo comienza, una vez más, con una carcajada mal disimulada desde las oficinas de Kindred Aerospace, esa empresa con alma de startup pero ética de dictadura interplanetaria. Has sido despedido, abandonado en los márgenes del universo como un trozo de chatarra que ya no sirve ni para reciclar. Solo que esta vez no vas a quedarte quieto.

Esta vez no vas a escarbar entre gusanos fluorescentes solo por el capricho de un CEO invisible. Esta vez, tú eres el problema. Y el universo, ese campo de juegos grotesco e inabarcable que conocimos en Journey to the Savage Planet, ha decidido que ya es hora de vengarse.

Revenge of the Savage Planet es, desde su primera escena, una declaración de principios: irreverente, descarado, expansivo y deliciosamente caótico, este juego no solo amplía el legado del original, sino que lo dinamita con gusto para reconstruirlo desde una perspectiva completamente nueva.

Revenge of the Savage Planet.

Lo primero que salta a la vista es su nueva estructura. El paso de un mundo único a un sistema planetario completo, compuesto por cuatro planetas distintos, es más que un simple aumento de escala: es una apuesta por la diversidad ambiental y jugable. Cada planeta tiene su propia identidad, sus propias reglas físicas y ecosistemas que parecen nacidos de un cruce entre las pesadillas lisérgicas de un botánico alienígena y el humor escatológico de un guionista de Adult Swim.

Selvas carnívoras, desiertos en los que llueve al revés, océanos que flotan sobre el cielo, todo sirve como excusa para la experimentación, para el ensayo constante de nuevas ideas jugables. Y, lo mejor, nunca se siente relleno. No hay esa sensación de contenido inflado que tanto lastra a los mundos abiertos modernos. Aquí cada bioma es una invitación al descubrimiento, un espacio que pide ser explorado a fondo.

Ese énfasis en la exploración con propósito se apoya en una mejora notable del sistema de movilidad. Ahora el personaje tiene acceso a un gancho retráctil, un planeador improvisado y un látigo eléctrico que no solo sirven para el combate, sino que abren nuevas rutas verticales y horizontales que antes serían impensables. Hay ecos aquí de títulos como The Legend of Zelda: Breath of the Wild, donde las herramientas no eran un simple añadido, sino una extensión de tu libertad como jugador.

Revenge of the Savage Planet.

Pero mientras en Hyrule la solemnidad marcaba el paso, aquí todo está impregnado de una ironía permanente, como si cada salto acrobático fuera una burla a las convenciones del género.

El humor, cómo no, sigue siendo uno de los pilares fundamentales. Pero esta vez no se limita a los vídeos de entrenamiento corporativo o las armas con nombres ridículos. Ahora está en todas partes. Los enemigos comentan sus propios ataques, los objetos coleccionables tienen descripciones delirantes, y hasta los tutoriales parecen escritos por un becario vengativo con delirios de grandeza.

Pero lo más interesante es que, bajo esa superficie de parodia, hay una crítica más fina, más ácida. La sátira a la cultura empresarial, a la mercantilización del espacio, a la banalización de la ciencia por el espectáculo, se siente más punzante, más actual. Como si el juego supiera que la broma se ha vuelto real, y ahora el absurdo ya no es solo un chiste, sino una forma de defensa.

Revenge of the Savage Planet.

Jugablemente, la incorporación de los tres tipos de "goo" elemental es uno de los mayores aciertos. Cada uno modifica el comportamiento del entorno de formas únicas: uno hace que las plantas crezcan y se vuelvan plataformas, otro ralentiza el tiempo en zonas concretas, y el tercero convierte superficies en trampolines o zonas adhesivas.

Estas mecánicas se integran con naturalidad en el diseño de niveles, ofreciendo desafíos de plataformas y acertijos ambientales que exigen creatividad, observación y experimentación. Lejos de convertirse en una repetición de puzzles, el juego se las ingenia para mantener el ritmo con nuevas variantes y contextos en cada planeta, ofreciendo una progresión divertida, dinámica y sin pausas artificiales.

Una de las inclusiones más celebradas por los jugadores es el modo cooperativo, tanto en línea como en pantalla dividida local. Esto no solo cambia la manera en la que te enfrentas a enemigos o resuelves rompecabezas, sino que introduce un elemento de caos compartido que recuerda a los mejores momentos de It Takes Two o Portal 2.

Cuando dos jugadores se enfrentan a la fauna local sin plan ni comunicación clara, el resultado es una coreografía de errores gloriosos, que el juego potencia con su diseño abierto y lleno de interacción. Pocas veces un juego ha sabido mezclar tan bien la cooperación con la comedia involuntaria.

Revenge of the Savage Planet.

La personalización del personaje y de tu base es otro detalle que merece mención. No hablamos solo de cambiar colores o ponerle sombreros ridículos a tu avatar (aunque también puedes hacerlo, y deberías). Hablamos de convertir tu tráiler espacial en un museo de tus descubrimientos, un altar al caos donde conviven especímenes enjaulados, armas tuneadas y fotografías absurdas.

Esta dimensión coleccionista no interrumpe el juego, sino que lo complementa. Es un lugar al que vuelves, no porque el juego te obligue, sino porque se convierte en una extensión emocional de tu viaje.

En lo técnico, el juego brilla con luz propia. Colores saturados, diseño de criaturas ridículamente inventivo, animaciones pulidas y efectos de partículas que llenan la pantalla sin abrumarla. No busca el fotorrealismo; busca lo improbable, lo fantástico, lo grotesco.

Revenge of the Savage Planet.

Y lo logra con una coherencia visual que recuerda a títulos como Ratchet & Clank: Rift Apart, pero con más mala leche. Incluso el sonido está afinado para el humor: los chillidos de las criaturas, los efectos de tus gadgets, el acompañamiento musical que parodia clichés del cine de aventuras… todo suma a una identidad sonora memorable y sarcástica.

En comparación con otros exponentes del género, Revenge of the Savage Planet se siente como un soplo de aire fresco en un terreno cada vez más homogéneo. Mientras juegos como No Man’s Sky apuestan por la inmensidad procedural y la introspección, o The Outer Worlds se inclinan por el rol dialogado, aquí la propuesta es clara: ofrecer una aventura interplanetaria llena de humor, con mecánicas sólidas, exploración estimulante y una narrativa afilada sin caer en la grandilocuencia. Y lo consigue con creces.

Revenge of the Savage Planet.

Al final, lo que hace a este juego especial no es solo su sátira, ni su diseño variado, ni su gameplay refinado. Es su capacidad para recordarte que los videojuegos también pueden ser un espacio para el caos, para la risa, para lo inesperado. Que no todo tiene que ser grimdark ni sobreanalizado. Que a veces basta con un buen chiste, un planeta imposible y un látigo eléctrico para pasarlo de maravilla. Y en ese sentido, Revenge of the Savage Planet se erige como uno de los juegos más refrescantes, honestos y disfrutables de la temporada.

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