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El cementerio de los ingleses

Compromiso por moda

 A pesar de la admiración que tengo hacia Broncano, Buenafuente o Marina Lobo, creo que se equivocan al atacar a Melody

Publicado: 01/06/2025 ·
16:09
· Actualizado: 01/06/2025 · 16:09
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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No quería comentar el asunto de Melody y su resultado en Eurovisión, pero veo que todo se está yendo de madre con la artista sevillana. Vaya por delante que el mensaje de RTVE previo a la retransmisión del certamen recibió críticas por “politizar el festival” y eso me resultó muy sorprendente; el festival está politizado desde siempre hasta el punto en que se llama Eurovisión porque “masaje entre países vecinos y/o con intereses comunes como táctica geopolítica disfrazada de festival de la canción” quedaba excesivamente largo. Sin embargo, dicho mensaje ha sido el pistoletazo de salida de una de las campañas de odio más surrealistas que he presenciado en mis cuarenta y cuatro años de vida.     

Antes que nada, un inciso: estoy a favor de la causa palestina y en contra del genocidio israelí, como he manifestado en innumerables ocasiones. Quiero decir, esto no es un posicionamiento contrario, ni una defensa de Melody, lo que viene a continuación es la mera reflexión que me surge de cómo han ido teniendo lugar los acontecimientos.     

Melody actuó en Eurovisión, cosechó un puesto que no hizo justicia a su actuación y hasta ahí nada nuevo para la delegación española en cada edición del concurso. Al volver a España, decide irse a su casa a estar con los suyos, cancela eventos que tenía programados bajo la agenda marcada por RTVE y se encuentra igualmente con comentarios de todo tipo. Da una rueda de prensa afirmando que sólo quiere ir a programas donde se sienta respetada o le pidan disculpas por según qué comentarios hirientes (dentro del contexto del humor, pero que puede encajar mal). Vamos, lo normal a mi modo de ver.  Ya llevaba semanas hablando de la salud mental y del cuidado que a veces hemos de tener al hacer ciertas bromas. Pero, en ese punto, comienza el espectáculo (dantesco) de la campaña contra la cantante.     

En la mencionada rueda de prensa, Melody deja algunas perlas desafortunadas como “yo no hablo de política, lo mío es el arte”. Es cierto que podría haberse posicionado con Palestina o haber deseado el fin de cualquier conflicto; es cierto que, si no quería opinar, podría decir que no conoce en profundidad el asunto y prefiere no pronunciarse desde la ignorancia; no obstante, un sector de la población la criticaba por haber actuado para RTVE después de que esta tomara partido por Palestina (como no puede ser de otra manera) y otro sector la ha criticado por no posicionarse y esquivar la cuestión. De diva de España a odiada por todos. La respuesta de Broncano por no ir a su programa y exigir disculpas, diciendo que se escuda en la salud mental para no entrar en el tema, ha sido aplaudida... pero desafortunada.     

Desafortunada porque nadie ha pensado en qué puede estar pasando por la cabeza de una cantante que ha tenido altos y bajos en su carrera: no olvidemos que muchos no sabíamos nada de ella desde el Baile del Gorila. No olvidemos que muchos artistas han sido boicoteados por sus posicionamientos y eso puede hacer temer a la sevillana. Y no olvidemos que se han hecho tantos comentarios jocosos a su costa que la salud mental puede estar siendo algo más que una mera excusa para evitar pronunciarse sobre el genocidio el estado terrorista de Israel.   

 A pesar de la admiración que tengo hacia Broncano, Buenafuente o Marina Lobo, creo que se equivocan al atacar a Melody y, además, entramos en un terreno arriesgado: el de convertir el compromiso, la valentía y el posicionamiento en norma en lugar de en excelencia: al final, la exigencia de tomar partido puede hacer que valores tan nobles como esos se conviertan en postureo, herramienta publicitaria y una moda. Y, de camino, volver a silenciar la salud mental.

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