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Curioso Empedernido

Apapucio Perverso

Y un día llegó su otoño. Su decadencia fue dura, porque todos aquellos que le había alabado y dorado la píldora, se situaban lo más lejos posible de su presencia

No sabía cual era su ideal ni jamás, en su desvergüenza lo había pretendido. Nunca, esas cosas, con más o menos fortuna, formaban parte de sus intereses y no lograban quitarle el sueño. Apapucio permanecía pegado al suelo, sin más horizontes que intentar sobrevivir cada día.

Pero al final, tanta adoración a la desideologización, tanto sacrificio para ser esclavo del mercado, había merecido la pena. Hoy, estaba allí, con todas sus medallas y condecoraciones, con todos sus méritos y reconocimientos era una persona rica y acomodada. Eso si, sin valores ni principios. Nadie le podía toser, y había logrado sin compasión todo cuanto se había puesto en su camino.

Ya era el momento, en el que nuestro personaje, dominaba ese difícil y detestable equilibrio entre las bonitas palabras  y las malas intenciones. Hacía tiempo que había dimitido de la decencia y había subastado su ética y su moral a los mejores postores, y aunque, a decir verdad, los tributos cobrados eran muchos, también eran muy altas las contraprestaciones y las servidumbres.

Como no tenía ética ni estética  hacía lo que le venía en gana, y utilizaba todo tipo de remedios y recursos en su beneficio, sin que por ello le generase ningún tipo de angustia y confusión. Era consciente que toda gloria era transitoria y que lo mismo  podías estar en la cresta de la ola que en la más profunda de las simas.

Tampoco ignoraba, que el que más y el que menos, está más solo de lo que parece, y busca desesperadamente a quien colocarle la voz de su mismidad y tristeza .Nunca había sido trascendente en sus actuaciones, pero siempre había estado dispuesto para cometer todo tipo de tropelías con tal de que sus victimas no consiguieran alcanzar sus objetivos.

A lo largo de su vida se había convertido en un gran especialista en fullerías y trampas, en convertir en fango la tierra, en sucio lo limpio, en chantajear a todo el que se dejara. Su capacidad de corromper había igualado a la de corromperse y había aprendido a  hacerlo de todas las maneras posibles.

Su descremiento hacia todo y todos, su cinismo y amoralidad le habían convertido en el perfecto mercenario al servicio de quien le pagara bien. Había sido educado en la deslealtad y la traición y a vivir de ellas, sin ningún pudor ni problema de conciencia.

Eso si, procuraba siempre estar en el mercado para comprar la llave necesaria o empujar la puerta precisa y como interpretaba con maestría el papel de persona afable y generosa, en una primera impresión y hasta que la gente se daba cuenta de la estafa y se quitaba la venda, era un encantador de serpientes que sacaba todo lo que podía hasta la próxima victima.

Sus principales objetivos, eran aquellos doctores de las perogrulladas que se consideran los más listos del mundo, o bien los magos de la buena fe que piensan que la humanidad es una escuela de bondad y que no hay porque desconfiar de nadie.

Y un día llegó su otoño. Su decadencia fue dura, porque todos aquellos que le había alabado y dorado la píldora, se situaban lo más lejos posible de su presencia, y preferían seguir pasando por ingenuos y reivindicando quimeras, a que alguien le pudiera relacionar con semejante sinvergüenza.

Había sembrado odios y ahora recogía rechazos, había provocado fuegos y se encontraba quemado y tras muchos esfuerzos en estar solo, por fin había conseguido su objetivo.

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