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Sevilla

La Feria de Sevilla, mejor para la empresa que para la afición

La finalizada feria de Abril de Sevilla, que este año se celebró íntegramente en mayo, ha arrojado un balance muy negativo en el plano artístico, hasta el punto de que solo se concedieron cinco orejas en las diez corridas con toreros de a pie

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  • Manuel Escribalo a portagayola -

La finalizada feria de Abril de Sevilla, que este año se celebró íntegramente en mayo, ha arrojado un balance muy negativo en el plano artístico, hasta el punto de que solo se concedieron cinco orejas en las diez corridas con toreros de a pie.

En cambio, el balance económico, que no se hará público, será probablemente muy satisfactorio para la empresa Pagés, organizadora del abono, a pesar de que ningún día la Maestranza se cubrió en más de las tres cuartas partes de su aforo.

Esta paradoja se deriva de que, pese a la polémica ausencia de las principales figuras y la consiguiente reducción de público en los tendidos, la bajada de ingresos en taquilla se ha compensado con la aún más acusada bajada de los gastos de contratación, con una inmensa mayoría de toreros de mucho menor caché que los ausentes.

Pero aquí bien valdría decir también aquello de que lo barato acaba resultando caro, pues el balance artístico solo se puede calificar de paupérrimo, con el reflejo de esas pírricas cinco orejas cortadas en corridas de a pie, por ocho en las de rejones, aunque estas haya que contabilizarlas muy aparte.

Y es que, a pesar de que han salido al ruedo sevillano un buen número de toros de buen juego y con posibilidades de triunfo, pertenecientes todos a ganaderías de primera fila, han sido muy pocos los toreros que han estado a la altura del compromiso.

Por mucho que la empresa Pagés la publicitara como "una apuesta de futuro", la feria ha terminado con una extendida sensación de decepción, generada tanto por toreros jóvenes como por veteranos, y que solo se alivia al señalar las pocas actuaciones redondas o verdaderamente esperanzadoras.

Por encima de todas ellas se sitúan la gran faena de Antonio Ferrera a un "victorino" en la última de feria, la actuación del sevillano Javier Jiménez en su prometedora alternativa, varios momentos de Manuel Escribano, dentro de un buen tono general, y la decisión del murciano Paco Ureña, cuyo valor y pureza no fueron del todo valorados.

En un nivel inferior, y más allá de los trofeos, pueden salvarse de la quema el paso por Sevilla de Esaú Fernández, Joselito Adame (ambos con orejas en su estadística), Juan del Álamo y Antonio Nazaré. Y también, aunque con matices, sendas faenas de Enrique Ponce y David Mora.

La habilidosa de Ponce, la figura de mayor nivel que pisó el albero maestrante este año, se valoró muy generosamente por un público agradecido a su detalle de reaparecer en la Maestranza solo un mes y medio después de su grave percance en las Fallas de Valencia.

Y la faena de David Mora, aunque jaleada y orejeada, estuvo a un nivel muy inferior del que exigía y ofrecía la gran calidad de la embestida de "Niñito", el toro de la divisa de El Pilar que optará a todos los premios al mejor y más bravo de la feria.

En la cara opuesta, en Sevilla han decepcionado sobre todo toreros de la parte alta del escalafón, como El Cid, Sebastián Castella, Daniel Luque, El Cordobés y El Fandi, habituales en los carteles de todas las ferias aunque cada vez con menos argumentos.

Y la peor parte se la llevó el gaditano David Galván, que resultó herido de gravedad en el muslo derecho por un manso de Fuente Ymbro, en la que fue la peor corrida de la feria.

Al margen de la grisura, solo el rejoneador Diego Ventura logró abrir este año la ansiada Puerta del Príncipe, contando con la siempre habitual euforia de las corridas de rejones, esa misma tarde en que también triunfó el joven jinete onubense Andrés Romero.

Porque, entre un calor sofocante y un ambiente extraño y confuso, otra de las notas destacadas de una feria con escasos atractivos ha sido la ausencia de los miles de aficionaos que, llegados de todo el mundo, se daban cita cada año en los tendidos sevillanos.

Puede que, también por eso, y con un público de aluvión y casual, haya descendido tanto el nivel de exigencia, y por lo que el de siempre refinado criterio taurino de esta plaza haya brillado por su ausencia.

Apagados ya los farolillos, esta pésima feria ha dejado muchos hechos y matices para la reflexión, si es que se quiere seguir apostando por su futuro.

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