Tertulianos, voceros y ‘badiolas’ de medio pelo escupen sus lindeces estos días acerca del protocolo, de las medidas de seguridad, sobre Excálibur, la auxiliar de enfermera, la ministra; del ébola en fin. Es difícil pensar cómo ocurren algunas cosas en este país con la de listos y analistas titulados que tenemos, pero ocurren. El caso de ébola de la auxiliar Teresa Romero ha provocado una reacción en cadena desde que se detectó el virus que ha dejado al descubierto la muchas discapacidades de nuestros políticos y de nuestro sistema, pero que dejará dentro de muy poco (de hecho ya ha comenzado) la capacidad del ser humano y del españolito de a pie de estigmatizar y amputar todo aquello que ni se conoce ni se quiere conocer. Poco se ha hablado del estigma social que supondrá para toda la familia (incluso amigos de Teresa), en el caso de que consiga salvar la vida, haber sido el primer caso español de ébola. Por los motivos que fuere no solo se vio infectada por el virus, sino que se convirtió, ella y los suyos, en hijos de Caín. Teresa y su familia difícilmente podrán seguir viviendo en Alcorcón y en cualquier lugar donde reconozcan la señal que para el resto de su vida ha quedado grabada a fuego en su frente. Es curioso cómo estigmatizamos ciertas cosas, mientras que aquellas verdaderamente indignas como el caso de las tarjetas de crédito y tantas otras pronto caen en el olvido colectivo.
Jaén
Hijos de Caín
Teresa Romero, la auxiliar de enfermería y toda su familia quedarán estigmatizados socialmente el resto de su vida
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