No podía faltar, porque ha descongestionado un poco la saturación informativa. Las circunstancias mandan, sin embargo el lector agradece el espacio a otras noticias que conforman la actualidad. Al revisar la memoria son las que aparecían con cierta relevancia en los primeros periódicos gratuitos, repartidos a pie de calle, en las paradas del transporte público, echando de menos al voceador. Hoy, su publicación en papel compatibiliza y capotea como puede la digitalización y en este campo sí tienen cabida estas curiosidades, dando al lector la posibilidad de elegir entre varias versiones.
El caso es que el Pisuerga, río asociado a la circunstancia favorable para realizar algo, ha sido noticia porque fue visto un cocodrilo cruzándolo de una orilla a otra. Resultó desconcertante pero no increíble, pues hay gente con mascotas que ponen en peligro no sólo su vida, sino la de sus vecinos. Hace unos días uno de estos fue mordido por una de las serpientes que tenía en su casa. Murió horas después. Si no le hubiera dado tiempo a ir al médico, se habría dado en el barrio la misma situación de hace al menos cuarenta años en la pescadería de nuestra plaza de abastos, cuando echaron agua en lugar de hielo a una caja de anguilas. El miedo llevó a la exageración, ya que aseguraron verlas meterse en la fuente de la Plaza de Rey.
Pero volviendo al reptil y a las excentricidades, es inevitable pensar en la película La bestia bajo el asfalto, en el niño que tiró la cría de cocodrilo al retrete y acabó en los desagües, alimentándose de basura mientras crecía hasta sentir la llamada de la naturaleza, despertando su instinto depredador. En un principio se pensó en algo parecido. Luego se habló de un animal de grandes dimensiones. Revisadas las huellas y los restos de un pez, una nutria ocupó el lugar del cocodrilo.
Si pasan los días y el asunto no se mueve, la duda y el sentido del humor se aliarán paliando el miedo a la reaparición, hasta que otra noticia curiosa lo extravíe. De momento tenemos la elección del lugar para pasearse, el afluente del Duero, el río de Machado, el que corre terso y mudo, mansamente, el que fue contemplado por el poeta en todas las estaciones, reflejando en él su propia melancolía al cruzar las sierras y las nieves o el páramo sombrío.
De momento, no hemos vuelto a saber del reptil. Su avistamiento ha recordado el paso del Pisuerga por Simancas, alejándolo de la manida referencia habitual.
Ánimo y a por otra semana.