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Curioso Empedernido

Godofrito Pómez

Godofrito había querido ser siempre funcionario municipal. Desde bien pequeño, soñaba en convertirse, como por arte de magia, en uno de los preservadores del patrimonio y la cultura de una ciudad asomada a una bella bahía, y como a falta de pan, buenas son tortas y ante los fallidos intentos de acceder a la función pública local, mataba el gusanillo de su aspiración, entregando todo su tiempo libre a militar en el movimiento asociativo.


Asomado a la atalaya de una guerrillera entidad que no dejaba títere con cabeza, ni edil tranquilo, y que en cuanto atisbaba el más mínimo dislate por parte de los munícipes, la emprendía a mamporrazos dialécticos, empleando palabras que no sé si el mismo sabía bien su significado, pero que resonaban de manera firme y contundente.
Se había convertido a lo largo de los años, con más retórica que ideología, en el Cid Campeador, en martillo de herejes, que libraba todo tipo de batallas, ya que para él, lo primero era lo primero, la defensa de los intereses de su pueblo. Eso estaba, por encima de su irrefrenable frustración de no haber logrado el funcionariado.

Había, no obstante, algunos malos pensados, gente mezquina, indeseable, que sostenía que lo suyo era puro resentimiento por no haberse podido colocar en el Ayuntamiento. Nada mas lejos de la realidad, su discurso; de contestación y disconformidad con los perversos representantes de la voluntad popular; era un acto generoso de amor a la ciudadanía.

Nuestro hombre, había traspasado el meridiano de la cincuentena, y era en el mejor sentido de la palabra un personaje triste y fracasado, que escupiendo su desconocimiento a diestra y siniestra, intentaba disimular la magnitud de su sentimiento de inferioridad.

En ocasiones sus criterios y posiciones tenían gran repercusión mediática, pero más temprano que tarde volvía a ser ignorado, y con angustia y desesperación sufría la incomprensión y la postergación de los poderes públicos, sin tener en cuenta el enorme sacrificio que suponía su cotidiana y pertinaz lucha por construir una ciudad mejor.
Al final, tras muchos y denodados esfuerzos, había logrado ingresar en la Vulgar Orden de los Eméritos Masagránicos, grupo que nadie sabía muy bien, ni el porqué de su existencia ni cuales eran sus objetivos, pero que permitía a sus integrantes ser invitados a todos los actos oficiales y ser acomodados a partir de la quinta fila.
Un día, cuando menos lo esperaba, le llamaron con urgencia de la Casa Consistorial. Habían pensando en él para encargarle una importante y significativa tarea, la recuperación de unos bidones de petróleo de una Refinería cercana, que habían permanecido enterrados los últimos treinta años, como consecuencia de un temporal de levante, en unas dunas de la playa más popular de la localidad.

Por fin podría ver realizada sus ilusiones, demostrar su enorme preparación en temas patrimoniales, pero ¡qué mala fortuna la suya¡ Una vez que el poder institucional le iba a hacer justicia, se encontraba postrado en la cama, victima de la gripe A, y había sido aislado en su casa por prescripción facultativa.

Como las desdichas pueden empeorar según la Ley de Murphy, para colmo de males le encargaron el trabajito al más radical de sus rivales, al peor de sus adversarios, y a decir verdad que el sujeto en cuestión realizó una excelente labor para poner en valor los recipientes de crudo que llevaban perdidos entre las arenas tres largas décadas.

Hay biografías llenas de dificultades, como la del iluminado Godofrito, que por mucho empeño que pongan en algo, jamás alcanzan su deseo, mientras que otros son tan afortunados que la suerte llama a sus puertas a la primera ocasión, y es que hay vidas que como la de nuestro amigo que son todo un poema dramático, aunque para algunos parezcan una tragicomedia .

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