En los tiempos que corren ni está de moda y además está mal visto eso de hacer política. Pareciera que hemos vuelto atrás muchos años, que hemos involucionado democráticamente y por causa de un grupo de granujas, sinvergüenzas y mangantes hubiéramos regresado al pasado político y nos halláramos en pleno franquismo con esa recomendación que era el lema de la dictadura “no se meta usted en política”
Tal vez la gente de a pie, los que sufren los recortes y los que trabajan para perder dinero aunque parezca increíble, estén hastiados de tantos lugares comunes, discursos vacíos, frases hechas y manipulaciones emocionales frente a lo que debería ser el sano y saludable ejercicio democrático de la crítica y la autocrítica desde la reflexión, el compromiso y la búsqueda de nuevas ideas.
Quizás la ciudadanía eche de menos el ejercicio de la ética y la gestión de lo público desde la eficiencia y la eficacia, y se sienta cansada que encuesta tras encuesta la desconfianza en nuestros representantes sea una constante que acrecienta el desprestigio y la falta de credibilidad en quienes deberían ser nuestros principales valedores.
Es posible que sea necesario invocar a Montesquieu, para que la separación de poderes deje de ser una entelequia teórica y vuelva de nuevo a constituir una practica esencial en el sistema democrático de nuestro país, máxime cuando tenemos un gobierno, como el del señor Rajoy que tiene la tentación de un poder único y absolutista.
Nos gustaría que lejos del lenguaje barroco y de la retórica llena de buenas intenciones que no se cumplen, hubiera por parte de todas las fuerzas políticas el firme propósito de tolerancia cero ante cualquier tipo de corrupción, fortaleciendo una educación en valores y endureciendo las penas por este tipo de delitos.
Resulta indignante, impresentable e inadmisible que alguien que engaña, defrauda y roba a la ciudadanía sea motivo de admiración o se pasee impunemente ante nuestra narices, entre una aura de listillo, aprovechado y habilidoso por haber burlado las leyes y haberse mofado de nosotros.
Deberíamos seguir gritando y exigiendo en el agora de nuestros pueblos y ciudades reclamando la participación y el protagonismo que nos corresponde en la toma de decisiones, para que las mareas ciudadanas no sean algo esporádico, sino la necesidad de que no nos hurten nuestros derechos.
Si ayer fue Gamonal en Burgos por un boulevard y un aparcamiento que no eran prioritarios sino para los intereses especulativos, hoy la lucha continúa en Málaga contra el tarifazo del agua o en Alicante contra la instalación del crematorio, en Ciudad Real contra la ampliación de la zona azul, en Algeciras la Plataforma de los colectores o en La Línea por una frontera humanitaria.
Hacer política con mayúsculas y con los vecinos, recuperando el crédito y la confianza de los mismos, con el vínculo y el compromiso social y teniendo clara la transitoriedad del encargo que el voto les otorga, frente a la patrimonialización del poder y el afán de algunos de perpetuarse en el cargo.
Deberían primar el esfuerzo y la capacidad de gestión frente a esa tentación de creerse los más listos del mundo, y pensar que el resto de la humanidad es tan gilipollas que no descubre el perverso juego de despreciar el interés general a favor de sus películas particulares, para que no continuaran los que trabajan con la pretensión de ocultarnos la verdad del cuento, que encierran un alma miserable y una actuación mezquina.