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Muñecos al fuego y penas al viento: el pueblo de Vejer se ríe del desastre en San Juan

Historia de la Candelá de San Juan

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  • Candelá de Vejer

Llega a finales de junio el solsticio de verano y desde los tiempos más remotos, el festejo de ese día se ha basado en el fuego. En ese momento el sol está en lo más alto y las creencias paganas decían que había que avivar a esa bola de fuego desde la tierra, naciendo así rituales en torno a las hogueras. Posteriormente, el cristianismo establece la festividad de San Juan Bautista en dicha fecha, ya que, según la tradición, el padre del bautista encendió una hoguera para anunciar la llegada de su hijo.

Desde tiempos pretéritos los rituales en torno al fuego han ido encaminados al espíritu purificador del mismo, el fuego es vía sanadora para el cuerpo y el alma, aleja los malos espíritus… y por ello se ha usado para eliminar elementos impuros. Según numerosos documentos estudiados, desde tiempos medievales al siglo XIX, se realizaban piras públicas para quemar objetos que eran necesarios hacer desaparecer de manera radical, tales como las pertenencias personales de las familias afectadas por alguna epidemia de peste, cólera, fiebre amarilla… salvaguardando con ello la sanidad vecinal. Además, el fuego usado para quemar algo simbólico, es significativo del fin, como suele hacerse con la “Quema del pito” cerrando el tiempo de carnaval.

Curiosamente, también vemos en la documentación notarial que los contratos de arrendamientos de viviendas solían renovarse por “San Juan de Junio”, cesando muchos de ellos. En esos casos, los antiguos inquilinos aprovechaban el encendido de candelas para eliminar enseres inservibles. De esta manera se ha celebrado en Vejer la noche de San Juan hasta mediados del siglo XX, instalándose “candelás” en lugares céntricos de las barriadas históricas del municipio. Cuentan los más mayores que solían tener gran afluencia las que por iniciativa vecinal se encendían en en la plaza del Padre Ángel, en la puerta del antiguo Convento de La Merced, en La Plazuela o en La Hoya. Desde algunos días antes, la vecindad comenzaba a amontonar antiguos colchones, muebles inservibles, ropa raída… y los jóvenes traerían del campo ramas y leña para avivarla. Al caer el sol, daba comienzo el encendido entre el júbilo de los asistentes y el “jambá” musical que a veces se creaba de manera espontánea. Ya en la noche, con las llamas serenas y el rescoldo, solían los muchachos saltar el fuego, existiendo algunas anécdotas del peligro que conllevaba esta osadía.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que las aldeas de Zahara de los Atunes y Barbate pertenecían al termino municipal vejeriego hasta 1938, lugares íntimamente relacionados con esta tradición, ya que el actual formato de la quema de juanillos y juanillas se vincula con las almadrabas. Las faenas de pesca relacionadas con las antiguas almadrabas, propiedad ducal y posteriores concesiones estatales, tenían su culmen en el mes de junio, momento en el que los trabajadores recibían su salario y volvían a sus lugares de origen. Por entonces, además de los festejos que se celebraban como culmen de la campaña pesquera, se hacía limpieza general de la zona, lo que se denominaba “real de la almadraba”, quemándose las viejas chozas de los temporeros y otros pertrechos de pesca, tales como sirgas, redes, antiguos botes… Endichas circunstancias, los trabajadores procedentes de la costa onubense, sobre todo de Lepe e Isla Cristina, comienzan a crear personajes burlescos para ser quemados, relacionados con alguna anécdota del lugar o como protesta ante el abuso de algún miembro superior de las labores pesqueras. Así sigue celebrándose en los municipios de Conil, Barbate y Zahara de los Atunes y de igual forma es introducida la forma de quema de “juanillos y juanillas” en nuestra localidad en los años 80 del siglo pasado, organizando la festividad del ayuntamiento.

“Los trapos, están en la Plazuela” dice un descomedido refrán vejeriego, por ello se escogería tan emblemático lugar para que en él cada año se reúnan esos muñecos y muñecas, de trapo, elaborados por los participantes, para ser expuestos y nombrados públicamente. En este lugar se van colocando, donde son objeto de burla y risas para los visitantes y tras inscribirlos en el concurso, con el dorsal correspondiente, asociaciones y particulares, comenzarán a bailar con los mismos al son de la música. En alto, los distintos personajes van dando bandazos en el centro de la Plazuela, ante la mirada de los que se acercan y los aplausos al finalizar cada pieza musical. Comienza luego el pasacalle, recorriendo vías emblemáticas de la localidad, hasta culminar en el recinto donde serán quemados en su conjunto. Hoy se hace en el ferial de La Noria, antes en la Plaza de España, Remedios y Molinos Tres Ave María. Entre dos grandes postes de madera, donde se ha dispuesto una soga con su polea, se coloca el ramaje para encender la candela, ahí se depositan las creaciones que serán pasto de las llamas, a excepción de un juanillo y una juanilla que se cuelgan de la misma, para que al subirse el pueblo contemple como el fuego acaba con ellos por completo, pidiendo que se vayan las cosas negativas. Una retreta musical ameniza el momento y hasta hace unos años, al consumirse la hoguera, un gran espectáculo de fuegos artificiales.

El jurado calificador ha estado atento a los distintos participantes, valorando la idea de dicho muñeco, la elaboración del mismo, el baile efectuado y la integridad del conjunto hasta la hoguera, cosa que no es fácil. En la conocida Plaza de los Pescaítos, se hace pública la deliberación y se entregan los premios. Entre todos, destaca el que se otorga al mejor de la jornada, el denominado “Premio Supermuñeco – Juana la Nieves”, en honor a esta afamada vecina que celebraba con gran júbilo este día participando con sus creaciones desde el inicio de la fiesta hasta su triste fallecimiento hace unos años. Este juanillo o juanilla, antes era indultado y se salvaba de ser pasto de las llamas, algo que se modificó, ya que la picaresca vecinal hacía de las suyas con las ropas del mismo.

Y el broche final lo ponen los Toros de Fuego, que desde la puerta del ayuntamiento salen embistiendo a los jóvenes que lo esperan en torno a la fuente de la plaza. Esta estructura de metal, copada de fuegos y petardos, es llevada con gran maestría por los agentes pirotécnicos contratados por el consistorio, creando bellas estampas de fuegos, luces, alegría y diversión, aunque siempre hay algún osado que se acerca demasiado y se lleva de recuerdo una quemadura.

Una tradición evolucionada, como hemos podido ver, pero que se aviva cada año con las llamas de la “candelá” que tiene como yesca la ironía y la sátira, el humor y la diversión, las creencias paganas y cristianas, que una vez al año el pueblo saca a pasear y a pedir que lo malo se olvide.

 

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