Turno para analizar lo que fue una noche en la que nada quedó por suceder. Goles, buen fútbol, errores defensivos y hasta dos remontadas, para algunos de infarto. Pero de toda lectura posible, el resumen se fija en dos vocablos: casta y coraje. O lo que es lo mismo, el ‘carácter’ que destacó Míchel en sala de prensa de sus futbolistas.
El choque ante el Mallorca eran de esos denominados como trampa. Tras dos derrotas consecutivas, la última en Vigo deslizando los rojiblancos su peor fútbol de la temporada, era turno para reaviviar la llama encendida desde el minuto 1 de campeonato por el técnico madrileño. Pero en frente estaba el Mallorca, y peor aún, Caparrós. Un reencuentro hasta la fecha casi siempre halagüeño, pero que más de uno podría pensar que en el preciso instante que se comenzaba a pisar el fino cordel de la estabilidad, el de Utrera podría montarle un lío a su ex equipo.
Y más o menos así fue. El Sevilla, con pundonor y con calidad, ponía el fútbol sobre el césped, mientras que los bermellones esperaron su momento. Uno, tras error de marca de Cicinho. El segundo, después de que Fazio volviera a gritar que no es futbolista para este plantel. Menos mal que fue cosa de un día y que Botía, titularísimo, regresará en Zaragoza.
Ahí apretó los dientes el Sevilla. Un equipo que hace escasos meses se hubiera desmontado haciendo imposible la épica. Es más, desde mayo de 2009 no remontaba un partido en casa, precisamente también frente al Mallorca. Mucho tiempo desligado de la casta y coraje innata de este club. El lunes, con carácter, supo reponerse para vencer y, más importante, demostrarse así mismo que la garra y el buen fútbol sí pueden ir de la mano para ganar partidos.
Dos puntos menos
A pesar de la imagen del colectivo, en referencia al pasado ejercicio, el entonces míster Marcelino sumaba dos puntos más que en la actualidad. Con 16 puntos era 4º (ahora, 14 y es 5º), pero muy pronto llegaría el declive del equipo sevillista.