Si Torremolinos no homenajease en su nombre a la Torre Pimentel y a los molinos, tendría nombre de mujer. Bien podría conocerse como la ciudad de María, Carlota o Elena; tres nombres que, mirando al pasado y al presente, simbolizan la renovación que vive actualmente esta localidad costera.
De María Barrabino dice su familia que era “una mujer extraordinaria; muy cariñosa, pero a la vez muy exigente” y, sobre todo, lo que le caracterizaba era su gran sentido del humor. “Le encantaba hacer bromas y preparaba con gran antelación las del Día de los Inocentes. A veces de dudoso gusto”, comenta Verónica, bisnieta de María Barrabino. Casualmente, falleció un 28 de diciembre de 1961.
Posiblemente hoy sea recordada por la imponente casa que da la entrada a la plaza Costa del Sol y que, adquirida por el Ayuntamiento en 2017, vive un proceso de rehabilitación, pero María Barrabino ha dado mucho más que una casa a Torremolinos.
Nacida en Córdoba en 1886, heredó de su tía la, entonces denominada, Hacienda San Miguel, que se construyó en 1862 como residencia de veraneo. Cedió a Torremolinos la plaza Costa del Sol, la avenida de Los Manantiales, la calle María Barrabino y la calle Madre del Buen Consejo. Además, contribuyó a llevar el agua desde los Manantiales al centro del pueblo, con la construcción, en la calle Cauce, de los famosos lavaderos. Con medicamentos llegados desde Madrid, colaboró a frenar una epidemia de tuberculosis. En 1940 cedió al Ayuntamiento de Málaga su casa; a cambio, le construyeron un muro de separación de la plaza Costa del Sol.
Aún hoy la recuerdan los vecinos de la localidad. “Hace poco me recordó una familia que se acordaba de ella porque pidieron permiso para poner un quiosco de venta de fruta en su puerta y ella no tuvo ningún problema. También les ayudaba con comida y con lo que podía. Ahora esta familia vive en El Calvario y ha prosperado muchísimo”, explica su bisnieta.
La avenida Carlota Alessandri vive hoy un proceso de reconversión para volver a su esencia. Alessandri fue una de las precursoras del turismo en Torremolinos, ya que transformó el cortijo de Cucazorra, que había adquirido del torero malagueño Félix Assiego, en el Parador Montemar, convirtiéndolo en uno de los lugares favoritos para los turistas ingleses. En junio de 1945, para aumentar la comodidad de sus clientes Carlota Alessandri solicitó “autorización para acotar unos ochenta metros de la playa delante del citado hotel para servicio de baños de los huéspedes del mismo, en la actual temporada de verano”. En 1965, el Ayuntamiento de Málaga acordó ponerle su nombre a la antigua Avenida de Montemar.
Volviendo al presente, una de las figuras femeninas que mejor representan la transformación del centro de Torremolinos es la escultora Elena Laverón. Varias de sus obras, entre las que se encuentran ‘Los Oficios’ o ‘El Nacimiento de Eva’, acompañan a vecinos y turistas mientras pasean por la peatonalizada plaza Costa del Sol, aunque la historia de Laverón con Torremolinos comenzó en 1960 cuando expuso 21 óleos en la sala de fiesta El Mañana.
María, Carlota y Elena. Pasado y presente de Torremolinos; tres grandes historias que ayudan a entender el regreso al esplendor que siempre caracterizó a este pueblo de pescadores.