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La escritura perpetua

El gran Sergio Ramos

En un partido del Sevilla, hace años, durante un trofeo Colombinoa, de pronto emergió un joven y desconocido futbolista con una potencia física descomunal

En un partido del Sevilla, hace años, durante un trofeo Colombino en Huelva, de pronto emergió un joven y desconocido futbolista con una potencia física descomunal y un fútbol sublime, que jugaba de defensa central, subía al ataque, o bajaba a cortar balones en las bandas, siempre como atravesado por el don de la ubicuidad. La pregunta recorrió rápidamente las gradas del Nuevo Colombino. El público se interrogaba sobre quién era ese central rubio y con melena que sorprendía a todos. Hasta que alguien dijo: “Se llama Sergio Ramos”. Y Sergio Ramos, que procedía de las categorías inferiores del Sevilla, pasó pronto desde los campos en los que se practica un fútbol de mazo y turbina a esos estadios en los que el balón se convierte en un elemento de seda, sin dejar de tener nunca el temple de un torero -nació en Camas- que se disfraza de futbolista. Sergio Ramos es una mezcla entre Santillana y Fernando Hierro, pero sobre todo es Sergio Ramos, el jugador que conecta directamente con la esencia del Real Madrid.

Sergio Ramos es un jugador decisivo, quizás el más decisivo que ha tenido el Real Madrid en los últimos lustros, pero sobre todo es una persona de ley. Dicen que en Sevilla conserva amigos de toda la vida, y la defensa de alguna causa perdida que ha liderado en el Madrid le quitó hace tiempo el favor de la zona noble del Bernabéu -también de Florentino, o sobre todo de Florentino-, pero unos y otros han de aclamar a Ramos porque se ha elevado a la categoría de mito, con la seguridad de que cuando pasen unos 30 años y él ya sea mayor, el Bernabéu coreará su nombre cuando el Madrid necesite marcar un gol salvador en el minuto 92 de partido.

La historia del Real Madrid no olvidará nunca a Sergio Ramos. Su gol al Atlético en la final de la Champions de Lisboa -también marcó en la de Milan-. El tanto al Sevilla en la final de la Supercopa de Europa. Y al Barça, en Liga, en el último Clásico. O al Deportivo, el sábado. Goles sobre la campana. Todos de cabeza. Todos épicos. Todos hechos de coraje andaluz. Y al final de esos partidos, Sergio Ramos formuló declaraciones a los periodistas con su acento sevillano, y se marchó junto a Pilar Rubio, su pareja, no para sentirse leyenda, sino para tomar una Cruzcampo.

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