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El fútbol no es cosa de brujos

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El fútbol no es cosa de brujos, en todo caso de magia, la que se sacan de la chistera algunos jugadores inolvidables ante ocasiones decisivas y, por supuesto, también inolvidables. Por más que le pese a Pepe El Brujo -que no le va a pesar, porque ha logrado una publicidad gratuita que le ha colocado como el más popular entre los de su gremio en estos momentos-, en el fútbol no hay cabida para hechizos, maldiciones ni conjuros, sólo para lo inesperado o lo impredecible, y siempre que no se imponga cierta lógica: el pez grande está llamado a comerse al pequeño.

Ya sea por la vía del milagro, por la del buen juego o por la de la mera superioridad, el fútbol es y será grande por alguna de estas cuestiones, y quien busque otro tipo de explicaciones no estará sino aplicando otro tipo de reglas arbitrarias al espectáculo del balón.
Es cierto que, como en todo juego, la suerte, la fortuna, juega mucho de su parte en el desarrollo de cualquier partido, pero no por la intervención de poderes sobrenaturales, sino porque forma parte de cualquier combinación que se dé en un enfrentamiento entre dos o más.
Viene esto a cuento de lo ocurrido estos días con el Atlético de Madrid. Después del empate ante el Mallorca -frente al que falló un penalti, jugó con superioridad numérica y dejó escapar los tres puntos en el descuento con semiautogol del portero-, hay quienes hablan de equipo con mal fario, y no sólo por lo de este sábado, sino por la marcha irregular que ha mantenido desde su regreso a la Primera División, en la que también ha sido calificado en más de una ocasión, por idénticas circunstancias, como “el pupas”.
Uno no alcanza a entender dónde se encuentra el problema -tiene un buen equipo, con varias figuras, un respaldo social evidente, una trayectoria institucional relevante...-, aunque los aficionados siguen apuntando al mismo sitio: el palco. Y digo que uno no alcanza a entenderlo porque los del palco no juegan los partidos, a no ser que el palco ejerza un sometimiento controlado sobre el cuerpo técnico y la plantilla del que deriven las consecuencias de su marcha en la liga.
En el Atlético hay muchos males, como en muchos otros equipos, incluso los que controlan el club han sido culpables de cruciales disparates en el pasado, pero no cabe duda de que la solución pasa en estos momentos por el terreno de juego, no por el palco.

 

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