Entender el mundo en su globalidad e integralidad no es tarea fácil, sino difícil y complicada, además por lo cambiante. Sin ir más lejos nuestros gobernantes, en su inmensa mayoría, estaban preocupados por como salvar la Navidad, la Semana Santa ,ahora, días después, el foco de quienes deciden sobre nuestras vidas, estaba más centrado en evitar una tercera ola, y finalmente nos encontramos en la cuarta ola, por tanto exige de nosotros la mayor responsabilidad.
Nos gustaría poder dejar atrás cuanto antes la Pandemia del Covid 19, que llevamos padeciendo el último año, pasar página y situarnos sin secuelas ni cicatrices, en esa normalidad en la que podamos dar un beso, estrechar una mano o abrazar al otro.
Ha habido muchas situaciones en los últimos tiempos que nos ha tocado mucho entender, como ese afán de algunos dirigentes que pensar que el mundo es su propiedad y el poder es consustancial a su condición humana y por tanto no resisten perderlo.
Vean si no al que fuera presidente de los EEUU, Donald Trump, que hasta el final continuaba sin éxito alguno queriendo deslegitimar los resultados de las últimas Elecciones o en España con los apoyos y el ruido que montan algunos con relación a cualquier gesto del Gobierno de Sánchez ,con los tacticismos cambiantes ante la cambiante armonización de los tributos autonómicos y deslegitimar el dialogo político y fomentar la crispación.
O lo difícil que resulta entender el mundo en el que nos movemos, cuando ante una misma cuestión, hay quienes dicen una cosa y a los cinco minutos afirman justamente lo contrario, haciéndonos perder un tiempo que necesitaríamos en abordar algunos de los muchos problemas que deberíamos resolver.
Tenemos pensamientos que nos perturban a diario. Incluso hay vidas aparentemente idílicas, pero que no nos hacen felices y sentimos que nos falta algo. Sentimos que dando el cien por cien de nuestras de nuestras capacidades no cumplimos con los objetivos propuestos.
Estamos, en ocasiones, sometidos a tal nivel de estrés que nos sentimos permanentemente cuestionando si las decisiones tomadas son las adecuadas y nos encontramos como los más de 7000 millones del mundo en la noria de las ansiedades.
Para entender el mundo, la ansiedad que es un mecanismo de defensa de cada uno de nosotros, como seres humanos, y que viene a decirnos que nuestra vida necesita cambios, que no podemos permanecer inmóviles ni en la quietud de “a verlas venir”, pero no debemos alarmarnos, si de verdad queremos comprender lo que ocurre a nuestro alrededor.
Es además de un mecanismo defensivo, un sistema de alerta ante situaciones percibidas como amenazantes. Es en definitiva un mecanismo que poseemos todas las personas, normal y adaptativo, que mejora la capacidad de respuesta de cada uno de nosotros.
A veces para distinguir lo que nos ocurre, hemos de ocultarnos bajo seudónimos, para no dejar de intimidarnos por la legión de mediocres y envidiosos o por la miseria de quienes jamás tendrán la valentía de escribir dos líneas seguidas desde ellos mismos.
Analizar cómo se generan y como afectan a nuestros cerebros las nuevas ideas, facilita que busquemos otras alternativas y la vamos encontrando como de puntillas, colocando la música para romper el silencio que nos aturde, sin necesidad de meter los dedos en el enchufe para comprobar si es verdad que es peligroso o solo es una mentira más que no encuentra la sintonía necesaria para encontrar el equilibrio, hasta decirnos, ¡Ahora lo entiendo!