El empresario Quique Pina (Murcia, 20 de enero de 1969), detenido este miércoles en el marco de una operación contra el blanqueo de capitales, siempre ha estado acompañado a lo largo de su etapa como representantes de futbolistas y gestor deportivo por el éxito y por la duda.
Tras no triunfar en el césped como jugador, Pina alcanzó la fama y el prestigio fuera de los terrenos de juego, primero siendo mediador y pieza clave en la llegada de importantes futbolistas a España, caso de Riquelme, Anelka, Saviola o Vieri, y después estando al frente de clubes como el Ciudad de Murcia, el Granada o el Cádiz, del que actualmente es consejero delegado.
Una lesión cuando jugaba en el Mérida le obligó a cambiar el pantalón corto por los despachos. Creó y estuvo a punto de llevar a Primera al Ciudad de Murcia, club que vendió a Carlos Marsá en una operación sin precedentes hasta entonces en el balompié nacional, ya que la plaza de ese equipo en Segunda se trasladó a Granada para ser ocupada por el Granada 74, donde también se enroló.
En la ciudad de La Alhambra cambió de acera para colocarse al frente del histórico Granada CF, que estaba en Segunda B y al borde de la desaparición por las deudas. Se asoció con el italiano Gino Pozzo, actual dueño del Udinese transalpino y del Watford inglés, para llevar a la entidad de la quiebra casi total al saneamiento y a Primera División.
Murciano e italiano tejieron una red de relaciones entre los tres clubes con muchos jugadores cambiando de país y de entidad, a la vez que basaban el éxito económico de los mismos en adquirir un gran número de futbolistas prometedores a buen precio y venderlos posteriormente una vez alcanzado el éxito.
Quique Pina, detenido o no, es poco menos que un dios para el granadinismo después de su salida del club hace un par de veranos, cuando Pozzo decidió vender la entidad al chino John Jiang, lo que supuso su ruptura con el transalpino.
El pasado año Pozzo también fue investigado por la justicia tanto española como italiana por delitos fiscales por el movimiento de varios millones de euros entre sociedades de Italia, España y Reino Unido.
También es Pina algo parecido a un héroe en Cádiz, donde desembarcó tras dejar Granada siete años después de llegar. Los amarillos están cerca del ascenso a Primera y viven su mejor momento de los últimos lustros, lo que evidencia que el éxito deportivo acompaña a Pina allá por donde va, pese a que éste habitualmente esté unido también a las dudas.
No ha habido ascenso del Granada o salvación en la máxima categoría que no haya estado acompañada por suspicacias o comentarios en torno a compras de partidos, acusaciones que siempre han tenido al murciano en el punto de mira pero que nunca se han podido demostrar.
Hace un par de temporadas sí que hubo una denuncia de un particular por un supuesto encargo para amañar un Granada-Las Palmas, incluso LaLiga anunció que se personaba como acusación en este caso, que al final quedó en nada.
Sus enfrentamientos con Ayuntamientos, como el de Murcia o Granada, o con dirigentes propios como le ocurre ahora en el Cádiz con el bando que lidera Manuel Vizcaíno -actual presidente-, también han estado a la orden del día a lo largo de la trayectoria de Pina, que durante su etapa en Murcia ya tuvo diferentes encuentros con la justicia aunque no por temas deportivos.
Ahora se enfrenta a un caso diferente. Actuaciones que parten de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía, dirigida por el juzgado central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, que dirige José de la Mata. Es un partido diferente que el empresario y dirigente no ha jugado nunca.