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San Fernando

A cinco meses vista y al 80% de ejecución, poco más, poco menos

El Ayuntamiento ya deja ver de forma diáfana la grandeza de un edificio que está entre los mejores edificios civiles de España. Y ahora, más.

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Habrá más visitas. Y jornadas de puertas abiertas. Así, en plural. Todo el que quiera podrá visitar el Ayuntamiento restaurado, resanado, remonumentalizado. Primero porque es un derecho de los contribuyentes; segundo porque es lo normal; tercero, porque hay que vender el resultado de una gestión.

La venderán los socialistas y los populares dirán que fueron ellos los que pusieron los motores en marcha. Llevarán razón los dos dos, aunque tirando de hemeroteca, está claro que cada uno tenía señalado un camino distinto.

Este sábado fueron -tres, fueron tres- las visitas de las asociaciones de la ciudad cuando se da por terminado el 80 por ciento de la rehabilitación, cuando se ha levantado lo más pesado y lo más monumental.

Y está bien decir que se ha levantado, porque sólo hay que retroceder a la última visita y en el Ayuntamiento sólo había muros y cielo al raso. Se le había quitado toda la mampostería, todo lo accesorio, todo lo impostado a lo largo de los años. Que a tenor de cómo estaba en esa primera visita, era mucho.

Primero hubo una explicación -tres, hubo tres- en el Centro de Congresos a los representantes de los colectivos por parte del arquitecto director de las obras, Francisco Márquez. Y en esa explicación ya iba explícito un mensaje.

Lo que iban a ver cuando llegaran a la plaza del Rey, se colocaran al casco y el chaleco y entraran al edificio por la puerta de atrás tras recorrer el trecho tapiado de la calle Isaac Peral, era un edificio que no conocían porque nadie vivo lo había conocido.

Las paredes opacas; las zonas oscuras del edificio que se conoce antes de las obra; la tristeza de los tabiques de esas naves convertidas en garaje y en almacén de materiales... todo había desaparecido. No el edificio. Las paredes opacas y las zonas oscuras.

Ahora hay luz

En su lugar ahora hay luz que entra por todos los ventanales, por el techo, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Los espacios son diáfanos, grandiosos, limpios y monumentales en muchos de los rincones del Ayuntamiento.

Hay andamios y cables por las paredes. Hay muchas cosas que hacer, las más pejigueras, es verdad, por eso se dice que está al 80 por ciento. Y quien ha hecho obras en su casa sabe que ahora viene lo más lento, los remates, los embellecimientos... Las cosas de las obras que se saben cuándo comienzan pero no cuándo terminan. En el caso del Ayuntamiento no se sabía ni cuándo empezaban.

Pero ya se ve todo como debió ser hace muchos años, cuando ese edificio era más parecido a lo que es ahora y menos parecido a lo que fue luego.

De todos esos cambios, de todas las actuaciones, quedan restos que permanecerán así. En las restauraciones se señalan lo nuevo y lo viejo para que no se pierda la historia arquitectónica del edificio. Son como las cicatrices de las batallas.

Pero se ve cómo resplandece el vestíbulo majestuoso al que se llega por la escalera imperial, protegido el mármol todavía pero que se adivina bajo su funda.

Y se ve, como no se ha visto nunca, el salón de Plenos antiguo, en todo su esplendor para servir como sala de recepciones. Con sus colores originales. Con todos sus detalles. Sólo con ver el vestíbulo y el salón de Plenos donde no habrá más Plenos es como una inyección de autoestima.

Y luego se entra en la sala isabelina ya totalmente terminada y en la sala mozárabe que da al despacho de la Alcaldía. Y al otro extremo se ve la puerta de la que fue la Biblioteca Lobo, esa que ahora se va a instalar en la mejor sala del edificio, la que está entrando a la izquierda.

Allí hay bóvedas de diversos tipos y luz, mucha luz. Como la luz arquitectónica que dibuja esa permeabilidad de la planta baja que se puede recorrer de calle a calle. 

Y lo nuevo

Ya no está ese patio con la montera de cristal donde estuvo Urbanismo hasta que Urbanismo se fue al Mercado Central en aquellos tiempos que había dinero para todo. Eso se ha echado abajo porque era un edificio colocado ahí para que vivieran los alcaldes de la época en la que los alcaldes vivían en el Ayuntamiento.

Ahora, entre la primera planta y la segunda está el salón de Plenos donde se celebrarán los Plenos y en el que los concejales podrán mirarse a la cara -y acribillarse con las miradas, si gustan- sin tener que girar el cuello noventa grados. Hasta allí y hasta el lugar que ocuparán los grupos políticos se subira por una escalera exclusiva para políticos municipales.

Y la capilla. Esa capilla que ocupa dos plantas del edificio y que estaba pensada para que los presos pudieran oir misa desde abajo y las autoridades desde arriba.

Y se ha dejado abierta la escalera para que se puedan visitar las mazmorras, porque entrando a la derecha, frente a la nueva Biblioteca Lobo, se dedicará el espacio a un centro de interpretación del edificio para que los escolares sepan qué tienen. 

El resto ya es más obra normal, oficinas que mantienen la luz y el ambiente pero en las que la funcionalidad será el objetivo primordial.

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