Falló Grecia en su encuentro ante Alemania en cuartos de final de la Eurocopa, porque, en caso contrario, estaríamos asistiendo a la rebelión de los pobres. Lo que no pueden hacer los gobiernos lo está consiguiendo el fútbol. España, Portugal, Italia...y Grecia, los países al borde la quiebra, del rescate de la Merkel y los suyos, los que tienen que recibir órdenes días y otros desde Berlín, desde Boon o desde París o desde la propia Londres se reivindican de la única manera que, por ahora, parecen saber hacerlo, a base de goles, de memoles y de destreza futbolera.
Lástima que los helenos no se comiesen a los germanos porque hubiese sido patético ver la cara de los pusermandamases europeos viendo un pastel compuesto por España y Portugal por una parte y Grecia e Italia por la otra. Me hubiese gustado ver la cara de esa señora Merkel en el palco presidencial, ver qué hacía en lugar de dar esos brincos que daba cada vez que uno de sus delanteros destrozaba el portal enemigo. Más enemigo que nunca.
Enemigo en el terreno de juego y enemigo en el hemisferio económico europeo, en esa euro zona que está tocada por mor de esos pobres a los que, en ocasiones, da la impresión que se les pisotea desde las alturas. El fútbol, como antaño, hay que ver cómo se repite la historia, sirve de bálsamo para curar las heridas no del alma sino del bolsillo.
Recuerdo esas jornadas del 30 de abril y 1 de mayo, en época franquista, donde había encuentros de fútbol a todas horas y hasta corridas de toros, con el Cordobés, Manuel Benítez, como protagonista y cuando los toros tenían tanto tirón como el propio fútbol. Era pasarte las horas delante del televisor para que te olvidases de reivindicaciones laborales, para que el 1 de mayo pasase totalmente desapercibido y se quedase en ese homenaje que el propio general se preparaba en Madrid con la intervención de las secciones femeninas y de organizaciones de la Falange. La rebelión de los pobres era el fútbol, era donde se podía expresar, donde podía maldecir y hasta, si me apuran, reivindicar. Y eso parece que hacen ahora los pobres españoles, portugueses e italianos en la Eurocopa. Decir que no nos pisoteen.