Evodio era muy despistado.En demasidas ocasiones se olvidaba hasta de su nombre. Dentro de la monotonía de cada día intentaba distraerse con algo sencillo. Procuraba no tomar decisiones que luego le perjudicarán. Para él, que era un ser vital, lo más importante eran sus encuentros con el ser amado, íntimos y pasionales y cuidar de su salud.
De higo a breva se daba un triunfo que le subiera la autoestima, aunque en ocasiones debía controlar sus impulsos y arrebatos, con los que en cinco segundos echaba a perder lo que le había costado tanto tiempo conseguir y alimentar.
En su hiperactividad, aunque lo pretendía, no podía estar en todas partes a la vez, pero también con los años había aprendido a esperar sin desesperarse y a asumir que el tiempo cura casi todas las heridas, pero evitaba decir las cosas que no pensaba y que después podían pasarle factura.
Su memoria repleta de recuerdos y vacía de olvidos, le impulsaba a agudizar el ingenio y estar en permanente renovación con sosiego y buena letra, afrontando con su capacidad dialéctica los argumentos que le presentaban y utilizando su enorme habilidad para darle la vuelta a las cosas.
La realidad, como siempre, resultaba paradójica y contradictoria, por lo que Evodio iba por libre, sin importarle demasiado lo que pensarán de él. Entre inocencias y culpabilidades, se había propuesto vivir el día a día, sin dejar de ser prudente, ni cómplice de nada ni de nadie.
Muchas veces se planteaba hacerse una limpieza mental y contemplar con otros ojos el futuro, en los que sobraban los brochazos de los chapuzas, los manejos de los manipuladores, el secretismo de los conspiradores, los bostezos de los aburridos, las presiones de los chantajistas y las habladurías de los difamadores.
Su continuo deambular, era un ejercicio de trapecio sin red o un andar en tierra de nadie , en el que el riesgo le subía la adrenalina, pero que le evitaba caer en la nostalgia y la melancolía , y le seguía alimentando las ganas de asomarse al mundo.
Pronto iba a ver las cosas con más claridad, dejando atrás los fantasmas que le resucitaban las inquietudes y desvelos y le desbordaban en sus emociones y sentimientos.Estaba dispuesto a romper las barreras del pasado, a desechar los pensamientos negativos y descubrir alternativas creativas.
La vida de Evodio había sido un continuo aprendizaje en el manejo de sus emociones, en el que a través de su experiencia había apaciguado sus tormentas interiores y relativizado los obstáculos exteriores, no fijándose metas a largo plaza que después no podría cumplir.
Como los buenos vinos había ganado en solera con los años. Entre la ilusión de sus aspiraciones y la desesperación de la realidad, sus acertados planteamientos le hacían conseguir el respeto, aunque en ocasiones sus quiebros irónicos desconcertaban a quienes le conocían, pero era difícil cogerle desprevenido y se resistía a cualquier tipo de parálisis ideológica.
No tenía miedo a los cambios, y una vez más estaba dispuesto a defender sus ideas para que no estrellaran en el rompeolas de las frustraciones, por la envidia y los celos de quienes se decían sus amigos.