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Oraciones y velas, protestas y barricadas por el presidente Moise

El norte de Haití, de donde era oriundo el jefe de Estado, ha mostrado un mayor sentimiento por el mandatario que el resto del país

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  • Haití. -

La misa celebrada este jueves en la catedral de Cap-Haitien en honor al asesinado presidente de Haití, Jovenel Moise, y las velas encendidas en su memoria dieron paso a protestas moderadamente violentas en el centro de la ciudad, donde las barricadas en llamas marcaron la víspera de su entierro.

El norte de Haití, de donde era oriundo el jefe de Estado, ha mostrado un mayor sentimiento por el mandatario que el resto del país, donde la población se ha mostrado más indiferente ante el magnicidio, ocurrido en la madrugada del 7 julio en su residencia, asaltada por un comando armado.



EN LA VÍSPERA DEL ENTIERRO

El ambiente en Cap-Haitien, la principal ciudad del norte del país, se fue calentando en los últimos días y la chispa prendió a primeras horas de la tarde, después de que los partidarios más fanáticos del mandatario entrasen en la catedral para agitar el ambiente antes y durante la homilía por el difunto.

Nadie se inmutó por el elevado tono de quienes clamaban justicia por Moise, o por los sonoros lamentos de alguno de los presentes, que ha dado rienda suelta a su histrionismo mientras se leía la palabra de Dios y se elevaban cánticos por el alma del mandatario.

El funeral por el presidente se celebrará este viernes en la residencia de la familia de Moise, a unos pocos kilómetros de la ciudad, y la inminente sepultura del presidente han enardecido los ánimos de sus seguidores, que no quieren que se entierre a su líder hasta que sus asesinos no corran su misma suerte.

Las movilizaciones han dado al traste con la agenda conmemorativa prevista por las autoridades para la tarde, en la que esperaban llenar las principales calles del municipio con una marcha pacífica que terminaría en la Plaza de Armas, la principal de Cap-Haitien, con un simbólico encendido de velas.

ARDEN LAS CALLES

Sin embargo, no ha sido la cera lo que finalmente ha ardido, sino cientos de neumáticos que han bloqueado toda la ciudad, mientras los manifestantes clamaban justicia por su presidente y señalaban con aviesas intenciones a toda personas de piel blanca.

El hecho de que el comando que tiroteó a Moise en su residencia, hiriendo también a su esposa, Martine Moise, fueran de nacionalidad colombiana, hace que los lugareños sospechen de cualquier extranjero, a los que hacen cómplices del magnicidio.

"Colombianos vienen aquí a Haití para matar al presidente. Eso no es bueno, colombiano no bueno", repetía frente a la cámara de Efe uno de los manifestantes, Billy Joseph, que se esforzaba por hablar español.

La ciudad "está caliente porque el presidente de nosotros está muriendo, está matao. Aunque el presidente no (era) bueno, es presidente de nosotros", afirmó.

La presencia de la Policía en uno de los puntos más calientes de la protesta, en las inmediaciones del Puente Calle 5, en el malecón, ha impedido que se desatase la violencia, aunque la quema de neumáticos no ha parado, con la incesante llegada de personas haciendo rodar o acarreando los neumáticos que siempre se usan como combustible para las barricadas en llamas.

LA INSISTENCIA DE ESTADOS UNIDOS

Mientras tanto, desde Estados Unidos se ha insistido, una vez más, en la importancia de establecer las condiciones necesarias para celebrar "tan pronto como sea viable" unas elecciones legislativas y presidenciales "libres y justas".

Así se lo expresó el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, al nuevo primer ministro de Haití, Ariel Henry, durante una conversación telefónica que ha tenido lugar dos días después de la toma de posesión del jefe de Gobierno.

Según un comunicado, Washington reiteró su apoyo al pueblo de Haití tras el "atroz" asesinato de Moise, e insistió en su compromiso de trabajar con el Gobierno haitiano, con el que ya colabora en la investigación del magnicidio, al igual que las autoridades colombianas.

De esa nacionalidad eran, según las pesquisas, la mayor parte de los integrantes de un comando de 26 mercenarios que irrumpieron en la residencia presidencial en la madrugada del 7 de julio, sin hallar resistencia por parte de las fuerzas de seguridad que custodiaban la mansión, situada en el sector de Pelerin, en Puerto Príncipe. 

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