El tiempo en: Jaén

Curioso Empedernido

Sinos y Sones

A sus años, en los que había traspasado el medio siglo, Ruperto Receloso, prefería divertirse con las sorpresas y las situaciones insólitas, siendo sensible pero sin adelantarse a los acontecimientos

Estaba dispuesto a rectificar su destino, no creía en los sinos fatídicos  y necesitaba expresar sus temores para recuperar el son y la armonía de sus actos, para volver a tener  confianza y  seguridad  en sí mismo.Ruperto Receloso quería entender porque le sucedían aquellas cosas.

Como casi todos los famosos andaba de un lado para otro, entre reportajes, entrevistas y sesiones de fotos. Entre la genialidad y la necedad, había recibido una información que le estaba haciendo cambiar la visión de la vida, el sentido de la misma y sus planes de futuro.

En esta nueva etapa, en la que había descubierto que los que le parecían los más fieles eran sus mayores traidores, que aquellos que le mostraban su aparente apoyo, procuraban hacerle daño por detrás. Le hacía ir con un tacto y no fiarse ni de la camisa que llevaba puesta.

Sin embargo, no debía generalizar ya que eso le produciría un gran daño, y le impediría avanzar y enriquecerse como persona, No podía permanecer instalado en la polémica permanente, con la exageración como lema y en la contundente suavidad de que “no hay remedio, ni solución y hemos de conformarnos”

Con sus sinos y sus sones, sabía que el mismo hecho de vivir le podía conducir inevitablemente a la locura. Siempre que se encontraba en apuros sacaba su ojo mágico, y lograba ver aquello que a los demás se les pasaba por alto.

RR sentía una atracción fatal por los combates dialécticos, por quedar encima del otro con sus argumentos, por echar pulsos y ganar, por eliminar los privilegios, los monopolios y las restricciones. No entendía ni las servidumbres, ni los emblemas.

Su naturaleza inquieta, estaba a la permanente búsqueda de retos.No necesitaba demasiado para sentirse contento y recuperar la vitalidad.Intentaba pasar inadvertido para no sentirse nervioso e irritable, pero la mayoría de las veces no lo lograba.Debía mantener la discreción y que su presencia no fuera percibida por los controladores de todo lo que sucede.

Era un día de sentimientos encontrados, con alteraciones de rutina y tiempos de discordia, en los que entre conversiones y reconversiones, mostrándose tal y como era, todo le iría bien, aprovechando sus pausas y no dejándose llevar de las prisas, optimizando los beneficios y amortiguando las perdidas.

No le preocupaban y mucho menos le asustaban los oráculos y sus voces, ni estaba preso de la cadena de enredos y desenredos, de esperos y desesperos, que normalmente terminaban en un empujón para eliminarnos de la escena, en lugar de un revolcón para acercarnos en las cenas.

Los acontecimientos inesperados, le provocaban cambios bruscos, mostrándose escéptico ante las promesas y vacunado ante la retórica de los políticos charlatanes, que suelen engatusarnos en su propio beneficio, con más expresiones vacías e innecesarias, que llenas y útiles.

A sus años, en los que había traspasado el medio siglo, Ruperto Receloso, prefería divertirse con las sorpresas y las situaciones insólitas, siendo sensible pero sin adelantarse a los acontecimientos, sin pecar de ingenuo ni provocar falsas celebraciones, sin hacer alardes de posesiones ni atropellos. Estaba entusiasmado, dispuesto a aprovechar aquel golpe de suerte, en la convicción que entre empezar y terminar solo  había un suspiro.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN