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A boca llena

Lo que va quedando de la gran Feria Gastronómica

El Real se debate entre la profesionalización y la autenticidad para tratar de preservar la otra gran seña de identidad de la fiesta: la gastronomía.

Publicado: 20/05/2025 ·
10:31
· Actualizado: 20/05/2025 · 10:31
  • La Feria del Caballo y el atractivo gastronómico de sus casetas -
Autor

Eugenio Camacho

Director Hoy por hoy Cadena Ser en Jerez, Costa Noroeste y Sierra de Cádiz.. Formador de Oratoria y Retórica

A boca llena

Programa de actualidad enogastronómica centrado en la provincia de Cádiz dividido en tres secciones

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Hubo un tiempo en el que la Feria del Caballo de Jerez fue también una gran feria gastronómica. Una época en la que los grandes hosteleros de la ciudad cerraban sus establecimientos durante una semana para trasladar sus cocinas y su personal hasta el recinto del parque González Hontoria. El Real era el mejor escaparate posible para ganar o aumentar prestigio. Miles de visitantes acababan a la postre tan maravillados por el paseo de caballos y el vino de Jerez como por la excelente gastronomía de la tierra.

Paralelamente, había otra Feria, más informal e íntima, pero igualmente atractiva y podríamos decir que mayoritaria, en la que  familias enteras se hacían cargo de las casetas más populares. Peñas flamencas, hermandades y asociaciones ofertaban una cocina más casera y tradicional, que dio fama nacional e internacional al menudo de Los Peña, a las mollejas en salsa de la peña Los Juncales, a la berza de la peña Tío José de Paula, a los judiones con carrillada del Monje o a la sopa de tomate de La Cantarera.

Al ser espacios familiares, no se exigía profesionalidad y todo aquello fluía de manera informal. Las exigencias sanitarias eran menores y de esta forma, las cocinas, a la vez  que garantía de disfrute para el paladar, eran también un foco de infección que en ocasiones se saldaban con intoxicaciones.

Con el paso de los años, la feria gastronómica de Jerez ha ido ganando en seguridad alimentaria, sanidad, comodidades y profesionalidad a la misma velocidad que inevitablemente ha perdido en autenticidad y variedad. Aquello de las doscientas formas (cada caseta tenía la suya) de preparar la tortilla de patatas, de freír el pescado o de cocinar la berza, el menudo o la carne con tomate pasó a mejor vida.

La parte buena es que se ha ganado mucho en un servicio más profesional y tanto la cocina como la materia prima están en perfecto estado de revista cada día, como se encargan de comprobar los inspectores de Sanidad que pululan antes y durante la fiesta por todo el Real.

Con este escenario, son las empresas que se encargan de dar servicio de suministro de comidas y bebidas las que más han proliferado en los últimos veinte años. Los conocidos como “caterings” se han hecho casi en exclusiva con la responsabilidad de dar de comer y de beber a decenas de miles de feriantes. Y no lo hacen sólo en la Feria de Jerez, sino que se especializan en este tipo de citas y vienen de trabajar la Feria de Abril y lo harán luego en la del Vino Fino de El Puerto, en la de Rota, la de la Manzanilla de Sanlúcar, Córdoba…

Aunque muchos de ellos se mimetizan y adaptan a la idiosincrasia de cada Feria, otros automatizan la misma forma de proceder, con su quinta gama de precocinados, prefritos, congelados, salmorejos y salsas de bote con la que no se complican la vida en absoluto y que además cobran generosamente. De todo debe haber en la viña del Señor.

En este escenario, el hostelero local ha ido perdiendo protagonismo. En parte porque el entorno del parque González Hontoria se ha ido convirtiendo en la milla de oro de la gastronomía gaditana.

Allí, locales clásicos como La Tasca, Valdepepe, La Bocacha, la Cervecería Avenida, Mar Ali o El Espartero, se han ido complementando con otros como Sarmiento, Latabarra, Pulpería con Alma, Oishii o Nilo donde se disfruta de una excelente relación calidad-precio. Todos esos locales, situados a un paso del recinto ferial, se han consolidado como alternativas a almorzar o cenar en la Feria.

Sin embargo, aún quedan resquicios de esa otra Feria del Caballo en la que el hostelero local se vuelca dando lo mejor para contribuir así al mayor realce y lustre de la gran fiesta de su ciudad. Tomen nota. 

En este apartado situaremos en primer lugar al ejemplo a seguir. La caseta de González Byass, que cuenta con el templete que el mismísimo Eiffel diseñó para el Casino Nacional y que luego pasó al Ayuntamiento como sede de la caseta municipal, es un orgullo para todos los jerezanos. La bodega sabe ejercer de auténtica anfitriona de la Feria, de la que es patrocinadora.

De la decoración y el montaje primorosos se encarga el departamento de Enoturismo, que pone todo su empeño en un dechado de originalidad no exenta de buen gusto. El templete de González Byass es sitio de paso obligado, porque además de que se come y se bebe muy bien, de lo que se encarga su catering, Buganvilla, es de las casetas más animadas y agradables de todo el Real.

Luego vamos con los clásicos. Paco Lechuga, uno de los grandes hosteleros de Jerez de siempre, pondrá su impronta en la Real Hermandad del Rocío de Jerez y en el Rincón Naranjo.

Alejandro “El Bola”, se llevará la palma con un total de cinco casetas donde servirá con su Catering San Juan: Casino Nacional, Peña La Bulería, La Gañanía, la Reunión y el Círculo de Labradores. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, pero el servicio de Alejandro y su equipo en los últimos años está siendo sobresaliente en todos los sentidos.

Casa Juan Carlos volverá a montar, como viene haciendo ininterrumpidamente en las últimas décadas, en el entorno de la Caseta Municipal, donde el Ayuntamiento, no sin cierta polémica, ha dispuesto a la mayor parte de casetas de hosteleros para reivindicar simbólicamente ser sede de la Capital Española de la Gastronomía 2026. Juan Carlos es una apuesta segura por sus arroces y por todo lo que nos ofrece en una carta de lujo para una Feria.

Lo mismo que Virginia y Raquel Naranjo, las Gemelas al Jerez, que tienen ya casi todos los almuerzos de la semana completos. Para las cenas no reservan.

O el Mesón Cartujano, que pese a perder un módulo, es de las casetas más solicitadas cada año de todo el recinto ferial.

Javier Parra, de El Espartero, hará de la caseta de la peña Paquera de Jerez, otro de los lugares más demandados. Como Jesús, en su día en la Venta Los Llanos, que se hace cargo este año de la caseta del Ilustre Colegio de Abogados de Jerez.

El Grupo Bodega Jerezana se encarga de dar también categoría a la gastronomía de la Feria llevando otro más la caseta del Casino Jerezano, que este año cumple 175 años y 122 como mínimo en la Feria del Caballo, y la de Radio Jerez-Cadena SER.

Pablo Serrano, propietario de locales como Cameló o la Esquinita de Algarve, llevará este año tres casetas perfectamente alineadas en el Paseo Principal: Judíos de San Mateo, Canal Sur y la Peña Los Cien. Menús variados e interesantes a 40 euros.

En esta nómina de casetas recomendables no puede faltar la de una peña flamenca señera como Tío José de Paula, que este año confiará la cocina y el servicio a un hostelero con muchos kilómetros a sus espaldas, Luis Garrido Valencia, actual propietario del mítico Arco de Santiago, reforzado diariamente con el excelente pescaíto frito de Pescaché.

Al margen de los hoteleros y los caterings, Los Vilo, la caseta del constructor Jesús Viloita, lleva un cuarto de siglo haciendo la Feria y cada año tiene fama su carrillada guisada con patatas fritas.

Como ven, lo que fue una gran feria gastronómica no se ha perdido del todo. Se lo hemos puesto botando para que hilen fino.

¡Disfruten!

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