Meses atrás, un devoto de la poesía navideña, husmeador de bibliotecas públicas y privadas en búsqueda de piezas curiosas de ayer y de hoy, me comentaba la falta de originalidad temática en la creación navideña de hogaño. Con todos mis respetos, pienso que se equivocaba. Porque los poetas que se acercan al Misterio, lo hacen, en buena medida, con innegable originalidad. Lo mismo ponen ante el Niño a un pollo pión que a un albañil, a Leonardo Da Vinci que a Barbie la muñeca.
Algo de lo que digo -quizá mucho de lo que digo- puede comprobarse en estas “Navidades Modernas”, una Antología del Villancico Actual, que ha preparado y presentado el poeta José Mateos (Jerez, 1960), y que ha editado, con fines benéficos, Libros Canto y Cuento, de Jerez de la Frontera. La antología recoge poemas -y es significativa- la puntualización- posteriores a la generación del 27, por lo que no está representado en ella el maestro Gerardo Diego, renovador del quehacer navideño tradicional, o el propio Rafael Alberti, autor de una deliciosa serie navideña.
La encabezan, pues, y el orden es cronológico, José Antonio Muñoz Rojas, Leopoldo Panero, Ramón Gaya, Federico Muelas y, junto a ellos, destacado -yo lo destaco, al menos-, Luis Rosales. El granadino, con su libro “Retablo sacro del nacimiento del Señor” (Madrid, 1940), cuya edición príncipe me precio en conservar, daba un paso decisivo en el afianzamiento en nuestra poesía del milagro de Belén. Un texto de los “Sermones de Navidad”, de Fray Alonso de Cabrera, precedía a sus versos. El dominico cordobés, considerado como el más notable orador sagrado del siglo XVI, se preguntaba entonces, entre otras muchas incertidumbres: “¿Por qué está tiritando de frío Aquel, por cuya mano de todas las cosas tienen calor?”.
No cabe duda de que esa interrogante ha servido de eje a muchos de los poetas que, a lo largo de los siglos, se han aproximado al pesebre beletmita con limpia mirada y abierto corazón”:
“Difícilmente –escribe José Mateos en su “Nota preliminar”- podría darse un contraste más rico y que despierte resonancias más profundas”; y esa escena “conmovedoramente sencilla y humana del pesebre de Belén… debió de ser para las más humildes, en los primeros tiempos, la revelación fundamental del cristianismo, lejos de la sabiduría neblinosa de los doctores de Alejandría y de Jerusalén”.
Pienso que en lo que en tales doctores, como entre tantos otros, es “sabiduría neblinosa”, en los poetas deviene destello luminoso, contemplación arrobada, palabra clarificadora: gozo y celebración. He nombrado al quinteto que abre el florilegio, pero tras ellos se alinea una nutrida cohorte, que cierra el más joven de los elegidos, Raúl Pizarro, jerezano del 73. No es posible –manda el espacio- consignar la nómina completa, pero sí citar a algunos: Ricardo Molina, Rafael Montesinos, Alfonso Canales, Pablo García Baena, José Luis Tejada, Antonio Murciano, Carlos Murciano, Inmaculada Moreno, Abel Feu, Enrique García-Máiquez…, y el propio Mateos con un amplio ramillete villanciquero.
El libro se enriquece con la aportación, a manera de prólogo, del Pregón de la Navidad de 2012, pronunciado en Arcos de la Frontera por el escritor arcense Pedro Sevilla