El tiempo en: Jaén

El Loco de la salina

Señor, tú no vayas a dimitir

Tú sabes que no hay en el mundo gente más lista que la que vive en este país llamado de momento España.

Anoche me metí en la capilla del manicomio, me puse de rodillas, recogí la cabeza entre mis manos y me dirigí a todos los santos del cielo empezando por el más importante. Y le dije: Señor, humildemente, yo sé que estamos totalmente en tus manos, que de ti depende todo, que llueva mucho o que venga la sequía, que haya trabajo o paro, que suba el San Fernando o baje, que nos den o que nos quiten…Pero eso no me arranca de la cabeza el que te confiese la mala suerte que tenemos con el personal que nos has enviado y que nos conduce de aquella manera por este estrecho valle de lágrimas.

 

Tú sabes que no hay en el mundo gente más lista que la que vive en este país llamado de momento España. Somos despiertos, cucos, ágiles de pensamiento (menos los que estamos aquí encerrados), vivos, pillos, sagaces, las cogemos al vuelo…y sin embargo no levantamos cabeza. ¿Por qué? Tú tienes el poder y la gloria, y teniendo Tú el poder y la gloria yo me pregunto ¿por qué, Señor, permites que todos los días me tenga que desayunar con la noticia de que uno o varios chorizos se han aprovechado de sus cargos para llevarse lo que no está en los escritos y encima con la que está cayendo? Digo yo que podrían robar un poquito solamente, más que nada por no perder la costumbre, pero no. Van a por todas. Señor, y Tú lo sabes ¿Tú no podrías controlar un poquito el tema? ¿No ves que a nosotros se nos está yendo de las manos y que vamos a la ruina total? Es que a este ritmo nos van a dejar con lo puesto y además nos vamos a tener que gastar otro pastón en construir nuevas cárceles, porque no damos abasto.

 

Además, Señor, perdona que te moleste, pero estoy decepcionado por otros asuntos. Siempre nos quedaba la esperanza de que todo esto pudiera tener arreglo, pero ahora la Esperanza seguramente se tomó unas cuantas y sale por lo de los pitos en el partido de fútbol entre el Barcelona y el Bilbao, que ya hay que tener menos luces que un barco espía. Señor, ¿en qué manos nos has puesto? No sabe esa señora lo guapa que es, cuando está callada. Ahora dice que ella ejerce su libertad de expresión, como si fuera lo mismo la repercusión que tiene el pito del currito que paga su entrada, a la lengua de ella que no piensa pagarla y desde su pomposo despacho larga lo que se le apetece porque es también gratis.

 

Antiguamente muchos se arrepentían de su mala vida y se metían en un monasterio a purgar sus culpas y a enmendar sus errores. ¡Qué vida tan maravillosa aquella en la que se huía del mundanal ruido y se seguía la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido! ¿Por qué, Señor, permitiste que casi desaparecieran esos benditos monasterios? En ellos podría estar la salvación de este país, si tú iluminaras las mentes de esos golfos que nos conducen y decidieran encerrarse de por vida en aquellas magníficas celdas a base de pan y agua. En fin, ¿qué te voy a contar, Señor, que Tú no sepas? Y por eso es mi enfado, porque lo sabes y aquí estamos esperando a que nos ayudes a salir de todo ese personal.

 

Bueno, me voy. No se te olvide echarnos un cable, aunque debes saber que el trabajo que te costó crear este mundo no es comparable al que te va a costar convencer a alguno de éstos para que dimita. Empleamos mucho la expresión: “aquí no dimite ni Dios”,  y ya lo que nos faltaba era que Tú dimitieras. Señor, espero que San Pedro no deje entrar a cualquiera en el cielo, porque, si deja entrar a los que yo me sé, más vale que me hagas un hueco en el infierno.   
 

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