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El Loco de la salina

Los esteros y La Isla

Nuestros nietos se preguntarán en qué estábamos pensando para dejar escapar la gran oportunidad de lanzar hacia adelante a una Isla metida de lleno en el paro.

No sé qué loco se atrevió a decir: Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Y lo dijo bien. Me explico. Tenemos en La Isla todo un maravilloso mundo de esteros, que supone una riqueza natural impresionante y estancada desde tiempos inmemoriales gracias a la falta de iniciativa de nuestras queridas autoridades y a la indolente forma de ser de los cañaíllas. Los tenemos ahí como el que tiene unos charcos que no acaban de secarse por sí solos en la puerta de su casa.

Pues bien, como los esteros no vienen a La Isla, entre otras cosas porque sienten en sus carnes el desprecio con que los tratamos, es La Isla la que tiene que ir a por los esteros, igualito que Mahoma. Si por lo que estoy contando se le ocurre pensar que estoy loco, siga pensándolo que por buen camino va, pero alguien tenía que decirlo.

Cuento todo esto, porque la Asociación de Hosteleros de San Fernando (Asihtur), a cuyo frente está Lolo Picardo, alma de la Venta de Vargas y hombre que siempre se vuelca por las cosas de esta Isla de nuestros pecados, ha debido pensar que hasta aquí habíamos llegado, ha cogido el camino de las afueras de La Isla y se ha traído con mimo y cariño ese mundo de esteros juntamente con los peces que los habitan, hasta la Plaza del Rey.

Después del despesque que se tuvo que trasladar al viernes por culpa de la lluvia, se ofreció a todos los cañaíllas que pasaban por allí pescado de estero hecho sobre sapina y preparado en tejas, como se comía antiguamente, al precio de 2 euros incluida la teja, dinero que será entregado a la familia de Lucía que lucha contra el síndrome de Rett. El inmenso sabor que tiene el pescado de estero es inigualable. Estaba riquísimo y es la primera vez que el olor a estero y esencia de mar impregnaba toda la Plaza del Rey. Nunca se había hecho anteriormente y, aunque los derrotistas vean solamente defectos y pongan, como siempre, las correspondientes pegas a cualquier cosa que se haga aquí, es de admirar la lucha de algunos paisanos por hacer que La Isla brille con luz propia en este mundo tan competitivo de la gastronomía, a pesar de esos amargados. Pero ya se sabe que si estos señores de siempre ladran es clara señal de que cabalgamos.

Yo pienso (de vez en cuando lo hago) que los esteros bien podrían darle de comer a media Isla. La otra media podría vivir perfectamente del turismo, cuando se recuperen los terrenos de Camposoto, cosa que solamente saben Dios y quizás Rapell. Si no explotamos nuestra riqueza natural, es sencillamente o porque no sabemos, o porque supone demasiado trabajo organizar una producción en cadena de nuestra riqueza más característica.

En todo caso, es para pegarnos y corrernos a cates por toda la calle Real. Nuestros nietos se preguntarán en qué estábamos pensando para dejar escapar la gran oportunidad de lanzar hacia adelante a una Isla metida de lleno en el paro. Asihtur está poniendo un gran esfuerzo en impulsar el conocimiento de nuestros productos más característicos. Por ello se está celebrando ahora la II Feria Gastronómica y del Estero en la Plaza del Rey.

En las casetas allí instaladas se está ofreciendo al público variadas tapas compuestas de pescado de estero, y por otra parte las actividades que Asihtur está desarrollando en la Plaza del Rey son tan numerosas que no las describo, porque la lista no cabría en el breve espacio de esta columna. La Isla ha vivido y sigue viviendo de espaldas al mar, como si la vida no le fuera en ello. Una pena, pero es así de triste.

Espero, antes de que me suelten y pueda volar lejos de este manicomio, ver con mis propios ojos cómo los esteros se colocan en la primera fila de la producción que esta Isla es capaz de proporcionar al mundo, y de paso, ya puestos, ver cómo funciona el tranvía. Esto ya es más complicado.

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