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Sevilla

El ancestral odio sevillano al patrimonio histórico

Volvemos sobre un tema lamentable: la destrucción de placas públicas que contenían trazos de la historia de Sevilla...

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  • Placas conmemorativas -

Se han perdido decenas de placas que recordaban la altura de las aguas en riadas históricas, como fueron las de los siglos XVIII y XIX. Apenas a cien metros de la esquina de la calle Santa Ana, está la calle Barco, también esquina con la Alameda de Hércules. Las tres primeras fotografías que insertamos en la página informan del proceso destructor que impera en nuestra ciudad.

Volvemos sobre un tema lamentable: la destrucción de placas públicas que contenían trazos de la historia de Sevilla. Cada vez que se derriba un edificio con placas, se pierden. Ni propietarios de fincas, ni técnicos de las obras, ni lo que es aún peor, las autoridades municipales culturales, tienen el menor interés en conservar las placas históricas que informan de riadas. No hay derecho. Poco a poco están desapareciendo las señas de identidad histórica de las calles de Sevilla, y encima el Ayuntamiento lo consiente. Puede decirse que ya se han perdido decenas de placas que recordaban la altura de las aguas en riadas históricas, como fueron las de los siglos XVIII y XIX.

Desde mediado los años ochenta, hicimos fotografías de parte de las casas antiguas que tenían placas en las fachadas. Placas que eran casi todas de riadas antiguas, donde se dejaba constancia escrita de la altura alcanzada por las aguas de inundaciones muy importantes, una costumbre iniciada en el siglo XVIII. Este es el caso del edificio de la calle Santa Ana esquina con la Alameda de Hércules, que reflejan las primeras imágenes. Ya  ruinoso mediado los años noventa, había mantenido durante muchos años la placa que recordaba la riada de 1796, que fue enorme. En este edificio estuvo el popular establecimiento mixto de bebidas y comestibles llamado “La Sacristía”. Pueden ver la placa debajo del rótulo de la calle Santa Ana, y por encima de la señal de tráfico. Por fortuna, el nuevo propietario del edificio accedió a reproducir la placa y ahora luce en la fachada. Rara avis…

“La Sacristía” fue uno de los establecimientos emblemáticos de la Alameda de Hércules, lugar de tertulias muy populares, como la que dirigía un famosísimo policía conocido como “El Chaval”, Antonio González Serrano, que era jefe de la Comisaría de la calle Peral y escribía mucho en la “Hoja del Lunes” una sección titulada “Desde la ulicha de Peral”, donde contaba curiosidades de la vida delictiva de los años treinta y cuarenta. También “La Sacristía” tenía protagonismo en las noches alegres de la Alameda de Hércules.

Cuando hicimos la primera fotografía, a mediado de los años ochenta, el local estaba ocupado por un taller de neumáticos de automóviles. Pero antes, muchísimo antes, esa esquina tenía para nosotros recuerdos infantiles y juveniles inolvidables. Allí estuvo el bar llamado de “Los Majarones”, y en esa esquina estuvo un puesto de chucherías y juguetes. En esta casa había dos placas, no una, sino dos placas que recordaban la riada de 1796, la que está por encima del rótulo que dice “equilibrados”, y la riada de 1876, que está por debajo, junto a la pintada que dice “Jaz”.

La placa más alta, la que recordaba la riada de 1796, estaba a dos metros y setenta centímetros de alto, lo que daba idea de la enorme altura alcanzada por las aguas. La placa más baja, la de la riada de 1876, marcaba un metro y ochenta y cinco centímetros. Que tampoco estaba mal. De manera que en los siglos XVIII y XIX la Alameda de Hércules era un mar. Hay que tener en cuenta que en esos tiempos aún no estaban hechas las cortas que mejoraron el cauce del Guadalquivir y las aguas se retenían en las zonas más bajas de la ciudad, como era la Alameda de Hércules.

El edificio fue derribado a finales de los años ochenta, y aquí vemos los resultados. Los fotografiamos en enero de 1990. También pueden ver la nueva casa que ha sustituido a la anterior, y en su fachada no hay ni rastro de las placas históricas.

Las últimas imágenes recuperan la memoria gráfica de las dos placas desaparecidas, las de 1796 y 1876, por cierto, no exentas de los efectos del vandalismo.

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