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Zamandoña

Mi buen e ilustrado amigo José Góngora me habló de una planta de la que jamás oí hablar, la Zamandoña

Publicado: 14/10/2019 ·
18:45
· Actualizado: 14/10/2019 · 18:46
  • Guiso de Zamandoñas. -
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

Escrito en el metro

Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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Hace unos días, mientras paseábamos por la ribera del Río Turón, en plena Sierra de las Nieves, mi buen e ilustrado amigo José Góngora me habló de una planta de la que jamás oí hablar, la Zamandoña. Busqué en la bibliografía sin éxito, más allá de que una parecida palabra árabe significa espinaca.Así, nuestra curiosa planta bien podría tratarse, según nuestros antepasados andalusíes, de la Dama de las espinacas.José me enviaría días más tarde una foto de los primeros brotes que confirmaban que se trataba de una amarantácea, familia de las acelgas y espinacas, que según el botánico malagueño Al-Baytar eran las mejores hortalizas, de alto valor nutritivo y riqueza vitamínica. Me contó José que con las hojas de esta especie se prepara en El Burgo un guisillo o unas tortillas que glorifican el paladar de los más exigentes. Compiten con Tolox y Coín en la preparación de tan exquisita verdura bravía, eso sí con zeta y no con ese como lo dicenaquellos.

Hace tres décadas, durante un seminario del ISEL, un alto funcionario planteó que había que reducir el elevado número de pueblos de España, que el objetivo debía ser la concentración de la población en municipios de más de diez mil habitantes. El argumento era que la factura de mantener tantos servicios e infraestructuras era demasiado costosa para nuestro país. El devenir de los hechos, reduciendo esos costes, ha conllevado a la España despoblada. Los pueblos de interior resultan repulsivos para los jóvenes. Invito a mis alumnos a que emprendan en esos espacios de oportunidad, y ni los propios se lo plantean. Esos pueblos ofrecen sosiego y tranquilidad, un confort ambiental muy por encima de las ciudades, pero nada más lejano de los deseos de la juventud temprana que aprecia en el bullicio su futuro y queno le emocionan los versos del Romancillo de Mayo de Miguel Hernández.

Y me pregunto cuántos hechos de la Naturaleza se quedarán entonces sin refranes, cuántos platos modelados desde cocinas menesterosas dejarán de serprobados con placer, cuantos secretos de ríos y montañas dejarán de ser leyendas, en suma cuánta sabiduría rural se perderá como lágrimas en el Río Turón. Quién sabrá entonces dónde encontrar, recolectar y guisar zamandoñas.

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