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Mario Melero: tres décadas con el silbato y una mochila llena de fútbol

El colegiado malagueño puso fin a sus 30 años de carrera arbitral tras dirigir, como último partido en Primera División, un Real Madrid–Real Sociedad

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  • Melero López, instantes previos al Real Madrid-Real Sociedad. -
  • Referente de discreción y profesionalidad, se marcha con casi 200 encuentros en la élite
  • Ha basado su trayectoria en la pasión, la templanza mental y el respeto por el juego, teniendo claro siempre quiénes son los protagonistas

Hace ya tres semanas que Mario Melero López puso a una etapa que le ha ocupado dos tercios de su vida: su carrera como árbitro profesional. Lo hizo en uno de los escenarios más exigentes (y bonitos) del fútbol español, un Real Madrid–Real Sociedad, con la serenidad de quien ha recorrido un camino largo y exigente con plena dedicación. Tras más de treinta años vinculado al arbitraje, once de ellos en Primera División, el colegiado malagueño pone fin a una trayectoria marcada por la discreción, el rigor y el respeto.

Aquel último partido no fue uno más. A pesar de prepararlo con la misma rutina y profesionalidad que cualquier otro, era consciente de que estaba viviendo sus últimos minutos sobre el césped como árbitro. En el vestuario, el ambiente fue especial. El fútbol, tan dado a los nervios y la tensión, se tornó cálido y cercano. Entrenadores y jugadores compartieron palabras de afecto, y los momentos más emotivos llegaron con su familia, presente en la despedida.

Con 195 partidos en la máxima categoría —más todos los que acumuló en categorías inferiores, Copa del Rey y otros torneos—, Melero se marcha con la sensación del deber cumplido. Como cualquier cosa en esta vida, no todo lo que soñó llegó a materializarse. No obstante, el balance no deja margen a lamentaciones. Considera que ha dado todo lo que tenía, que ha sido leal al fútbol, a sus compañeros y al colectivo arbitral, y que ha sabido mantener la línea de la profesionalidad sin desvíos.

El protagonismo, para los futbolistas

Uno de los aspectos más reconocidos en su carrera ha sido su perfil alejado de las grandes estridencias. En un mundo donde el foco mediático es cada vez más invasivo, él ha preferido mantenerse en un segundo plano, asumiendo que el árbitro debe ser invisible cuando el partido fluye. Nunca copó titulares sensacionalistas. Su papel era garantizar que el juego se desarrollara con justicia, no robarle el protagonismo a quienes lo practican. Una vez colgado el silbato, puede decir con orgullo que lo ha conseguido.

En Málaga, solo Antonio Jesús López Nieto ha sumado más partidos que él en la élite. Melero ha sido parte de una generación de árbitros que ha dejado huella en el fútbol nacional y se muestra especialmente orgulloso de haber representado al colegio malagueño por todos los estadios de España, siguiendo la estela de referentes históricos como Martín Navarrete o el propio López Nieto, hoy presidente del Unicaja Málaga.

Ejemplo para los más jóvenes

A falta de ver qué le deparará el futuro, tiene claro el mensaje que espera transmitir con su carrera a quienes comienzan en el arbitraje: vivir esta vocación con pasión, tomarse en serio la preparación mental y aprender a leer el fútbol, no solo a aplicar el reglamento. La fortaleza mental es clave para sobrevivir a los errores, para sobreponerse a las críticas y para no perder la confianza en uno mismo cuando llegan los momentos difíciles.

Porque el error, como cualquier trencilla sabe, forma parte del arbitraje tanto como del deporte en general. La diferencia la marca quien sabe analizarlo, asumirlo y seguir adelante sin que se convierta en una losa. Para él, esa capacidad de aprender y de pasar página es tan importante como conocer el reglamento al detalle o estar en forma.

Mario Melero se despide del arbitraje con la serenidad de quien ha cumplido un ciclo. No hay estridencias ni fuegos artificiales, pero sí una certeza firme: se marcha habiendo dado todo, con la cabeza alta y una mochila llena de momentos que le acompañarán para siempre.

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