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Curioso Empedernido

Marco Preciado

Marco había aprendido a apreciar la vida y sus circunstancias, se sentía feliz, pero no practicaba la autosatisfacción. Quería una cosa y soportaba justo la contraria en un alarde de asumir sus paradojas y contradicciones...

Marco había aprendido a apreciar la vida y sus circunstancias, se sentía feliz, pero no practicaba la autosatisfacción. Quería una cosa y soportaba justo la contraria en un alarde de asumir sus paradojas y contradicciones. Se había convencido que tener valor no era sinónimo de las falsas bondades y generosidades, sino de luchas y sacrificios.

En sus reflexiones y análisis de aquellas tardes de lluvia asomado a la misma ventana desde la que había visto crecer a tres generaciones, aprendió a ser humilde y entender que la llave del éxito la otorga fundamentalmente el conocimiento de  las cosas.

Lo que nunca era capaz de superar era la perplejidad que le producía, como aquellos memos que no tienen ni zorra idea de nada y carecen de opinión propia, contradicen por sistema la de los demás, quizás por la necesidad de que se les note o tal vez por pura osadía de hacerse valer aunque sea a través de una tontería.

Preciado, a sus sesenta y tres años, había conseguido aprender el texto de su vida  y poder explicar con claridad lo que estaba haciendo en cada momento, lo que no era poca cosa, y para colmo de bienes ejercitaba el sentido común.

No sabía si era un sueño o una realidad, pero se movía entre el déjà vu y el jamais vu en una especie de turbulencia, que era más un tornado o una tormenta perfecta en la que había borrado las lágrimas, huía de los desprecios y se negaba a utilizar los insultos como una práctica de relación con los otros.

Una de las cosas que más le enfadaban era la mentira y el populismo como arma política, con el único propósito de  ganar voluntades y conseguir votos. Tampoco le entusiasmaba el pasarse los días entre emociones y afectos,  engaños y desengaños, entre daños y sufrimientos.

Lo probable y lo previsible eran dos variables con las que siempre había tenido que moverse, y le proporcionaban una perspectiva que le impedía enfadarse demasiado por casi nada, y le motivaba a descubrir que todo tiene su lado positivo, y que era mejor dejar de ser un problema para convertirse en una solución.

A pesar de las muchas frustraciones y carencias que había tenido que superar, nuestro Marco Preciado no era una persona temerosa ni huidiza, sino que con dedicación y paciencia era capaz de afrontar grandes retos, y estudiaba con detenimiento las oportunidades, conocía los que le rodeaban y comparaba e interpretaba adecuadamente todos los mensajes que le llegaban.

Ante las dificultades, ni se arrugaba, ni se aflojaba, ni se amedrentaba  y sabía disfrutar de cada momento sin hacer categoría de la anécdota  y planteándose de forma realista nuevas metas y desafíos utilizando todas sus habilidades, dones, facultades y talentos para hacer de cada ocasión, un tiempo y espacio único e irrepetible.

Nuestro personaje se preciaba de aprovechar todas las oportunidades que le salían al paso con sensatez y equilibrio, haciendo de su vida un lujo para disfrutar en cada instante y sabiendo encontrar en cada situación el núcleo gordiano de las cuestiones en medio del caos.

Ahora, desde la misma ventana a la que acostumbraba asomarse a diario, veía el otoño  y sus efectos en todo lo que le rodeaba y tenía la sensación, a pesar de todo, de  que el futuro podía ser mejor.

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