Artesana, escultora especializada en mármol, ha cumplido su sueño de crear tallando y esculpiendo, de dar riendas a su expresividad con las herramientas de un oficio que la llamó siendo una niña, cuando descubrió que las manualidades la hacían sentir cómoda, tanto, que no dudó en formarse para adentrarse en la técnica escultórica.
Montserrat Chinchilla Fernández (Jaén, 1970) es Grado Superior de Reproducción Escultórica y Grado Superior en Técnica Escultórica por la Escuela de Arte y Oficios José Nogué de Jaén, unos estudios que alcanzó a partir de 2014. Y es que primero se formó en Macael (Almería), hasta donde se desplazó para convertirse en artesana del mármol y donde trabajó en el oficio durante cinco años.
“Siempre se me dio bien el trabajo manual. Viendo la televisión, supe que había un colegio del mármol en Almería. Solicité plaza, me hicieron la prueba y entré”, recuerda. Tras años de trabajo y formación, al llegar a Jaén tuvo que renunciar a trabajar el mármol como escultora. “No me fue posible porque no era fácil acceder a este material. Paré unos años, pero no era feliz y decidí cursar los estudios superiores para seguir desarrollando mi sueño como escultora y poder vivir de ello”, reconoce. Y lo ha conseguido.
Sus piezas tienen gancho, conquistan al espectador. Talla en madera, en piedra caliza, que es la de Jaén; hace reproducciones en poliéster, en escayola y en piedra artificial. Como escultora, también trabaja la forja. De hecho, son las piezas que “más gustan y mejor se venden”, ya que consigue desarrollar “figuras muy labradas”, fruto de “mucho trabajo y concentración”.
Con un estilo abstracto y, a la vez, contemporáneo, disfruta igualmente tallando la piedra y la madera para esculturas de un mayor tamaño, que haciendo sus figuras más personales, las femeninas, con formas y posturas que evocan a momentos de reflexión de la mujer, pero también su sensualidad. Pero en su obra , igualmente, son característicos los demonios, con detalles a la perfección, en los que representa “mucha ira”. También maneja la técnica del mosaico.
Cuando trabaja, se deja llevar por sus pensamientos. “Consigo dejarme llevar por lo que siento en ese momento, por lo que me dice la mente”, dice. Su taller está en su casa, de donde salen sus creaciones artísticas. “No puedo vivir sin crear. Mi cabeza siempre está creando. Cuando trabajo en una escultura, desaparezco. Mi oficio es mi vía de escape y de expresión. Es mi forma de vivir. Me enriquece personalmente. He hecho mi sueño realidad”, afirma.
Ahora trabaja en una escultura que presentará a la XXXI Bienal de Escultura Jacinto Higueras (Santisteban del Puerto), bajo el título ‘Ojo de escultor’. Pero no deja de formarse y está realizando un curso de joyería contemporánea. “Quiero llevar la escultura a las joyas. Es mi deseo, mi pretensión”, confiesa.
Ya ha hecho algunos trabajos. Su “paciencia” le ha permitido trabajar bien el metal. Está buscando su estilo, en el que predominará el color. No descarta adelantar algunas piezas en una muestra en las próximas Navidades. “La joyería artesana gusta. Me ocupa mucho tiempo, pero me hace muy feliz”, reconoce.
Como escultora, la última vez que expuso en la capital fue hace dos años, en La Fábrica del Arte. En la provincia, el año pasado llevó su obra a Úbeda. Ha expuesto en el Museo Íbero y una de sus obras forma parte de la exposición de esculturas prehistóricas sobre la sociedad del matriarcado, en Torredelcampo.
Defiende la obra escultórica como parte del urbanismo de una ciudad. “Las esculturas embellecen las calles. Te invitan a conocer el lugar donde se ubican. La escultura tiene que ser una parte más de la ciudad”, valora.
Sin embargo, lamenta que en la capital “hay pocas esculturas” y las que existen recuerdan a personajes ilustres. “Hay poca educación en el cuidado de las esculturas en la calle. La gente las estropea”, denuncia, haciendo un llamamiento a las Administraciones a que cuenten “con artistas de Jaén”.
