El tiempo en: Jaén

Curioso Empedernido

Pancomio Plumero

Tal vez era esa angustia creadora, lo que le hacía retrasar la hora de emprender la aventura. No sabía muy bien si iba a dar en la tecla con aquella novela de misterio

A lo largo de su vida había imaginado miles de veces como sería el día en el que presentara su primer libro, y cuando ocurrió, nada era como lo había supuesto. Todo aparentaba más normalidad y menos magia, más preparación y menos encanto casual.

Durante muchos años había esperado aquel momento. Había cultivado el artículo periodístico, el ensayo y el relato breve. Se había esforzado en dar lo mejor de sí mismo. Sin embargo aun no había escrito su gran historia y en el fondo de sí, sabía que tenía las ideas, los personajes  y el argumento para interesar a sus lectores, pero no encontraba nunca ese tiempo para ponerse a la tarea.

Tal vez  era esa angustia creadora, lo que le hacía retrasar la hora de emprender la aventura. No sabía muy bien si iba a dar en la tecla con aquella novela de misterio. Tras muchas dudas, una vez más decidió postergar el comienzo de la misma para mejor ocasión, ya que se encontraba atrapado en una disyuntiva entre el trampolín y la trampa de la que era incapaz de salir.

Estaba agotado. Necesitaba airearse, darse una vuelta y liberarse de esa obsesión que además de absorberle le inutilizaba, por eso había decidido salir a pasear y despejarse. Se sentía angustiado y confundido. Quería dedicarle todo el día a su familia. Estaba seguro que esto le beneficiaría.

En medio de aquella incertidumbre y confusión, había momentos en los que experimentaba miedo, tal vez porque veía amenazada su posición y sus aspiraciones, y aunque se sentía fuerte, incluso en ocasiones, un hueso duro de roer y bastante tozudo, últimamente no había logrado muchos éxitos, más bien todo lo contrario.

Muchas veces dudaba, si algunas de las cosas que le estaban sucediendo eran ilegales, lo que si estaba cada vez más seguro es que eran indecentes o al menos no estaban de acuerdo con el concepto de dignidad que el había mantenido a lo largo de su existencia.

Pancomio, se encontraba en un momento que era cuando más necesitaba pensar, más precisaba poner atención en escuchar a quienes le querían bien. Casi nunca dejaba de sonreír y hacer gala de sus encantos, y no se conformaba con las buenas palabras si detrás no veía serios indicios de realidades.

Solía brillar por su carácter agradable y su afabilidad, aunque no se dejaba convencer con facilidad. Era ordenado y sistemático y cuando veía todo claro, planificaba el futuro con calma y tranquilidad, lejos de falsas tapaderas, caridades y filantropías y con la certeza que hay voces que curan y palabras que matan.

Era capaz de superar estupideces superfluas, ser comprensivo con las más variadas chorradas y no dejarse amilanar por quienes creyéndose en posesión de la verdad, intentan pontificar sobre todo lo que les rodea, diciendo que es lo que debe hacer cada cual y que les está vedado.

No era habitual que se mostrara pusilánime ni explotara la letanía de la queja. Había aprendido a hacer frente a las dificultades con el mejor de los ánimos y era un maestro en hacer guiños a la esperanza, aunque en alguna ocasión hubiera tenido una debilidad o hubiese dejado lugar para una pasajera depresión. Sabía que admitir las criticas, era el mejor camino para aprender y que la dignidad y la decencia eran sus dos señas de identidad.
                    

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