La mochila
kit de supervivencia ha sido un éxito de venta en muchos países, salvo en España, donde un 59% la considera innecesaria, según una encuesta publicada por El Mundo. Para el caso es lo mismo; es decir, inculcar una necesidad vinculada al incremento del gasto armamentístico.
¿Cómo nos vamos a oponer a que el Gobierno destine más fondos a Defensa en vez de a políticas sociales o a mejorar infraestructuras públicas si estamos a las puertas de una guerra?
La guerra, en todo caso, es comercial, y en la mochila, en vez del botiquín y la comida en conserva, lo que habría que incluir son u
nos vaqueros levi’s y unas zapatillas nike, por si desaparecen del mercado, y
un lote de películas Marvel para entretener a los niños, porque
Un funeral de locos está muy graciosa y
Santiago Segura ya está promocionando la quinta parte de
Padre no hay más que uno, pero los más pequeños sólo piden ir al cine a ver la última de
Spiderman.
Cuando EEUU decidió atacar Libia en los años 80 y los cazas sobrevolaban nuestros cielos procedentes de las bases de Rota o Morón,
Gomaespuma hacía sonar por las noches el
For America de Jackson Browne, no en apoyo de los bombardeos, sino porque pese al afán belicista de la Casa Blanca y su facilidad para meterle el miedo en el cuerpo a nuestras familias, “nos siguen gustando las chicas californianas y el rock”. Aquella canción, con su saxofón ochentero, estaba muy bien.
En esto ha llegado
la Semana Santa y por unos días hemos perdido de vista al tipo del flequillo y hemos sido ajenos a sus caprichosas decisiones, que alguna habrá tomado, pero aquí hemos estado inmersos en cuestiones más trascendentales; entre otras que
una Virgen o un Caído desafíen a la lluvia para reencontrarse con el pueblo mientras esparcían fe, esperanza y emociones, más necesarias que nunca frente a las bombas que se siguen lanzando en Ucrania o Gaza y las que nos amenazan con lanzar a nosotros mismos: ya lo dijo
Mark Rutte, el secretario general de la OTAN, para un misil de largo alcance, la diferencia entre apuntar a Berlín o Madrid son sólo de diez minutos.
El mundo sigue lleno de fanfarrones, y aunque a veces les hayamos respondido con tirabuzones y otras rimas con premio, el mejor antídoto ha estado en las calles durante toda una semana. Da igual si eres ateo o anticlerical:
Javier Cercas dice que ha vuelto de su viaje junto al Papa más ateo y anticlerical, pero más próximo a la voluntad y al mensaje del pontífice argentino por su contribución social.
Lo mismo ocurre con quien reniega de Dios -hay tres mil dioses en el mundo, recuerda
Ricky Gervais; él reniega de los tres mil, el resto de 2.999-. Pero incluso los que, como Gervais, reniegan de todos, no son ajenos a ese escalofrío que brota a medida que se acerca una dolorosa tras el bosque de cirios encendidos o ven avanzar un misterio bajo los sones de
Madre Galeona.
El que pueda que empate con un discurso desde el parlamento o desde un atril, tan alejados desde hace mucho tiempo del consuelo y confortación que le reporta a tanta gente el acompañamiento y la mirada de sus imágenes sagradas, sin que sea tampoco una invitación a confundir esto con lo del “
opio para el pueblo” al que aludía Marx, que entronca más con ese anticlericalismo que esgrime Cercas y desde el que censura el “autoritarismo” ejercido por algunos sacerdotes sobre sus respectivas feligresías.
Todo ese cúmulo de sentimientos va más allá y se experimenta en cada uno de nosotros a partir de los recuerdos, de quienes nos faltan y de lo que nos aguarda, y durante una semana nos ponen en orden por dentro de cara a afrontar de nuevo los desafíos del día a día con todos sus titulares y sus telediarios juntos. Porque,
al final, el mejor kit de supervivencia es el que cada uno llevamos puesto por dentro. El que lo haya renovado gracias a la Semana Santa, eso que lleva ganado y aprendido.