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Arcos

“Arcos ofrece una inmensa riqueza artística y literaria para estudiar”

María del Carmen García Tejera fue coordinadora del área de Literatura Comparada de la Universidad de Cádiz, pero actualmente centra su trabajo como escritora en el análisis e investigación de la obra de Antonio Murciano

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  • María del Carmen García Tejera -

Hasta su prejubilación, la Profesora María del Carmen García Tejera fue Coordinadora del Área de Literatura Comparada de la Universidad de Cádiz.
      Toda una vida dedicada a la enseñanza de la Literatura y a la práctica de la misma, con un amplio registro de temas y autores y, en lo que respecta a Arcos, una imprescindible labor como fijadora de la obra de nuestro poeta Antonio Murciano. 


Trabajos y estudios sobre Emilio Castelar, Alberto Lista, Fernando Quiñones, Gerardo Diego, Pedro Salinas, poetas andaluces de los 50, etcétera; libros sobre flamenco, sobre poesía femenina, sobre retórica y comunicación... Y, por supuesto, estudios concienzudos sobre la obra de Antonio Murciano. ¿Qué aporta usted de nuevo a todos estos temas y personalidades?
—Sí, he trabajado en ámbitos de investigación muy diferentes, en cada caso con métodos y fines distintos… Pero, en general, con mi investigación -tanto la individual como la que he desarrollado con José Antonio Hernández Guerrero- he procurado siempre arrojar un poco de luz sobre personalidades o temas poco o mal conocidos, situarlos en su contexto adecuado, aclarar confusiones… En definitiva, intento ofrecer nuevos enfoques para propiciar un mejor conocimiento -o el conocimiento de facetas diferentes- de los escritores o asuntos analizados, dirigidos no sólo a especialistas en las diversas materias: me interesa muchísimo la divulgación, la posibilidad de poner los resultados de mi investigación al alcance de cualquier público que pueda estar interesado. Mis estudios sobre la obra de Antonio Murciano se remontan a los inicios de mi actividad investigadora: concretamente analicé su obra flamenca (poemas y coplas) en mi tesis de licenciatura (o tesina) en Filología Moderna; más adelante, en mi tesis doctoral en Filología Hispánica, me ocupé de los elementos populares que impregnan toda su obra poética. En ambos casos (sobre todo en el primero) se puede decir que rompí algunas barreras: era poco frecuente entonces, e incluso en algunos casos estaba mal visto (hablo de mediados de los años 70 del pasado siglo) estudiar a un autor vivo, en plena actividad creadora. Todavía más extraño resultaba admitir ¡en la Universidad! trabajos de investigación relacionados con el flamenco (aunque en este caso se tratara de un autor culto que creaba, también, poemas y coplas). Podría decir -en argot taurino- que entonces hubo “división de opiniones”… En fin, se trata de una curiosa historia cuyo relato sería largo y no viene ahora al caso. Como resumen, lo importante es que hoy en día, Antonio Murciano está considerado por unanimidad como el poeta que, en extensión y en calidad, más ha aportado al mundo flamenco (tras más de 60 años de creación), cuya obra se nutre, en gran medida, en la tradición poética popular (popularista, neopopular...) española. Además, en la actualidad, cualquier universidad española (no sólo andaluza) cuenta con cátedras de flamenco, actuaciones de artistas, talleres, ediciones de libros...


Su pasión por la obra del arcense Antonio Murciano no es nueva. Hace años publicó el libro “La poesía de Antonio Murciano.- Creación y recreación popular”, que es hoy todo un clásico en el estudio de este poeta. ¿Qué particularidades ve en la poesía del poeta y flamencólogo autor de “Fe de vida”?
—El libro que cita nace de mi tesis doctoral. Por casualidad, apareció el mismo año (1986) que mi estudio sobre su obra flamenca (procedente de mi tesina). Pero me alegro de que, junto a esta faceta –popular y flamenca- de Antonio Murciano, se refiera a Fe de vida. Quizás el éxito de su obra popular y flamenca ha relegado a un segundo plano otras muchas e importantes líneas temáticas presentes en su amplísima producción: me refiero a su poesía amorosa (en sentido amplio), su poesía existencial (sobre el hombre y sus circunstancias, sobre el tiempo), su poesía religiosa… todas ellas de extraordinaria calidad poética y, por desgracia, menos conocidas, al menos en algunos ámbitos. Aunque habría que matizar muchos aspectos, yo destacaría como uno de los elementos fundamentales en la poesía de Antonio Murciano un acusado sentido del ritmo (para mí, la clave indispensable de toda creación poética), una extraordinaria eufonía que invita, más que una lectura silenciosa, a la declamación del poema, y que se hace patente no sólo en sus coplas y en su poesía cancioneril, sino en todas sus composiciones. La suya es también una poesía manifiestamente sensual, no sólo por esta cualidad “sonora” (perceptible también en el léxico que emplea, de enorme riqueza), sino por su enorme capacidad de evocar sensaciones visuales, táctiles… Por otro lado, sus constantes creativas son de una extraordinaria sencillez, en lo que dice y en cómo lo dice, lo que propicia una inmediata conexión con el oyente o el lector que, a su vez, se puede sentir plenamente identificado con el poema. También destacaría en la poesía de Antonio Murciano un acendrado andalucismo, entendiendo por tal una profunda vinculación a sus raíces: a su tierra y a su paisaje, a su pueblo, a  sus gentes, a sus tradiciones y a sus manifestaciones culturales…; una peculiar actitud vital reflejada en su concepción del tiempo, de la vida y de la muerte que se traduce en una visión profundamente esperanzada  de la existencia humana… Y, por último, llamaría la atención sobre lo que yo denomino su inmensa “generosidad poética”: es un poeta siempre dispuesto a homenajear, a elogiar, a alabar a poetas, a artistas de todos los ámbitos, a personas de cualquier condición… En fin, y para resumir: hay que leer más la poesía de Antonio Murciano; toda, desde luego, pero especialmente la menos conocida…



Lo último sobre este poeta es una recopilación de sus entrañables nanas. A la antología acompaña usted un estudio muy clarificador sobre esta modalidad poética. ¿Sigue en vigor la nana maternal, ese canto rítmico para adormilar a los niños?
—Bueno, se trata de un breve estudio que ha desbordado mis previsiones e intenciones… de lo que me alegro extraordinariamente. Se me ocurrió incorporar, como apéndice, sus nanas -las publicadas, las grabadas por diversos intérpretes, algunas inéditas…-. Incluso muchas de las ya publicadas, al encontrarse muy dispersas por su obra, no eran muy conocidas. Y creo que éste ha sido el mayor éxito de este cuadernillo: reunir en él la variedad y diversidad de nanas que ha escrito Antonio Murciano, todas bajo el denominador común de ese inconfundible sentido rítmico que comentaba antes -esencial en una nana- y también de esa especial ternura, rasgo también presente en muchas de sus creaciones. Sin duda, las madres (a veces también los padres) siguen cantando nanas a los niños: a mí me las cantaban cuando era pequeña y, a mi vez, yo se las he cantado a mis hijos… Prueba de esta vitalidad es que incluso conocidos artistas (estoy recordando a Pasión Vega, por ejemplo) las siguen grabando e interpretando, e incluso hay recopilaciones recientes, como El gran libro de las nanas (2009) o El pequeño libro de las nanas (2010), ambos editados por Carmen Riera (el primero, por cierto, incluye una de las nanas de Antonio Murciano: sus “Variaciones para una nana de ‘Los Panderetos’ “).


¿Qué momento vive la Universidad en la España actual?
—La situación actual tantas veces denunciada -masificación, escasas salidas laborales en muchos casos, decepción de alumnos y profesores, falta de preparación, carencia de medios…- procede de un complejo cúmulo de circunstancias que no es posible analizar en pocas líneas, pero que necesita de una profunda remodelación en la que deben intervenir diferentes instancias pertenecientes a distintos ámbitos. Además, siempre resulta más fácil culpar a “los otros” de los problemas; pero entiendo que si todos y cada uno de los miembros que formamos la comunidad universitaria examináramos nuestra parte de responsabilidad en el estado actual de la Universidad e intentáramos, honestamente, aportar nuestro grano de arena para mejorarla, la situación cambiaría. Hay crisis, sí, pero yo pienso que las crisis (al implicar cambios) son inevitables e incluso necesarias. Y de ellas se puede -y se debe- salir fortalecido. Creo que es, hoy, el gran reto de la Universidad española. Soy optimista en este sentido.


¿Nos explica sus actuales proyectos como escritora?
—Tengo muchos, algunos sin definir aún: ocurre que, al organizar mis papeles, encuentro estudios ya iniciados que necesitarían alguna remodelación... Y aún tengo pendientes de publicación varios trabajos. También sigo colaborando con Antonio Murciano en la digitalización de algunas obras suyas o en la preparación de reediciones, de nuevos libros… Por concretar en lo más inmediato, ahora me ocupo del estudio de las ideas literarias de José Joaquín de Mora, un gaditano a caballo entre los siglos XVIII y XIX  (literato, político, traductor, creador de planes de estudio e inspirador de constituciones en diversos países de Iberoamérica), más conocido en muchos países de la América Hispana que en su propia tierra, algo que, desgraciadamente, suele ocurrir... Este trabajo forma parte de un Proyecto de Investigación titulado “La cultura literaria de los exilios españoles en la primera mitad del siglo XIX” que coordina Alberto Romero, Catedrático de Literatura española de la Universidad de Cádiz.


Y al margen de los trabajos sobre Antonio Murciano tiene usted otros relacionados con Arcos. 
—El conocimiento de la obra poética de Antonio Murciano me llevó, por extensión, a tratar sobre algunos aspectos, actividades literarias y escritores de Arcos: en el estudio que publicamos José Antonio Hernández Guerrero y yo sobre Los poetas andaluces del 50 nos referimos lógicamente a la presencia y a la importancia de la revista y el grupo “Alcaraván” y, por supuesto, aparecen incluidos los dos Murciano y Julio Mariscal. Sobre la tradición literaria y  las revistas arcenses (desde Alcaraván hasta Calima) he dado en Arcos alguna charla (además de tener la oportunidad -y la enorme suerte- de reunirme en alguna ocasión con los promotores de Calima); también he impartido una conferencia sobre la presencia de los hermanos Cuevas en Alcaraván. Con un artículo publicado en el cincuentenario de Alcaraván (en la revista Extramuros de Granada) obtuve el Premio Nacional de artículos periodísticos José y Jesús de las Cuevas el año 2000; participé en el jurado del Premio Alcaraván de Poesía creo que en 2004… También he escrito algunas reseñas para la revista “Piedra del molino”, que dirige el poeta Jorge de Arco. Lo más reciente ha sido la publicación de un ensayo titulado “Pedro José Moreno Rodríguez y Emilio Castelar: historia de una lealtad inquebrantable” en la Revista del Ateneo de Cádiz este mismo año…  Y es que Arcos, además de un lugar maravilloso para visitar, ofrece una inmensa riqueza artística y literaria para estudiar y difundir.

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