El escritor Enrique Vila-Matas advertía esta semana sobre la inquietante presencia de macguffins en nuestro día a día. La expresión la acuñó Alfred Hitchcock y puede definirse como el elemento de suspense que sirve como excusa argumental para contar una historia. Da igual si se trata de unos planos secretos, de una sortija o de un veneno mortal; lo importante es que nos ayude a contar algo.
Cuando Vila-Matas dice que están en nuestro día a día no quiere decir que nos los encontremos por la calle, pero sí que se hacen presentes a través de los mensajes de control, confusión y miedo que nos llegan desde los medios de comunicación. El martes, mientras presenciaba la entrevista a María José García-Pelayo en el programa El gato al agua de Intereconomía, acabé con la sensación de haber asistido a una de las manifestaciones más flagrantes de un macguffin a través de la televisión.
El macguffin no era otro que Jerez. Jerez convertido en excusa para que los contertulios del programa dieran rienda suelta a la auténtica cuestión de fondo del asunto: dejar en evidencia la “desastrosa” gestión de las instituciones hasta ahora gobernadas por el PSOE y la necesidad de un partido “salvador” -el PP, por si no lo sabían- para poner orden entre tanta calamidad, que, por cierto, es de lo que va el programa -en realidad, toda la cadena-.
Los que ya durante la emisión del espacio comenzaban a rasgarse las vestiduras y a arremeter contra la alcaldesa por “la (mala) imagen que dio de Jerez”, no parecían advertir la ingenuidad desde la que pretendían destronarla del prime-time nacional, como si se tratase de espectadores estafados que reclamaban la devolución del dinero de la entrada.
Del mismo modo que cuando pones el canal Disney sabes que no te vas a encontrar una película porno, cuando pones Intereconomía sabes a lo que vas, o lo que es lo mismo, a una programación que obedece a una de las líneas editoriales más precisas, previsibles y reconocibles del panorama catódico nacional; tanto es así, que parece responder al dictado del fidelizado teleespectador al que se dirige y contenta, por lo que dudo mucho que los incondicionales seguidores del programa se fueran esa noche a la cama pensando en la penosa situación, no ya de Jerez, sino de su Ayuntamiento, aunque sí en la de los gobiernos municipales que precedieron al de García-Pelayo y en el “ejemplo” que el actual está dando al resto de España para salir de la crisis.
De hecho, el único riesgo de salir en Intereconomía es que cometas algún desliz y al día siguiente te lo refrieguen en El intermedio de La Sexta, que, por cierto, tiene mucha más audiencia y más sentido del humor. Jerez se salvó, pero no la alcaldesa, a la que le recordaron su pacto con Pacheco en 2003 después de criticar el pacto entre PSOE e IU para gobernar en Andalucía.
Parece que muchos de los que la criticaron el día anterior se dieron por satisfechos con la agilidad de reflejos de Wyoming y el descarado desparpajo de Dani Mateo, pero del mismo modo que el equipo de Gobierno no puede hacer ahora con la oposición como si no hubiese pasado nada en los últimos quince meses y tenderles una interesada mano amiga, tampoco podemos hablar del Ayuntamiento como si fuese un invento de Pelayo, y con él, la deuda de los mil millones de euros, porque si se trata de lamentar la imagen que pudo dar en televisión, también habrá que lamentar la de los que contribuyeron en su día a que el Consistorio haya acabado en el pozo en el que se encuentra. Ya saben, el que esté libre de pecado, que tire el primer macguffin, porque esta historia necesita avanzar y no puede contarse por sí misma.
A mí, que ya no me rebela ni Mourinho, solo las decisiones que te tocan el alma y el bolsillo, me quedan algunas cuestiones de aquella noche de San Dionisio, aunque tan intrascendentes como las audiencias de muchos canales de la TDT. Por ejemplo, saber si el equipo de maquillaje de El gato al agua está en nómina de la oposición, si el plato de anchoas es el mismo cada día y qué nos hace tan diferentes al resto de españoles que a esa hora de la noche preferían derramar lágrimas con Bustamante en el programa de Jorge Javier Vázquez en vez de preguntarse si Jerez está sumido en el desastre que describió Pelayo o si esta tierra tiene muchas cosas más por las que sentirse orgullosa. Es lo que tiene servir de macguffin.