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Arcos

Semana Santa en Arcos (I)

Escritores y cofrades expresan sus sentimientos hacia la Semana Mayor de Arcos en el segundo año sin procesiones por la pandemia del COVID

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  • La escritora e historiadora Francisca Morales Yesa, de niña, vestida de la hermandad de La Borriquita. -

COLABORACIÓN COORDINADA POR EL ESCRITOR PEDRO SEVILLA

 

Hermandad de ‘La Borriquita’ y María Santísima de la Fuensanta

“Complejas son y mudadizas las leyes del recuerdo” (Caballero Bonald)

A primeros de marzo, la pareja de cigüeñas blancas del campanario de nuestra Parroquia de María Auxiliadora empezaba a preparar el nido con todo lo robado al invierno, ramas secas, incluso, los paraguas rotos por el levante. Sus crotoreos anunciaban la primavera. Eso y los polos de nieve de La Casera, de Dolores, y los polos flash del quiosco de Antonio. Nosotros, niños, seguíamos jugando en la Plazoleta, ya limpia de barro y lluvia, y cambiábamos el “pincho” por la cuerda y los cantos alegres de las ruedas.

Nuestras madres les quitaban las humedades a las casas, encalaban los patios, les quitaban el verdín a las acitaras, y acicalaban las fachadas. A cada rincón, había que darle una “bajerita”. Pedían cita en la panadería y el día señalado se lo pasaban haciendo los bollos de Semana Santa. Las madres tenían tiempo para todo, también para preparar las túnicas de hebreos y hebreas que llevaríamos la tarde de la Procesión de la Borriquita. Pero por si fuera poco, nos tenían que comprar zapatos nuevos (Por fin, fuera, los duros zapatos Gorila) mocasines kiowas o sandalias, según estuviese el tiempo; alguna ropa nueva  que dejábamos para el Viernes Santo, bajada del Nazareno a nuestro barrio (que los del Barrio Bajo no hacemos caso al refrán “el Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene pies ni manos”). Nuestras primeras túnicas de hebrea eran de raso, rosa palo o celeste. Las celestes eran las que utilizábamos para la Procesión  de María Auxiliadora. Por eso alternábamos los colores porque nuestras madres lo aprovechaban todo (¡¡ellas si sabían de reciclaje y de pasar la ropa de unos hijos a otros!!). Mi tía Mercedes nos cosía las túnicas y mi madre decoraba los pañuelos de la cabeza con medallitas, que caían justo encima de las cejas, y a la media luna invertida de la frente la llenada de perlas. Nos preparaban collares, pendientes largos, aretes y pulseras para las muñecas. El recorrido de la procesión se inundaba de los sonidos metálicos, era el tintineo del metal. Las Palmas se recogían en la Iglesia y llegaban a la casa como palos, había que acelerar la primavera para que se abriesen sus hojas, quedando como un “haz de fibras”. Fibras, que el Domingo, con el aire, se mecerían y bambolearían a su antojo, cantando con un leve silbido.

Eran los días de mi infancia, aquellos en los que me custodiaba mi hermana la mayor y las primas. Me crié en una casa donde nacimos trece niños, en total. Y todos fuimos, en algún momento, hebreos o hebreas. Aunque los niños, cuando se hacían algo mayores, se apuntaban a la “centuria romana” y se hacían “romanitos”. Mi hermano Ramón, decidió que no sería ni hebreo ni romano sino “balilla” de la Banda de Cornetas y Tambores de la Hermandad de Cristo Rey. Así llegó otro sonido más a la casa, el redoble de las baquetas sobre cualquier cosa. En mi adolescencia, las túnicas se hicieron más austeras, las telas menos coloridas y gruesas y las medallitas de los pañuelos desaparecieron. Uno de esos años, cambie la palma por el estandarte, cuya frase bordada sentenciaba “De los niños es el Reino de los Cielos”. Cuando pasé a ser espectadora, testigo desde la acera, siguieron los cambios de la Hermandad en los horarios, recorridos (ya no salía del Barrio Bajo hacia la Corredera y San Francisco, desde donde volvía al Barrio en camión), nuevas túnicas, se rescató del olvido a la Virgen de la Fuensanta y se la hizo titular de la Hermandad de Cristo Rey. Cambiaron las Juntas Directivas, unos se fueron para siempre, otros se habían hecho mayores.  Pero hay cosas imperecederas: la fe de un Barrio que recibe con alegría al que “viene en nombre del Señor”, la alegría de los niños; la humildad de Jesús hebreo que nos bendice, un Rey que viene a servir no a humillar. Un Jesús que goza con nuestros corazones jóvenes y nuestro entusiasmo, un Jesús que es amor. Una rosa ofrecida y el jilguero en la jaula.

El repicar de las campanas de la Iglesia y el tintinar de las campanillas de los monaguillos que tanto me recuerdan al llavero de mi padre. Día 5 de Abril de 2.020 primer Domingo de Ramos sin la salida procesional de la Borriquita, y no llueve. Tampoco suena mi teléfono con la llamada obligatoria de mi madre para que no se me olvide bajar al Barrio Bajo. No habrá alcachofas rellenas, ni puchero, ni tortitas de bacalao. Los amigos, para espantar tanta tristeza, se han vestido con sus mejores galas, tanto, que algunos se parecían al Marqués de Bradomín (hemos bromeado), los del Barrio nos hemos vestido de hebreo, yo he rescatado las medallitas y me las he puesto en el pañuelo, alguna ha puesto en la foto una ramita de olivo (“cómo brotes de olivo…”) y otra un poco de cordura a las fotos de los wassap. Día 28 de Marzo de 2.021 segundo Domingo de Ramos sin la salida procesional de la Borriquita, llueva o no. Ese día volveré a recordar y volveré a contarme mi historia, en la que estáis todos vosotros. Familias: Castellano Montes (Cristóbal, jefe de la centuria de los romanitos, Toto, Borín, que inmortalizó con sus cámaras todos los acontecimientos del barrio), Familia Rodríguez Román, Familia Blanca, Serrano, Méndez, Mancheño…. Costaleros y costaleras. Párrocos. Bartolomé González y Loli de la Banda de Cornetas y Tambores… un Barrio que al unísono aclamará…. ¡HOSANNA!

                                                                                                                                                           FRANCISCA MORALES YESA. Escritora. licenciada en historia  

La hermandad del Prendimiento

Recibo una llamada de Pedro Sevilla en la que me comenta que su periódico va a editar una serie de artículos sobre la Semana Santa de Arcos y, más concretamente, sobre cada una de las distintas hermandades de penitencia que conforman la entrañable semana mayor de Arcos. Accedo gustosamente a su invitación de escribir sobre mi hermandad, la Hermandad del Prendimiento, que hace su salida procesional el Domingo de Ramos por la tarde. Es la primera vez que escribo para un periódico, por lo que pregunto por el enfoque que podría dar al artículo. Pedro me da plena libertad para hacerlo desde el punto de vista que considere más idóneo, aunque me sugiere algunos temas como hablar de mi hermandad, su origen y su historia; de mi experiencia cofrade o sobre mi manera de vivir la Semana Santa. Cada una de las tres sugerencias daría lugar a un artículo completo, pero al tratarse de tres elementos fundamentales en la vida del cofrade y la naturaleza de las hermandades, hacer una reflexión en la que de alguna manera se relacionen, puede dar lugar a un interesante ejercicio de reflexión. La Hermandad del Prendimiento celebra este año el 75 Aniversario de su fundación. Nace en 1946.

Los principales impulsores fueron Jesús García de Soria, gran valedor de la Semana Santa arcense de los años cuarenta, y don Antonio Gómez Villalobos, párroco de la Iglesia de Santa María, con la intención de dotar a Arcos de una nueva hermandad y de llenar el vacío del Domingo de Ramos, fecha fundamental del calendario litúrgico, y que en aquel entonces no contaba con ninguna salida procesional. La Hermandad se funda en el mes de abril y la constituyen un grupo de jóvenes comprometidos con la fe cristiana, ligados a la Iglesia de Santa María y al Colegio de las Nieves. Este centro tuvo una capital importancia, allí se hizo una notable captación de hermanos y allí se celebraban las primeras reuniones, por lo que el pueblo dio a la nueva cofradía el sobrenombre de “Los Estudiantes”. Apenas un año después hace su primera salida procesional.

La hermandad carecía por completo de enseres y de imágenes por lo que el primer Cristo prendido fue, en realidad, una imagen de San José que, debidamente caracterizada, sugería la imagen de Jesús prendido en el huerto de Getsemaní. La actual imagen titular, obra del escultor jerezano José Marín García-Primatesta, procesionó por primera vez en 1948 y en los años sesenta se agregaron al paso las figuras de Judas y el soldado romano. En un principio, la procesión llegaba hasta a Iglesia de San Francisco y siempre ha transitado por las calles del centro de Arcos. Pero donde la hermandad adquiere su propia singularidad es en el casco antiguo, al caer la noche, a su paso por la plaza del Cabildo, colegio de las Nieves y barrio de San Pedro y sus aledaños, con sus impactantes apariciones tras las esquinas, bajo los arcos, por los recovecos de las intrincadas calles precariamente iluminadas, alumbrándose únicamente con la luz de los hachones.

Al paso por las estrechas calles que pueden evocar el recorrido de Jesús prendido por las calles de Jerusalén desde Getsemaní hasta el palacio de Anás. Nací en los años 50 en un pueblo de la Mancha. Un pueblo de amplia tradición semanasantera y fuertemente impregnado por los principios evangélicos y la práctica cristiana. En mis primeros años me formé en un colegio religioso, donde la oración estaba presente en el quehacer diario y, como es lógico, los motivos religiosos eran omnipresentes. El año tenía como puntos de referencia, las celebraciones que marcaba la Iglesia Católica: Navidad, Cuaresma, Semana Santa, Ascensión y Corpus. Eran los tiempos de las grandes producciones cinematográficas sobre la vida de Jesús, cuyo estreno en los cines marcaba un acontecimiento extraordinario en la rutinaria vida de aquellos años. Cada sábado se nos contaba el Evangelio del domingo siguiente. Veíamos a Jesucristo como un héroe de novela o el protagonista de un apasionante libro de aventuras. Un héroe que vencía las tentaciones del diablo, devolvía la vida a los muertos, curaba a ciegos e impedidos, calmaba la tempestad, sanaba leprosos, caminaba sobre las aguas, se enfrentaba a los poderosos, expulsaba a los mercaderes del templo… Y junto a cada uno de esos actos había una norma o un mandato bíblico que iba prendiendo en el interior. Al alcanzar la madurez todos estos ejemplos se convierten en un código de comportamiento, unas normas de conducta, una manera de vivir y entender la vida con pleno sentido según el proyecto del Creador para el ser humano y el ejemplo de Cristo, como Dios hecho hombre.

Pero lo que da sentido a la fe cristiana es el misterio de la Pasión y Muerte de Jesucristo, cuyo memorial se recuerda en la Semana santa y se renueva en el sacramento de la eucaristía. Y la Resurrección, como prueba de la naturaleza humana de Jesús, y como promesa y esperanza que alimenta la vida del cristiano. Las hermandades rememoran y actualizan estos acontecimientos en sus Vía Crucis y cultos cuaresmales. Llegué a Arcos en 1980 para ocupar mi plaza de maestro en el Colegio Antonio Arocha. Entablé muy pronto amistad con Juan de Dios Barrera Ruiz que era el Hermano Mayor de la Hermandad del Prendimiento. Por él me hice muy pronto hermano y dos años después, entré a formar parte de la Junta de Gobierno, a la que sigo perteneciendo, y en la que he desempeñado diversos cargos. En mi pueblo natal, nunca había pertenecido a ninguna hermandad, pero sí había participado activamente en la Semana Santa portando pasos.

He de decir que la forma de procesionar y organización de los pasos es muy distinto a las de Andalucía. Entrar en la hermandad supuso para mí una forma de integrarme en la vida del pueblo, independientemente de mi entorno profesional y, con el tiempo, se ha convertido en una de las cosas que más han marcado mi existencia. La hermandad me ha ayudado a madurar en la fe y a profundizar en la formación cristiana y en el conocimiento de la teología. Me ha permitido disfrutar de una sana convivencia y de la unidad de un grupo humano que se hermana en torno a una imagen y todo lo que representa. Donde todos son iguales ante el Cristo prendido, sin que importe la edad, cultura o nivel profesional y donde la mujer ocupa puestos cada vez más relevantes. Que practica la caridad y la difusión de la fe. Que trabaja incansablemente por la cultura, la tradición y la Semana Santa de Arcos.

                                                                                                                                           LUIS RAMÓN GÓMEZ GARCÍA-CASARRUBIOS. Pregonero de la Semana Santa.

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