Por rebosamiento de las localidades del litoral, Jerez se ha erigido en la primera opción para disfrutar durante el verano de la mejor oferta gastronómica de la provincia de Cádiz.
Pero esto no siempre fue así. No hace tantos años, los principales bares y restaurantes de la ciudad cerraban en agosto, y algunos también en julio. En realidad la ciudad al completo cerraba por vacaciones y se producía el éxodo de la mayor parte jerezanos fuera de la ciudad, que tampoco tenía muchos atractivos para el turista ni el veraneante.
En la actualidad, el panorama no puede ser más radicalmente opuesto. Jerez vive estos meses en temporada alta. La mejora de las comunicaciones por carretera la convierten en destino apetecible por su localización, tranquilidad y buen precio. En los hoteles las pernoctaciones se asemejan a la época de las zambombas, Semana Santa o Feria.
Aquí no hay playa, ni falta que hace. Jerez está lo suficientemente cerca de la costa como para beneficiarse de su cercanía y de la brisa marinera que llega del Atlántico y alivia la calima. También lo suficientemente lejos para no sufrir las incomodidades de vivir estos meses en primera línea de playa.
Gastronómicamente, la ciudad vive si cabe la mejor época del año. Aunque la afluencia al mediodía decae con respecto al resto del año, en las noches está empezando a costar encontrar sitio en las principales terrazas.
Este año, el aliciente es que Jerez aspira a ser capital española de la gastronomía en 2026. La ciudad encabeza la mejor oferta posible en el interior de la provincia. Como cabezas visibles, los dos restaurantes con estrellas Michelín. Las dos de Lú, cocina y alma, y la de Mantúa. Y al mismo tiempo, Bina y Albalá, los establecimientos con los que Juanlu Fernández e Israel Ramos acercan su fabulosa cocina a precios más asequibles. No olvidar, en el mismo entorno de las estrellar, junto a la plaza Aladro, el Tiemar de Isidro López.
A partir de ahí, la oferta es extensísima y se concentra por zonas. La considerada milla de oro es la del entorno de la plaza del Caballo. Caballo ganador. Empezando por Valdepepe, con la mejor relación calidad precio, y siguiendo por Sarmiento, Pulpería con alma, La Bocacha, La Espartería, La Tasca, Cuatro latas, Latabarra, Niloo, AQ 35 o la Cervecería Avenida. Una oferta clásica a la que se suman el japonés Oishii y Nuvo, un nuevo local especializado en hamburguesas, carnes maduradas y tortillas especiales.
En el centro más comercial, la zona de Pescadería Vieja, con el imprescindible Bar Juanito y Mulai. La plaza Vargas, con Botagorda, La Bien Pagá, Los dos deditos, A Mar o El Almacén. La calle Consistorio y la plaza de la Yerba, frente al Ayuntamiento, con La Cruz Blanca y Albores. La plaza del Banco, con el Warique Peruano, Flamenkana y Los Niños del Espartero.
La plaza de la Asunción, con Palique, o el entorno de la Catedral, con los restaurantes de Pedro Nolasco, dentro de la propia bodega de González Byass; Casa Fundador y Asidonia, El Molino y Dealonso confirman el paulatino resurgir del casco histórico, que habrá que seguir con atención porque el margen de crecimiento es enorme.
En el centro más accesible, desde Tornería, plaza Rafael Rivero y Porvera, la nueva taquería La Cochinita Loca, la pizzería canalla La consha de tu mare, Damajuana, el restaurante T22, Jaleo, El Tabanco, Roneo, Il Siciliano o el sushi bar Tsuro. Por supuesto, dos apuestas sobre seguro como el restaurante La Carboná, del “Chef del Sherry”, o Matria, en la calle Medina. En la calle Arcos, el freidor Nuevo Gallego, La Gloria o la taberna Los Monos.
La oferta de Jerez no puede dejar de incluir una ruta de los tabancos que no sólo se circunscribe a locales clásicos como La Pandilla, El Pasaje o San Pablo. En la calle de este último, del mismo nombre, hay un ramillete de locales informales, pero con mucho sabor, liderados por Las Banderillas, uno de los bares de tapas más de moda de la actualidad, o La Kastiza. Cerca, en la calle San Miguel, La Marea de Marcos es uno de los imprescindibles en cuanto a producto, que está muy bien pagado por cierto.
Barrio San Miguel arriba, junto al monumento a Lola Flores, Atuvera celebra diez años haciendo las delicias con su concepto gastrorompedor. A su vera, el Bujío o la Abacería de la Cruz Vieja son otras alternativas a destacar, además del Tabanco Cruz Vieja. Y cómo no, una de las aperturas del año, Arima, en la calle Pedro Alonso.
En el extrarradio nos encontramos con zonas más modestas pero muy agradables, como el Parque de la Serrana, que cuenta con establecimientos de garantía como El Maty, el Bar Moscatel o el Bar Joaqui, sin olvidar El coto del Marqués, una de las pizzerías decanas de la provincia.
Otro distrito con una oferta interesante es el Polílgono de San Benito. En el entorno de Merca 80, Albur, la cervecería de Botavino, La Roma, Flanagan, la eterna Pizzería Verona, el Mesón de El Asador, la Cantina Guadalajara o El Tragabuche componen una oferta variopinta y de garantías.
Entre El Paquete y San Joaquín, el pescaíto frito de El Cuco es siempre una excelente opción, pero también las pizzas de Italianissimo, la comida rápida del inefable Carmelo, la parrilla del Tropical o El Chile Habanero.
En el norte de Jerez, en los alrededores de El Corte Inglés, hay variedad y calidad. Desde Hermanos Grimaldi hasta Antonio, Traziego, pasando por El Punto Gallego, Botavino, El Madrileño, Okado…
Fuera de estas zonas hosteleras hay versos sueltos. Entre ellos, junto a la entrada a la antigua autopista AP-4, la inigualable Venta Esteban y a su lado A Proa, con sus maravillosas tortillitas de camarones. Un poco más apartado, una opción que no puede ser más recomendable para una agradable velada de verano, el restaurante El Bichero.
El bar Arturo, con su famoso pescaíto frito, es punto y aparte, y es obligado ir a conocerlo en Picadueñas.
En la zona rural hay un ramillete de opciones a cada cual mejor. En La Corta, junto al río Guadalete, la venta El Albero es un clásico. Al igual que en Lomopardo la venta del mismo nombre o la Venta de Cartuja, o el bar Frasco, siguiendo la carreterita hasta Estella del Marqués.
Merece la pena también una visita a Torrecera, al bar El Ministro o al Kiosco. A La Barca de la Florida, como el bar Pepito y Barca Pizza como exponentes. A la Venta Gabriel, en Cuartillos. O a Hermanos Galera, en Guadalcacín.
El interior de la provincia tiene a Jerez como puerta de entrada, pero siguiendo la autovía A-381 hasta la Sierra contactamos con opciones interesantes huyendo también de la masificación del litoral. En el Santiscal, en Arcos, La Molinera o el Sombrero de tres picos son clásicos, pero no desmerecen el Calderón, El Aljibe, el restaurante camping Lago de Arcos, Mesa Jardín y Caicos, en Prado del Rey; el restaurante del hotel Las Truchas, en El Bosque, donde también hay una ruta del tapeo más que interesante. Cádiz el Chico, La Maroma o Casa Martín 1920 en Grazalema. O el restaurante La Gañanía, en el Hotel La Almoraima, en Castellar.
Lo dicho, zonas más o menos alejadas de la costa en las que la playa tampoco se echa tanto de menos. Algo tendrá que ver poder disfrutar de una excelente gastronomía sin esperas ni empujones.