Un desayuno inolvidable y sin convenciones sociales

Truman Capote quería a su amiga Marilyn Monroe de protagonista, no a Audrey Hepburn. Blake Edwards quería a Steve Mcqueen para el papel de Paul Varjak, no a George Peppard. Y sin embargo, el resultado final deparó una de las comedias románticas por excelencia y forjó algunos de los iconos cinematográficos del siglo XX, como el de la estilizada Hepburn vestida de Givenchy y el tema Moon river de Henry Mancini.

Sólo Capote seguiría renegando del filme, pese al brillante guión de George Axelrod, el mismo autor de La tentación vive arriba; entre otras cosas porque modificaba sustancialmente el perfil de la protagonista y cambiaba por completo el final de su también inolvidable y excelente novela corta, Breakfast in Tiffany´s.Lo cierto es que novela y película se complementan, como una experiencia placentera para satisfacción de nuestros sentidos: en el fondo, todos terminamos enamorados de Holly Golightly, para tenerla a nuestro lado o para sentirnos como ella, encantadora y libre por igual, deslumbrante y cautivadora, ajena a las ataduras, y, siempre, memorable.

De hecho, la novela parte de su recuerdo, a través de una estatuilla procedente de una tribu africana que llega a manos del narrador, mientras que la película apuesta por significar la trascendencia del personaje desde los títulos de crédito, presentando a Holly tomando un café y un croasant ante el escaparate de la joyería Tifanny´s después de lo que se supone ha sido una noche de diversión.Se cumplen ahora cincuenta años de aquel desayuno, y del mismo se puede decir lo mismo que hace un par de semanas con motivo del idéntico aniversario de West side story: no han pasado por ella los años.

Es más, ha ganado en atractivo con el tiempo, por la elegancia de sus personajes, por su brillante puesta en escena y por un atrevimiento que hace de ella hoy en día una película completamente incorrecta para el deformado concepto moral del público norteamericano, porque, no podemos negarlo, ella es una prostituta de lujo, aunque no se diga, y él es un eterno escritor promesa que vive mantenido por una señora madura -poderosa Patricia Neal- a la que complace asiduamente.