Ideas, opiniones y versiones es lo que se han recogido desde el pasado mes de diciembre hasta mediados de enero dentro de la segunda parte del análisis de diagnóstico del plan estratégico de Servicios Sociales. Para ello se ha entrevistado a técnicos del área a diagnosticar así como a asociaciones sociales que son las que verdaderamente palpan el sentir de la ciudad. “Es un trabajo de campo”, explicó Gabriel Robles, compuesto por 12 entrevistas y tres grupos de discusión que han derivado en más de 230 páginas de transcripciones. “Han participado 43 personas en seis lugares distintos”.
En un primer momento se analiza la imagen de la ciudad, partiendo de principios de los 80, como “momento idílico, que deriva en la transición industrial y de servicios”, dando paso después a la recesión de 2008-2010, para en 2014 reflejarse una serie de problemas laborales y organizativos, según el estudio, derivado de la “salida de trabajadores de Servicios Sociales, una mayor carga de trabajo y el derivado deterioro del clima laboral”. Estos hechos “desbordaron el nivel de atención de los Servicios Sociales”, aclara Robles.
La foto de la ciudad dentro de los discursos ofrecidos por los entrevistados hace referencia al pesimismo, la “poca fe en el futuro, y la percepción de una excesiva protección social”. El hecho de que aparezca un “emprendimiento subalterno” deja de manifiesto que uno monta un negocio “no porque quiera sino porque no encuentra trabajo”. Sin embargo, también queda constancia de que la propia ciudad es un valor.
Existe también una serie de fuerzas externas que por ejemplo, culpabilizan de la situación a entidades como la UE o el Gobierno central, explicó el coordinador del trabajo, así como se aprecia el localismo “como trinchera de defensa”. Conceptos como la picaresca para “sobrevivir” siguen presentes o la familia y las redes de apoyo como sustento para quienes no tienen.
También se percibe un “empoderamiento negativo”, centrado en el individualismo, egoísmo, llegando incluso a la agresividad para conseguir recursos, apunta Gabriel Robles.
En cuanto al funcionamiento de los servicios sociales destacó la profesionalidad del personal, que se pida orden y control, a la vez que se está supeditado a la burocratización. Este hecho provoca una “falta de cohesión palpable. Las profesionales están en situación de esquizofrenia, y de ahí que pierdan la ilusión e incluso la credibilidad”. También se ha visto reflejado en el estudio la dicotomía político versus técnico a la hora de justificar los problemas.
Como objetivos se marcan: mover la organización de los servicios sociales hacia un modelo de intervención, frente a las prácticas asistenciales; situar los derechos sociales de los ciudadanos como prioridad de los políticos y acciones de la institución y fortalecer los servicios sociales a través de una reorganización.
Reacción política
La concejala de Servicios Sociales, Ana Fernández, destacó tres aspectos importantes: “valoraciones sobre el espacio. Los continentes son tan importantes como los contenidos, y a día de hoy no existen espacios amables para la población más vulnerable”. De ahí que puedan plantearse cambios de edificios.
Asimismo, también se ha puesto de manifiesto “la necesidad de un modelo distinto de trabajo, tener más autonomía y huir de los procesos estandarizados. Se necesita un cambio de modelo asistencial y transitar a uno más integrador y donde la persona tenga un espacio de corresponsabilidad.
La previsión es que el plan, que tendrá una vigencia de cuatro años, esté listo antes del mes de junio, con medidas a corto, medio y largo plazo. Entre ellas está la ampliación de personal, según explicó la edil de la delegación municipal de Servicios Sociales, que debe ceñirse a la Relación de Puestos de Trabajo y a las leyes de contratación local vigentes a nivel nacional.