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Lo que queda del día

¡¡¡Lo compro todo!!!

Más allá de la anécdota, del choque cultural, hay tiempo para las preguntas, atravesadas por las incógnitas de la globalización, los modelos de negocio y el afán de liderazgo, constantes que la crisis ha debilitado entre nosotros

Hace ahora exactamente veinte años, el actor Fernando Fernán Gómez iba de gira por los teatros españoles ofreciendo una serie de recitales -él los llamó entonces Recitales de otoño, aunque hoy en día habría estado obligado a llamarlos “monólogos”- en los que incluía una sección que denominaba “Anuncios. Anónimos del siglo XX”. A lo largo del sketch reproducía anuncios por palabras, supuestamente extraídos de la prensa -aunque crónicas más extrañas encontró más tarde Berlanga  en las páginas de los periódicos para incluirlas en su última película, París Tombuctú-.

Con gesto serio y su reconocible torrente de voz, Fernán Gómez iba desgranando cada uno de aquellos anuncios para delirio del auditorio, hasta un extraordinario colofón en el que declamaba:   “Compro alfombras, porcelana,  abanicos, menudencias. Compro bastones, libros, vitrinas.Compro relojes, motos,  trajes, encendedores, mantones de manila. Compro farolas, avionetas, pipas, joyas, fincas, ¡¡compro todo!!”.

Porque no sé si aquel anuncio era real, exagerado, tergiversado o fruto de su talento, o porque, como suele ocurrir, la realidad termina superando a la ficción, esta semana hemos descubierto en Jerez a alguien capaz de declamar con idéntica pasión la necesidad de comprarlo todo; más aún, la intención de compralo todo. Supongo que ya estarán al tanto de la historia: un ciudadano chino ve desde su coche una serie de carteles de “se vende” en la fachada del parque de bomberos y en los camiones, da media vuelta, entra en las instalaciones y pide hablar con el jefe para pedir precio. Como en el anuncio del sketch: “¡¡Compro todo!!”.

El interesado tardó en entender los motivos de los carteles, aunque casi tanto como los bomberos en confirmar que no estaban siendo víctimas de un programa de cámara oculta. Se fue de vacío y puede que inconsciente de la trascendencia de una anécdota convertida en noticia de alcance nacional, sin olvidar el revalorizado sentido que ha concedido a los carteles de “se vende” que hay dispergados por todo Jerez.

Y sí, uno lee la noticia y termina como el espectador de los recitales de Fernán Gómez, por los suelos y muerto de risa, incluso prolongando el gag, adornando el chiste, provocando nuevas ocurrencias, hasta que, con lágrimas en los ojos, alguien concluye: “si no fuera por estos ratitos...”. Pero más allá de la anécdota, del choque cultural, y una vez recuperada la compostura, también hay tiempo para las preguntas, porque seguro que usted también se las ha hecho, y están atravesadas por las incógnitas de la globalización, los nuevos modelos de negocios en expansión, las corrientes dominantes y el afán de liderazgo; en definitiva, todas esas constantes que la crisis ha ido debilitando dentro de nuestro propio sistema productivo y que ha terminado por dar alas al desempleo y torpedear el consumo.

Somos víctimas de un complejo de inferioridad que queda ahora de manifiesto cuando alguien extraño pasa por nuestro lado y proclama: “¡¡Compro todo!!”.

Puestos a comprar, no estaría de más que alguien con posibles -hable mandarín o swahili- presentara una oferta formal por el Circuito de Jerez, ahora que la Consejería de Turismo ha decidido priorizar los gastos sin tener en cuenta la recompensa de lo que, en realidad, es una inversión. El esfuerzo, al final, recaerá entre las tres partes interesadas -Junta, Dorna y Ayuntamiento- y Jerez seguirá contando un año más con su prueba del Gran Premio de Motociclismo, pero el movimiento, la jugada inicial del consejero, pone en evidencia la estrechez de miras con que se afrontan los desafíos del presente, por no entrar a valorar las lecturas políticas que trascienden del cada vez más patente choque entre una Consejería gobernada por Izquierda Unida y las instituciones gobernadas por el PP, algo que, por otro lado, interesa tanto a los populares, a la hora de minar la confianza entre los aliados de la izquierda, como al Gobierno andaluz para seguir pintándole la cara a su antojo a los dirigentes del PP.

Mientras tanto, un señor ajeno a disputas e intereses creados hace una oferta por un parque de bomberos y nosotros seguimos quedándonos con la anécdota, con el  “¡¡compro todo!!”, como si fuera la única opción, o tal vez la más válida para olvidar una realidad insoportable.

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