A mis manos ha vuelto, después de aquellos años de escolarización en Estudios Politécnicos Madre de Dios, hoy Fundación Carlos Díaz y Franco de Llanos, y todavía en el recuerdo el colegio del padre Laraña, el libro cuyo título lo dice todo: ‘La emoción de España’, en una novena edición reformada de 1953. Sí, todo un valioso legado que estoy seguro cuidarán con esmero, y si cabe, les servirá para conocer la página aún pendiente de refrendar que salió a la palestra con ocasión del relevo en la Diputación Provincial de Huelva, y una forma de poner al día esa increíble página que arrancó en 1492 en el monasterio franciscano de Sana María de La Rábida. Sí, allí donde el almirante Cristóbal Colón y los hermanos Pinzón, todos a una, extranjero él y nativos ellos, demostrarían al mundo que desde allí se iba a “gestar el momento culminante de la expansión de España…”
El libro es la crónica de cuando no hace mucho tiempo -escribió Manuel Siurot Rodríguez- llegaron a Huelva cuatro muchachos, alumnos sobresalientes de una gran escuela nacional, dirigidos por el culto estudiante de Ciencias de la Universidad de Madrid. Una fundación particular había establecido el premio extraordinario, consistente en “costear la visita a los lugares principales de España, en un viaje de recreo e instrucción, a los cuatro alumnos, que, poseyendo dotes excepcionales, hubieran concluido las primeras letras con una gran brillantez”. Sí, una singular y atractiva experiencia que podría o debería repetirse hoy mismo y así rubricar de una vez por todas que La Rábida representa -repetirlo es más que obligado- la expansión de España. El relato sobrecoge y debería ser santo y seña de unos lugares como La Rábida y los Lugares Colombinos, el monasterio por sí solo y conocido como la cuna del descubrimiento de América, “es el santuario donde la raza hizo concurrir todas sus energías espirituales y toda la preparación material necesaria para lanzar a través del mar tenebroso aquellas carabelas, gaviotas incansables, emisarias del genio de España, de quien recibieron mandato por el que, ni las noches medrosas, ni la oscuridad geográfica, ni las tormentas, rebeliones, misterios ni desesperanzas, fuesen poderosas a vencer el propósito férreo de llegar a las tierras nuevas…”
Al abordar un tema de tanta trascendencia como es dentro de poco la fecha del 3 de agosto, cercana y tan a propósito como que una vez más quedó desapercibida la fecha de la muerte de don Manuel Siurot Rodríguez, de la que este años se cumplen 53 años, que han pasado sin pena ni gloria, pero que tiempo habrá para enarbolando su bandera, hay que actualizar argumentos y hechos para esa declaración como Patrimonio de la Humanidad que no debe demorarse más y acentuar esa indiferencia que tanto nos caracteriza y llega a rayar una indolencia de la que algún día nos podrá pasar factura la propia historia, a pesar de que hechos y acontecimientos han ido acotando casi el olvido en torno a esa incomparable gesta que el gran pedagogo de La Palma del Condado nos presenta en su libro para recordarnos una vez más que La Rábida y su entorno, esos Lugares Colombinos que dan cuerpo a pesar de los siglos, representan el momento culminante de la Expansión de España. La geografía es el conocimiento general más necesario en la vida de la civilización que tenemos, decía entonces don Manuel, para el que, en efecto, sobre la tierra tienen lugar los hechos históricos, económicos y sociales, y sin Geografía no puede comprenderse la Historia, ni la Economía ni el Comercio, ni la Industria. A Huelva no le falta nada y de ahí la importancia y el lugar preeminente que en la pedagogía siurotiana tenía y tiene esta disciplina.
La historia se encarga de recordarnos que un político calenturiento estuvo apunto de destruir el monasterio de la Rábida. Un presidente de Diputación Provincial -¿Quién no recuerda a don Antonio García-Ramos Vázquez?- estuvo a punto de singularizar el lugar con una Casa-Museo de América en La Rábida, una iniciativa que afloró con la autonomía andaluza, pero que un presidente un tanto eufórico políticamente hablando quiso materializar a modo de Guggenheim y todo quedó en agua de borrajas, y a todo ello, llegado su turno apareció en escena don David Toscano Contreras, que como tantos onubenses se enfrenta al olvido y estoy seguro hay que recuperar el tiempo perdido y con imaginación, oportunidad y deber al frente de ese Gobierno de la Provincia al que ha dado cuerpo y no tiene huecos para el merecido descanso, no solo ha materializado un fuerte impulso al Muelle de las Carabelas en La Rábida, que si ya existía ahora está batiendo su aceptación y si su gestión merece más que un aprobado, viaja a Bruselas y Portugal para lo mismo que promocionar su singular producción agrícola, unir Andalucía por Huelva… A estas alturas, como escribiría don Manuel refiriéndose al 12 de octubre de 1492, es un gran orgullo de la historia y debe traer para la juventud de España y de América el serio propósito de volar por el mundo de las ideas llevando bajo las alas el instrumental práctico de la civilización… y si no copiamos de La Rábida, que es la cátedra más fuerte del genio español, y la sencillez franciscana… Sí, pero Patrimonio de la Humanidad, ¿cuándo? Eso.